Sexo en la fiesta de año nuevo

Fiesta de sexo en año nuevo

Era un 31 de diciembre, hacía una noche espléndida de verano, se escuchaba música de fiesta por todas partes; nosotros en casa estábamos tomando brandy, ron y terminamos con champaña al filo de la medianoche, ya casi seria año nuevo, mis amigos mi mujer y yo nos pasamos de copar y la fiesta se salió de control al punto de cogerme a mi vecina ebria.

Los chicos ya se habían acostado; algunos vecinos que llegaron a darnos el feliz año nuevo, igualmente ya se habían ido. Mi compañera, ebria, pronto se quedó profundamente dormida aún sin desvestirse; ya que la fiesta se salió de control y terminamos muy tomados, la llevé a su lecho y luego de desnudarla, la dejé dormir, echándole una suave sábana.

Hacía mucho calor y el olor a pólvora que producían los matachines de la fiesta de año viejo se metía por todas partes. Habíamos cerrado las puertas y ventanas; cada uno se disponía adormir. Estelita, mi querida vecina, fue la primera en caer literalmente al suelo, por su borrachera.

Mi compañera, ebria, pronto se quedó profundamente dormida aún sin desvestirse

Estando recostada sobre la mesa, de un momento a otro se desplomó al piso con todo y copa en la mano. Yo la levanté en mis brazos y con mucha ternura la llevé a su cama. Allí la dejé unos instantes mientras atendía a mi mujer, y cuando todo estuvo listo, volví donde ella y me encerré en su alcoba.

Siendo yo el único relativamente sobrio, pues sólo había bebido lo necesario para estar a la altura de las circunstancias; semejante oportunidad no podría desaprovecharla y así fue continue la fiesta con mi vecina. Con mucha delicadeza y zalamería, la fui desvistiendo. Le quité la blusa de lycra negra que llevaba puesta esa noche; sus grandes melones flotaban ahora suavemente bajo el brasier de encaje blanco.

Baje el cierre del pantalón fucsia que ya estaba entreabierto, pues el botón de la pretina había saltado en uno de sus bruscos movimientos al caer al suelo y tratar de incorporarse. ¡No, no…por favor…no! Suplicaba ella en medio de las penumbras de su inconsciencia; tal vez adivinando o quizás soñando que su amante prohibido la poseería.

Llevaba esa noche, unas hermosas pantaletas color lila, de lycra, muy ceñidas, que apretaban y demarcaban su pequeño bizcochito.

¡Oh qué divino se veía ese montecito apretado! Le hice unos cuantos masajes en su entrepierna, presionando firme pero suavemente. Ella lanzaba unos mugidos entrecortados, como si quisiera hablar sin poder lograrlo.

La besé por todas partes, desde su cuquita, su flácido vientre, hasta sus pletóricos globos. La abracé fuertemente al tiempo que desabrochaba su brasier. ¡Oh, Dios mío! ¡Sus melones…! Esas enormes montañas con pezón de rosa, ahora descansaban suavemente, regados por su enjuto pecho.

Mas eso no importaba ahora; eran míos y estaban ahí, a mi entera disposición. Los amasé con ternura. ¡Oh, qué delicia! ¡Qué suavidad de carnes! ¡Qué tersura de piel!… ¡mamacita linda! Sus divinos pezones, ahora distendidos y como biberón lleno de leche.  ¡Cómo chupé con fuerza, una y otra vez!…Ella gemía y trataba de moverse entreabriendo sus delgadas piernas, al tiempo que yo masajeaba ese pequeño montecito.

A estas alturas y encontrándome en paños menores, mi herramienta echaba chispas al tropezar con sus rodillas; por tanto y para disfrutar un poco más el momento, me arrodillé en el piso, la arrastré hasta el bordo de la cama; le quité las tanguitas con las cuales me envolví el pichón y colocándole sus piernas sobre mis hombros, que es una de mis poses preferidas a la hora de gozar el pozo; me clavé sobre su pequeña raja. ¡OOOhhhh…tan hermosa y pequeña!.

La besé con infinita ternura, con la pasión más profunda. Separé los rizos, ese mechoncito que se le forma cual capul de yegua brava (y brava que sí es la condenada), ¡Oh hermosa herencia, lo mismo que su grandote gallito! Le metí la lengua por entre sus ninfas y la hice estremecer todita, levantando sus caderas, buscando instintiva el instrumento que prendió su pasión. ¡Lamí…lamí…chupé…chupé!… a todas mis anchas, al tiempo que masajeaba sus hermosas tetas con piel de durazno y pezón inflado, ¡Dios mío qué fiesta me di esa noche!
Pronto manó el néctar viscoso que yo libé con infinita pasión, incluso me di trazas de echarle unos chorritos de champaña helada que me habia quedado de la fiesta, para enfriarle su rojo gallito, se lo mojé con un pedazo de hielo húmedo en champaña…

Se estremeció todita, ante semejante tortura, ella ardiendo y el hielo quemándole sus entrañas. Ahora le mojaba profusamente con champaña que yo recibía en mi boca justo sobre su lindo anillito para brindar por el virguito que pronto rompería con mi estoque.
Cuando me cansé de estar allí inclinado ante ese altar de dioses; bañé mi glande en champaña y habiéndole entreabierto su ojito con mi dedo cordial, bien lubricado en sus propios jugos; se lo metí suave pero firmemente. ¡Papito…nooo…por favor…! Exclamó roncamente al tiempo que tratando de zafarse, antes se engarzaba más, terminando por batirlo acompasadamente.

Con una mano masajeaba sus tetas, y mamaba uno y otro caramelo. Con la derecha le hinqué los dedos dentro de su gruta húmeda, haciéndole rítmica presión sobre su punto G… ¡Oh, qué dicha tan inmensa! ¡Qué gozo tan grande!…Una y otra vez…dale…dale…empuja y…empuja… Ahora ella se colgó de mi cuello totalmente entregada.

Gracias al licor que yo había tomado, estaba muy bien y pude resistir suficiente tiempo para sacarle unas cuantas piedras sin que me viniera. Ahora debía disfrutar de nuevo su hermosa chimbita. Para ello, y sin dejar de mamarle todo, para que esa rajita no estuviera solita, le metí un consolador improvisado frotándoselo entre la raja y luego hundiéndoselo suavemente. ¡OOOhhhh…amor…nooo! Nooo! ¡Cómo se…aprovecha!.

Alcanzó a suplicar en un último instante de media lucidez, al tiempo que ella misma se lo hundía todito, disfrutando semejante ensartada por ambos lados, cosa que jamás había gozado. Batía acompasadamente a mi ritmo su pelvis, estrujándose con fuerza sus teteros mientras yo le clavaba mi herramienta en su culo y le hundía hasta el fondo el consolador, haciéndole presión con mi propia pelvis…¡Oh, qué ricura! ¡Qué anillito tan rico! ¡Virguito! ¡Cómo me ahorcaba la cepa!…Tuvo varios orgasmos que yo disfruté, chupándome el olisbo improvisado, sacándolo y metiéndoselo hasta el fondo…

Ella gemía y trataba de moverse entreabriendo sus delgadas piernas, al tiempo que yo masajeaba ese pequeño montecito.

¡Toma…! ¡Tenga, vieja…putaaaa! …¡Cómo…Vennngooo! No pude resistir más semejante tirada y me dejé venir con todo. Mil luces de colores nublaron mi cabeza, mis cojones se encogieron y con furia enorme descargaron el teterado que hacía días guardaba para ella… Suavemente me incliné sobre su cuerpo agónico, desmadejado por semejante lucha y picha. Me recosté a su lado, pero sin sacarle el consoladorcito, le puse sus tanguitas suavemente, dejándoselo adentro para que durmiera como el tamal, con la presa adentro, prolongando su placer al máximo mientras soñaba con sus mejores amantes. Esa sería mi tarjeta de presentación y al despertar sabría que una vez más había sido mía y me la había gozado a mis anchas, sin que ella pudiera evitarlo; no le quedarían ganas de seguir humillándome.

espero que mi vecina vuelva a mi casa a una fiesta fuera de control para volvérmela a coger como aquella noche

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