Carpe diem – aprovecha el momento.

Madura y sexy
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soy una mujer madura de 43 años muy atractiva, con senos redondos, piernas torneadas y nalgas carnosas, de piel blanca y cabello castaño claro que a veces tiño de rubio.

Mi nombre es Liss y les contaré una historia real. Estoy casada en segundo matrimonio desde hace 17 años. Mi primer matrimonio fue un encierro ya que mi ex esposo era muy celoso y posesivo; después que me divorcié, me casé con un hombre totalmente opuesto, mi segundo esposo es liberal, abierto y él es quién me pide que deje salir mi interior, que viva el momento y lo que sienta, carpe diem, me dice que es un término en latín que significa eso.
Por eso en los últimos años he aprovechado para vestirme en forma sensual, mostrar mi cuerpo en ropa entallada, soy una mujer madura de 43 años muy atractiva, con senos redondos, piernas torneadas y nalgas carnosas, de piel blanca y cabello castaño claro que a veces tiño de rubio. Y afirmo, sin falsa modestia, que atraigo las miradas e interés de los hombres porque así me lo dicen y constantemente me invitan a salir en mi trabajo o me abordan en algún centro comercial y tratan de seducirme. Mi esposo me confirma constantemente que soy muy sensual y que soy un antojo para muchos hombres. Eso me excita mucho.
Hace como seis meses apareció nuevamente en mi vida un pretendiente que tuve cuando estaba divorciada, me lo encontré en mi trabajo y hemos salido un par de veces a cenar y a tomar un café. Lo que ahora es diferente es que desde que me interesó salir con Hugo, así se llama, le platiqué a mi esposo y me sorprendió que me animo a hacer lo que yo quisiera y me alentó a dejarme seducir e irme a la cama con otro hombre con una sola condición: que le platicara todo.
Por lo anterior, antes de decirle que sí a una tercera invitación, reflexioné mi decisión, estaba consciente de lo que implicaba una respuesta afirmativa porque era una invitación a algo más, mis elucubraciones me llevaban a una disyuntiva de continuar o parar, “¿Está bien lo que hago?” -pensaba. “¿Debo continuar esta aventura?” -me preguntaba. Más dudas invadían mi pensamiento: ¿si alguien me ve y le dice a mi esposo?, ¿si Hugo se enamora de mí y resulta ser un tipo posesivo? No tuve todas las respuestas. Decidí continuar.
Esta vez no me vestí tan sexy como la primera ocasión, solo un vestido negro entallado que resaltaba mi silueta, con un escote que discretamente llamaba la atención sobre mis senos. Escogí un juego de brassier y pantaleta pensando que era muy probable que esta vez lo vería mi pretendiente, y con suerte para él, quizás tendría la oportunidad de quitarme estas prendas. Porque iba dispuesta a dar el paso siguiente, a dejarme seducir, a dejar vivir mi alter ego, salí dispuesta a coger con otro.
Igual que las dos veces anteriores nos encontramos en un restaurante para cenar y charlar, esta vez la sobremesa fue más breve.
Al regresar del tocador, Hugo me otea de pies a cabeza, me sonríe sin mayor recato. Al sentarme me mira fijamente –¡qué buena estas! -expresa con toda naturalidad-, se inclina para acercarse a mi cara, me pega su mejilla suavemente y con sus labios toca ligeramente mi oreja, una de sus manos acaricia mi rodilla y sube segura sobre mi pierna –me gustas mucho –susurra-, y regresa a su posición retirando la mano con la misma levedad que la acercó. El ambiente del lugar es propicio, poca gente. Realmente no me preocupa que alguien nos vea, correspondo con una sonrisa coqueta y levanto mi copa para beber un poco de vino… mi alter ego está saliendo de su contención.
-¿Vamos a algún bar a tomar un par de copas más? –Me pregunta.
-Mejor a un lugar más tranquilo -le propongo-, armándome de valor y con decisión. No estaba segura si me atrevería o no a decirlo.
-¡De veras! –Exclama casi incrédulo-, ¿a dónde yo quiera? -Me contesta preguntando después de asimilar la sorpresa que le causo mi propuesta.
Con toda tranquilidad afirmo: -sí, está bien donde tú quieras. Ambos sabíamos la siguiente respuesta… nos fuimos al hotel.
Yo di el primer paso al proponerle ir a un lugar más tranquilo. -Vamos a coger -prácticamente le dije.
Al entrar a su cuarto del hotel, me invadió una sensación de desubicación e inseguridad.
– ¿Qué hago aquí? -me pregunté a mí misma, pero el vino y el entorno del momento ya habían sacado mi alter ego.
–Vienes a que te disfrute y te coja otro hombre -me contesté mi pregunta anterior. Me dispuse a vivir el momento: Carpe Diem.
Mi galán, como suelo llamarlo para mi interior, me sirvió un vaso de agua, se acercó a dármelo. Ya no se retiró de mí. – ¿Quieres más? -me preguntó-, extendí mi vaso para que me sirviera, tomo el vaso y mi mano para mantenerlos firmes y servir de la botella, con esa excusa aprovechó para frotar suavemente mi brazo, luego, lentamente, apartó el vaso de mi mano, continuó acariciándome, prosiguió hacía mi torso y con su otra mano me tomó del hombro y me acercó hacía a él para abrazarme y besarme, fue un primer contacto que me erizó la piel, siguieron más caricias y besos, pegó su cuerpo contra el mío, acarició mi cintura y mis nalgas sobre la tela del vestido, luego me lo levantó y acarició la piel de mis piernas subiendo poco a poco.
Hugo me levantó el vestido hasta la cintura y me toqueteo las piernas y las nalgas sobre la tela de mi calzón, sentí su mano acariciar mi monte de venus. Me subió más el vestido y colaboré levantando los brazos para que lo sacara por encima de mi cabeza.
Me desabrochó el sostén y beso mis pechos. Bajó sus manos de mis senos a mis caderas, y continuó, embelesado, acariciándome toda, deslizó sus dedos hacia el elástico de mi pantaleta y suavemente me la bajó, a las rodillas primero, colaboré un poco moviendo mis extremidades para que la pudiera deslizar hacía mis tobillos, se atoró ligeramente con mis zapatos, por lo qué, levanté una pierna primero y luego la otra para que saliera con facilidad. Sin ninguna tela que cubriera mi parte más íntima, me besó el estómago, las piernas y mi vagina ya totalmente mojada, me sentí indefensa con mi vello púbico al descubierto, totalmente encuerada ante un extraño. Por un largo rato disfrutó de mi cuerpo con sus manos, se deleitó al mirarme desnuda en tacones y de pie, lo que resaltaba más mi figura.
Me tomó de las manos para acercarme sutilmente hacía él con la intención de llevarme a la cama. Me recostó suavemente y recorrió mi cuerpo con sus besos. Luego se quitó su ropa y se dispuso a hacerme el amor.

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