Relato LGBT – Punk
En un hotel de Madrid, trabajando como camarera de pisos conocí a Erika; una chica suiza simpatizante del movimiento punk. Las dos escuchábamos a Blur y a Joy Division en su casa de Chueca acompañadas por Chocho, su hurón.
Un buen día ambas nos rapamos las cabezas y arrojamos nuestras cofias por el hueco de un ascensor del hotel. Pero de este vacío surgió una mano putrefacta que nos agarró y nos echó a la calle sin piedad.
No volvimos a hacer más camas en nuestras vidas. Ni siquiera ya la nuestra, que yacía en el suelo esperando nuestro verdadero amor.
Como no hacíamos nuestra cama y follábamos sin cesar, el olor que habitaba en la casa era puro sexo animalesco; entre un bacalao y una pescadilla y también puedo definir como caníbal porque hasta Chocho comía de todo aquello que se movía a compás de una música que sudaba y gritaba Diosssss.
Nuestra canción favorita era una de Joy Division: “She lost control”. El compás era estupendo y nos movíamos a modo de tijereta. Todo a sincopado y nuestras dos vulvas agarradas como un cangrejo emitían un flujo que hacía que aquello fuera más y más resbaladizo.
Me gustaba el mejillón de Erika porque era peludo y eso me daba subidón; podía percibirlo con mi lengua y eso me gustaba. Ohhh… Le metía mi lengua hasta el sin fin o eso creía yo. Cuando mordía sus labios menores con mi boca, ella daba voces como una sirena y yo de oír aquello arrojaba como chorros de agüilla a torrente desde mi vagina.
Qué días aquellos. No sé si eran corridas orgásmicas eternas o pequeños orgasmos de continuo. Lo cierto es que ambas maridábamos como el chocolate y la fresa; una ambrosía del Olimpo.
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