Por Jalarika
Vivo en un penthouse de un pequeño edificio de 7 pisos. Consta de 2 habitaciones, sala comedor, cocina, baño con bañera en la alcoba principal y en la sala baño sencillo.
El edificio está situado en el marco de la plaza de la ciudad, plaza que es un parque con árboles y la tradicional estatua del prócer de la independencia (¿independencia? Como si fuera cierto) delimitada por una gran iglesia al costado este, bancos y almacenes al sur, restaurante típico, asadero de pollos, heladería y cafetería, al oeste y al norte parqueadero, concesionarios de autos y de motos y supermercado.
Contrato los servicios de aseo a una joven señora, muy bonita, pero señora que respeto mucho porque además hace muy buen trabajo.
Quería cambiar la pintura de las paredes por tonos más de moda. En mi posición, recibo personajes y no quiero comentarios que dañen mi buena imagen de arquitecto.
Puse un aviso en la cartelera de la iglesia y tuve algunas llamadas, la mayoría de servicios profesionales de aseo y unas pocas de personas interesadas.
Llamó un señor dijo trabajar en algunos apartamentos y casas construidos por mí y que admiraba mucho mis distribuciones de espacios. Vaya este es el hombre. Lo cité para que me hablara de su trabajo a ver si lo contrataba.
Se presentó vestido con camisa blanca de manga larga, un overol caqui, sandalias trepuntá y un morral café. Era alto, fornido, un poco desentejado, blanco de ojos verdes.
Efectivamente había trabajado donde dijo pues en su presencia verifiqué sus referencias. Le enseñé el apartamento, me dijo lo que necesitaba de pintura, brochas, rodillos y demás. Me dio su tarifa por hora.
– No amigo…
– Carlos
– No Carlos. Quiero un precio por la obra, toda la obra. – Me lo dijo, recateé y lo contraté.
– Sabe que va a haber mucho polvo
– No, cómo así
– Tengo que lijar para poder pintar y que no queden manchas ni turupes
– Entonces qué? – Me dio el teléfono de una empresa dedicada a cubrir muebles y lo que necesitara protección.
Llamé y sí, lo harían a medida que se fuera requiriendo, es decir, cada habitación o estancia que se fuese a pintar en un determinado día. Aquí vamos. Caí en cuenta que todo tomaría más tiempo del que pensé.
Todo se desarrollaba como estaba anunciado, Pero… y aquí viene lo que no había contado:
Mi pasatiempo secreto es vestir de mujer, pero de mujer mujer, con peluca, maquillaje, tacones y tetas y caderas postizas (prótesis muy caras que simulan piel y carne).
Estaba que me reventaba de las ganas y me encerré en mi cuarto a travestirme. Me puse las prótesis, los interiores, un vestido azul y arabescos rojos sin mangas, de falda amplia, cuello camisero y escote discreto, me maquillé con sombras en azul y morado, labial rojo, calcé las sandalias rojas de 2 correítas y terminé con la peluca zanahoria a la espalda. Jugué paseándome por la pieza, mirándome a los espejos – tengo 3 de cuerpo entero y 2 de medio cuerpo -. Verme tan linda siempre me excita y me hago puñeteo con un dildo entre el culo.
Mierda! Abrió la puerta
– Uy, por qué no llamó, a mi me gusta
– También se viste de mu..
– Qué va, me gusta darle por el culo a las maricas como usté – dijo quitándose la pantaloneta y enarbolando un grueso pene
– Y qué estás esperando?
– Que me lo mame
– Venga pues. – Se lo mamé y me culeó. Me echó un polvo de pie vestido y yo en interiores. Para el otro nos desnudamos y me lo echó en 4 arrodillado en la cama.
– El otro en el balcón?
– No mijo, ya no doy más, pero la próxima.
En los siguientes días, me fornicó travestido en el balcón y la sala; desnudo en la bañera y cocina. Fueron 5 días de mamar, culear y tragar semen.
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