Cielo, con su mentón apoyado sobre su puño, suspiró con fuerza. Sabía que ya era tarde, sabía que todos sus compañeros ya deberían de haber salido del plantel y que posiblemente ella era la única alumna en el lugar. Ahí, sentada en la sala de espera del director, esperando un regaño.
La muchacha, de cabello rubio, largas piernas enfundadas en mallas blancas y un exuberante cuerpo que parecía de modelo metido en un típico uniforme de preparatoria católica, estaba rumiando su situación, ¿y todo por qué? Porque había tenido la mala suerte de que la prefecta la encontrara fumando en el baño durante la hora del receso.
El director podría haberla regañado antes, pero informó que en ese momento estaba ocupado y que ya lidiaría con Cielo al final del día.
“No sé por qué la hace tanto de emoción”. Pensó Cielo molesta. “Ya sabemos que voy a salir bien librada de esto”.
Y era verdad. La madre de Cielo había quedado viuda un par de años antes, pero había tenido la suerte de que un viejo amigo suyo, un acaudalado hombre de negocios, tratara de llevar su vieja amistad a algo más y terminaron casados, lo que mejoró bastante el estatus social de Cielo comparado con el que tenía con el perdedor de su padre. Entre las tantas ventajas que su nuevo padrastro le daba, es que este regularmente hacía grandes donaciones de dinero a la escuela, el colegio de la santa niña inmaculada. Por ese pequeño detalle, Cielo era intocable por las autoridades escolares porque ellos no se arriesgarían a perder una entrada de dinero tan buena, y para guardar las apariencias cuando ella hacía algo malo, el director solo le decía que debería portarse mejor y que debería ir a ver a la psicóloga de la escuela… como ya hubiera pasado otras tantas veces.
“Como si eso fuera a funcionar”. Pensó Cielo hastiada. “Siempre que voy con la psicóloga, hablamos de puras tonterías… de hecho, creo que no recuerdo nada de lo que hablamos ahí”.
Cielo comenzaba a darle vueltas a sus presuntas lagunas mentales en sus visitas con la psicóloga, cuando una voz la sacó de sus pensamientos.
—Cielo —dijo la voz del director desde su oficina —pasa por favor.
Cielo se encogió de hombros, olvidó ese pensamiento que estaba desarrollando y entró a la oficina.
La oficina del director Hipólito no era muy diferente a la de cualquier otro director de escuela: tenía varios cuadros con fotografías de equipos escolares, alumnos, graduaciones y títulos del director, un estante lleno de libros y archivos. En la esquina estaba un pequeño cajón donde se guardaba el lábaro patrio, en el centro de la habitación estaba un enorme escritorio de caoba con varios documentos en él y tras este estaba un hombre de unos 40 años, de cabello castaño con algo de blanco en las patillas, de piel morena y de ojos color marrón. Si no fuera por su actitud antipática, la muchacha habría considerado insinuársele para ver si el hombre caía en sus redes. No porque quisiera tener algún poder sobre él, o porque quisiera meterlo en problemas, desde hace algún tiempo Cielo tenía esa especie de fantasía sexual de tirarse a un hombre maduro.
El director Hipólito estaba viendo algunas cosas en su laptop, miró a Cielo de reojo cuando esta entró a la oficina y la invitó a sentarse en una de las dos sillas que estaban frente al escritorio. Cielo así lo hizo al tiempo que reparó en un pequeño detalle: las cortinas de las ventanas de la oficina estaban cerradas.
“Pero hoy no hay sol”. Pensó Cielo. “¿Por qué tendría entonces las ventanas cerradas? Hasta podría pensar que va a violarme y no quiere testigos”.
—Bueno Cielo —dijo el director de pronto mientras cerraba su laptop, entrelazaba sus dedos y recargaba su mentón sobre ellos —tenemos un gran problema aquí contigo.
—Lo sé… —dijo Cielo sin poder evitar usar un tono sarcástico.
—Te encontraron fumando —dijo el director —y esa es una grave violación a la constitución escolar.
—Lo sé… —repitió Cielo, desinteresada —deme mi castigo y terminemos con esto.
—¿Te vale, verdad? —preguntó el director ligeramente molesto.
—Algo —contestó Cielo cínicamente.
—¿Disculpa?
—Los dos sabemos que mi padrastro da un montón de dinero a esta escuela —contestó Cielo encogiéndose de hombros —y que por eso no se pueden arriesgar a que me saquen de aquí, así que solo me pondrá de castigo ir a ver a la psicóloga de la escuela, como siempre.
Para sorpresa de Cielo, el director no se molestó ante sus palabras, es más, hasta rió un poco. El hombre se puso de pie y caminó por la oficina hasta llegar a un lado de Cielo.
—Tu papi tiene dinero y por eso crees tener el mundo a tus pies —dijo el director con un tono tétrico en su voz —pero tienes que aprender a definir quien tiene el verdadero poder.
Y tras decir eso, dio un giro rápido y tomó a Cielo por el cuello.
—¡Eres una perra estúpida que necesita aprender su lugar, y yo voy a enseñártelo!
Cielo no comprendió que pasaba con el director, pero la estaba asustando, así que decidió hacer lo único que se le ocurrió.
Gritó, gritó con todas las fuerzas… pero no salió ningún solo sonido.
—Grita cuanto quieras —se burló el director soltándola del cuello —no funcionará. Tu programación te lo prohíbe.
“¡¿Mi programación?!”. Pensó aterrada Cielo sosteniendo su cuello.
—Vamos —continuó el director —Sé que estás pensando en escapar: adelante, la puerta está abierta.
Cielo no sabía que estaba planeando el director, pues retrocedió lo suficiente para darle tiempo de ponerse de pie y correr a la puerta. Eso era claramente alguna clase de trampa, pero era la única posibilidad que tenía. Se puso de pie lo más rápido que pudo y corrió a la puerta, tomó el picaporte y lo jaló con todas sus fuerzas.
Nada pasó. La puerta se quedó firme como si fuera parte de la pared.
“¡No!”. Pensó aterrada la muchacha. “¡¿Cómo puede estar cerrada?! ¡Yo la dejé abierta!”.
—Oh tonto de mí —dijo el director con burla mientras se acercaba a Cielo —olvidé que tu programación también hace imposible que escapes de mi oficina.
Cielo se giró y pegó su espalda contra la pared.
—¡¿Qué es esto de la programación?! —preguntó aterrada.
El director se le acercó, casi rosando su frente con la de ella, y poniendo una sonrisa demente dijo:
—No tengo ni puta idea. Así es como Vallejo le llama a lo que sea que mete en sus cabezas.
Cielo reconoció el apellido.
—¿La psicóloga de la escuela?
—¿Hay otra? —se burló el hombre —les hace algo a las alumnas que se dejan caer en su despacho, las convierte en muñecas a nuestro servicio y bueno…
—¿Qué es lo que nos hacen? —preguntó Cielo.
—¡Ay Cielo, sí que eres estúpida! —gritó el director —no las convertimos en putas sin cerebro para que laven los platos, ¿sabes cuanto dinero nos pagan empresarios y políticos por tener bellas adolescentes a su completa voluntad? ¡Estoy forrado de dinero gracias a ti y a otras chicas de esta escuela!
—¿Nos prostituyen? —preguntó Cielo comenzando a llorar —¡No se saldrá con la suya, cuando mi padrastro se entere…!
—¡Tú padrastro! —se burló Hipólito —¿Qué va a hacerme él? ¡Él es uno de nuestros mejores clientes!
—¡¿Ah?!
—¿Crees que es coincidencia que te metiera a esta escuela? ¡Claro que no! Desde que se casó con la zorra de tu madre ha querido meterte mano, y sabía que la única forma era que te programáramos.
Cielo cayó de rodillas, con la cabeza echa un revoltijo.
—No…
—Creo que saber esto y al mismo tiempo saber que no lo vas a recordar es un muy buen castigo para una perra insolente como tú —dijo el director con crueldad en sus palabras —otro triunfo para el director Hipólito formando jóvenes mentes. Ahora, creo que me merezco una recompensa.
El director bajó la mirada mientras Cielo subía la suya llena de lágrimas. El director sonrió y dijo:
—Sagrado corazón de la santa niña inmaculada.
En ese momento la mente de Cielo se comenzó a poner en blanco. Sus pesados pensamientos llenos de angustia desaparecían para ser reemplazados por otros más simples, ligeros y felices.
Cielo sonrió tontamente mientras su lengua salió de su boca que se curveaba en una sonrisa.
—Pero que travieso es el amo —dijo con una voz tonta abrazando al director por la cadera y acariciando su entrepierna con su enorme busto —¿Ya me puso en posición para que le dé una buena mamada?
—Me descubriste —dijo el director con un tono burlón —¿Te gustaría comenzar?
Cielo profirió un chillido de emoción y con impaciencia comenzó a bajar el cierre del hombre para sacar de entre sus ropas ese miembro erecto cuyo aroma comenzó a inundar el pequeño despacho.
—¡El pene del amo! —gimió Cielo con emoción antes de metérselo a la boca sin alguna clase de juego previo.
El hombre mientras tanto estaba ahí, sintiéndose el hombre más afortunado del planeta, teniendo a una adolescente chupando su miembro de forma voluntaria y habilidosa. Realmente había tenido buena estrella cuando decidió aliarse con Vallejo: él solo tenía que proporcionar a las chicas y a los clientes, y ella se encargaría de convertirlas en putas sumisas, y se irían mitad y mitad del dinero, era el plan perfecto. Él no tenía ni idea de cómo lo hacía ella, y la verdad poco le interesaba si podía obtener beneficios como ese.
—A ver vaca estúpida —dijo el hombre —que esas tetas sirvan de algo.
Cielo sacó el miembro del director de su boca, se lamió los labios y dijo mirando al director con una sexy voz.
—Sí mi amo.
Cielo entonces comenzó a quitarse la blusa, para luego deshacerse de su bra. Esos melones demasiado grandes para una chica de su edad ahora estaban libres, e Hipólito sabía cómo serían usados.
La rubia tomó sus dos balones entre sus manos y con ellos atrapó el pene del profesor y comenzó a masajearlo con gusto. La sensación era única y no hizo más que mejorar cuando Cielo comenzó a darle lengüetazos a la punta.
Tras unos minutos recibiendo ese tratamiento, el hombre no pudo soportarlo más, y terminó viniéndose en la cara de la alumna, lanzando sendos chorros de semen que llegaron incluso al cabello de la chica.
—Ay amo —dijo Cielo juguetona mientras tomaba un poco de semen y se lo metía a la boca, degustándolo como si fuera un dulce —gracias por la golosina.
Hipólito río al ver como la muchacha disfrutaba de la humillación mientras esta seguía tomando más semen de su cara y lo lamía de sus dedos.
—Creo que ya podemos pasar a la siguiente parte, ¿no crees? —dijo Hipólito con satisfacción.
Momentos más tarde, Cielo estaba acostaba boca abajo en el escritorio del director, con el culo alzado lo más que podía para permitirle una mejor entrada a sus entrañas. Hipólito miró el blanco calzón que protegía esas partes íntimas: Estaba tan empapado con los fluidos de la joven, que se transparentaba todo dando la impresión de que solo era una servilleta mojada. La programación que la psicóloga les había puesto les indicaba a las muñecas estar siempre mojadas mientras estuvieran en el trance.
Hipólito tomó la prenda y de un tirón la bajó hasta los tobillos de la muchacha, la cual sacudió su trasero en un espasmo orgásmico que arrojó más fluidos por sus labios vaginales, salpicando un poco la cara del director. Esto no molestó al hombre, sino que más bien aumentó su lujuria cuando con su lengua probó un poco de ese líquido que escurría cerca de su labio.
“Saladito”. Pensó.
—Bien esclava, ¿lista? —preguntó mientras acariciaba una de las nalgas de Cielo.
—¡Por favor amo! —rogó loca de lujuria —¡Por favor ya démela, la necesito!
—Si insistes —dijo el hombre y sin más calentamiento previo, clavó su miembro en la vagina de la muchacha, la cual aulló de placer.
No fue difícil llegar hasta el fondo de la muchacha: Esa cavidad estaba tan humedad, que cualquier cosa se hubiera resbalado ahí.
—Yo no voy a hacer nada —dijo el hombre quedándose quieto y llevando sus manos a sus caderas —si quieres placer, tendrás que moverte tú.
—A la orden mi amo —dijo Cielo sumisamente mientras comenzaba a mover sus caderas —¡Haré cualquier cosa por usted!
Cielo movía salvajemente sus caderas de atrás hacia adelante, e incluso parecía que se estaba cogiendo al escritorio en lugar de que ella estuviera siendo cogida. Gritaba como una loca y se pellizcaba sus pezones mientras sus ojos desorbitados miraban al techo y su lengua salía de su boca.
—¡Así mi amo, así, démela, la quiero, la quiero! —balbuceaba y eso era de lo poco que se lograba entender.
Cielo gemía como una loca, e Hipólito estaba feliz de ser el único en la escuela junto con la muñeca, o de lo contrario alguien les hubiera escuchado. En su frenesí sexual, Hipólito decidió darle más motivos a Cielo para gritar y comenzó a darle duras cachetadas a sus nalgas.
La elasticidad de la vagina de Cielo era perfecta (cosa normal considerando que la usaban mucho), así que no apretaba ni dejaba suelto el pedazo, lo que en circunstancias normales debería hacer que el coito durara más, pero ya habiéndose venido por las tetas de la muchacha, Hipólito sintió la presión del orgasmo, así que tomó a la muchacha de la cintura y solo se dejó llevar por la sensación de su semen inundando las entrañas de la muchacha, quien se corría por quien sabe cuántas veces en ese momento con un gruñido ahogado. Cuando Hipólito terminó, se retiró de Cielo y se dejó caer en la silla, mientras la muchacha caía en una casi inconsciencia causada por el placer.
El hombre jadeaba, como siempre, había sido un buen polvo. Levantó la mirada y sonrió al ver su obra: su semen comenzaba a salir a raudales del interior de Cielo y comenzaba a bajar por sus muslos hasta sus rodillas, mientras la muchacha lo único que hacía recuperar la respiración.
El director se puso de pie y miró la cara de la muchacha, la cual realmente daba pena: tenía los ojos bien abiertos y varias lágrimas escapaban de ellos, su sonrisa estaba muy ancha y su lengua salía de su boca, provocando que un charco de baba comenzara a formarse donde estaba su cara.
—Preferiría estar muerto que dejar que alguien me viera así —se burló el director, pero luego tomó a Cielo de su cabellera rubia y levantó su cabeza de un tiron —pero bueno puta, no todo en la vida es diversión. Ahora hay cosas que hacer, tienes que arreglar el cochinero que hiciste aquí, mientras que yo te hago olvidar la última media hora y te doy una pastilla anti conceptiva: no quiero sorpresas no deseadas ni perder a una de mis mejores putas.
Cielo solo se limitó a reír tontamente y a decir rebosante de felicidad.
—Sí amo…
Cielo abrió los ojos. Se encontraba fuera de la oficina del director.
—¿Cómo…? —se preguntó, pero entonces la respuesta le llegó sola a la cabeza: el director le había sermoneado por media hora sobre los peligros del cigarro, y le había pedido que no lo volviera a hacer, al menos no en los terrenos de la escuela. Tal y como ella había previsto: la influencia de su padre le había salvado del castigo.
Entonces notó algo raro: sus manos olían a limpiador de piso y aromatizante. ¿Por qué?
Pero no tuvo tiempo para preocuparse por eso. En ese momento una brisa levantó su falda y rápidamente la sostuvo: Bonito día había elegido para no llevar pantis. Tenía que apurarse a llegar a casa y ponerse unas.
El director miró desde su ventana a la alumna comenzar a caminar fuera de la escuela. El hombre sonrió con crueldad y se llevó su mano derecha cerca de la boca y aspiró. En su mano tenía una bola de tela blanca, unas bragas empapadas con fluidos vaginales. Las bragas de Cielo.
“Un trofeo más para la colección” pensó con una sonrisa de satisfacción.
se ha quedado a solas en casa con su hijastra, Cielo. Por lo que ha decidido aprovechar “las generosas donaciones” que ha hecho a la escuela de la muchacha.
Afuera de la enorme casa de los Rocca, una escena por demás enternecedora se llevaba a cabo, Quike Rocca, el importante hombre de negocios que aparecía regularmente en portadas de importantes revistas tipo Forbes, se besaba apasionadamente con su despampanante esposa Sofía, una rubia que si bien en su juventud había sido una chica muy deseada por muchos hombres, ahora a punto de llegar a los cuarenta, la madurez le había sentado bastante bien al punto de ahora ser considerada toda una MILF.
El apasionado beso terminó, los dos esposos se miraron con una sonrisa que denotaba lo enamorados que estaban y luego Sofía dijo:
—¿Estás seguro de que no puedo convencerte de que vengas conmigo?
Sofía estaba a punto de irse todo el fin de semana a un SPA en una de las playas más exclusivas del país.
Quike sonrió, le dio otro beso a su mujer y dijo:
—Sabes que me encantaría pasar tiempo contigo, pero recuerda que este es tu regalo de cumpleaños y te mereces algo de tiempo de calidad a solas.
Sofía torció la boca en una sonrisa, su marido tenía un punto, pero aun así añadió:
—¿Y estarás bien con Cielo tu solo? Recuerda que es una adolescente y está pasando por su fase rebelde, además de que todavía como que no te ve como su padre y figura de autoridad.
Más que mostrarse preocupado por el tema de su hijastra, Quike sonrió confiado.
—No te preocupes —aseguró—. Aprovecharé este fin de semana para hacer que nuestra relación mejore.
Sofía vio la confianza reflejada en los ojos de su marido y sonrió, le dio un beso más y dijo:
—Está bien, confiaré en ti —luego asomó la cabeza por la puerta y gritó—. ¡Cielo! ¡Ya me voy!
—Que te vaya bien —respondió una voz desde el interior.
Más que molestarse, Sofía rio y dijo:
—¿Ya ves? La fase rebelde.
Y diciendo eso, se despidió una vez más de su marido para luego abordar el vehículo que ya esperaba por ella para llevarla al aeropuerto mientras que Quike se quedaba mirando como el auto se alejaba en la distancia y cuando al fin ya no fue visible, sonrió. Su fin de semana acababa de iniciar.
Entró en la casa y cerró la puerta tras de sí, caminó por los pasillos hasta llegar a la sala de la casa y en el sofá más grande con la mirada clavada en su Smartphone, la vio, la hija biológica de Sofía y por ende su hijastra: Cielo, una atractiva rubia de largo cabello ondulado y un cuerpo de infarto, con pronunciadas caderas, unos senos muy grandes para una chica de su edad, un culo redondo gracias a las clases extracurriculares que él le había pagado y un rostro cuyo mayor atractivo, al menos según Quike, eran sus brillantes ojos azules. Y para mejorar la imagen, la chica solo llevaba una pequeña blusa blanca que dejaba a la vista el nacimiento de sus pechos y un corto short de mezclilla que dejaba al descubierto sus largas piernas que en ese momento mantenía cruzadas de forma sugerente.
En ese momento un único pensamiento le pasó por la mente a Quike:
«Hora de desquitar esas generosas donaciones»
Llegó hasta la sala, se sentó en el mismo sillón donde estaba su hija y dijo:
—Bueno, nuestro fin de semana acaba de empezar y le dije a tu madre que nos acercaríamos más como padrastro e hija, ¿qué te gustaría hacer?
Siguiendo el cliché de adolescente snob y malcriada, Cielo no dejó de ver el teléfono y se limitó a encogerse de hombros mientras decía:
—Lo que sea.
Más que molestarse por esa clara indiferencia por parte de su hijastra, Quike sonrió burlón y dijo:
—Podríamos ir al parque de diversiones, al circo, por un helado…
Esa lista de sugerencias fue lo bastante ridícula como para lograr que Cielo sacara la vista de la pantalla de su teléfono, mirara a su padrastro y con un tono entre burlón y ligeramente molesto, dijo:
—No soy una niña pequeña.
Una pequeña carcajada salió de Quike, quien preguntó:
—¿Entonces, te gustaría diversión más para adultos?
Cielo levantó una ceja y justo cuando estaba por preguntar a qué se refería, ocurrió: Quike se lanzó sobre ella, la tomó de las muñecas, las levantó sobre su cabeza y cayó sobre su cuerpo, haciendo que ambos quedaran acostados sobre el sofá.
—¡¿Qué estás haciendo cerdo hijo de puta?! —gritó Cielo mientras su padrastro comenzaba a besarle el cuello y a restregar su erecto pene en su entrepierna.
Quike dejó de besar la suave piel del cuello de Cielo para levantar el rostro, mirar a su hijastra y decir:
—¿Qué pasa putita? ¿Esta no es la diversión adulta que querías?
Cielo, presa del miedo y furia, apretó los dientes mientras lágrimas comenzaban a bajar por sus ojos.
—¡Maldito hijo de puta! ¡Le diré a mamá! ¡Le diré a la policía!
Pero las amenazas de la muchacha solo hicieron reír a Quike quien luego dijo:
—Eso putita, quiero verte furiosa, humillada y vengativa… porque es delicioso verte pasar de eso, a tu verdadero yo.
—¿Ve-verdadero yo? —preguntó Cielo sin comprender y por toda respuesta, Quike se acercó al oído de la muchacha y le susurró:
—Sagrado corazón de la santa niña inmaculada.
Nada más escuchar esa frase, la magia ocurrió: primero los músculos de Cielo se tensaron todavía más de lo que ya estaban para inmediatamente proceder a relajarse. Lo mismo ocurrió con su rostro: primero se tensó, luego se relajó, sus mejillas se sonrojaron y luego miró a Quike con una expresión que solo se podía definir como “enamorada” para luego decir:
—¡Ay! ¿El amo ya quiere jugar rudo con la esclava Cielo?
Para luego levantar la cabeza para besar en los labios y juguetear con la lengua de su padrastro o mejor dicho, su amo.
Mientras Quike disfrutaba de la sensación de los labios de Cielo, de su lengua y del sabor de su saliva, se dio un momento para agradecerle al director Hipólito y su socia la psicóloga Vallejo del colegio de la Santa niña inmaculada, quienes tenían una operación para convertir mediante hipnosis al cuerpo femenino de estudiantes en esclavas putas y obedientes. Él había sido cliente frecuente de los servicios de las chicas de ese colegio y cuando tuvo la oportunidad de mandar a Cielo para allá una vez que se casó con Sofía, al fin el dinero que había invertido en la operación ahora sí se sentía que había valido la pena.
El beso terminó y Quike soltó las muñecas de Cielo y luego se le quitó de encima para que la muchacha pudiera levantarse. Al verse libre, en lugar de intentar escapar de su asaltador, la muchacha se levantó del sillón para colocarse frente a él, arrodillarse en una posición de completa sumisión y preguntar con una voz llena de lujuria y deseo:
—¿Cómo puede la puta esclava de Cielo complacer a su amo?
Poniéndose cómodo en el sillón por el espectáculo que ya sabía que se venía, Quike dijo:
—Para empezar, ¿por qué no te pones algo más apropiado para una esclava?
Cielo levantó la cabeza mostrando una expresión sorprendida en el rostro, luego se miró a sí misma y volviendo a poner la sonrisa boba de antes, dijo:
—Ay, pero que tonta es la esclava Cielo, no está vestida propiamente para su amo.
Y tras decir eso, se puso de pie y comenzó a ejecutar una danza para complacer a su amo, con lentos movimientos y pases de mano por sus caderas, tetas y culo, luego de eso se fue quitando la ropa, primero la blusa y después el short de mezclilla, dejando a la vista el pequeño conjunto de bra y tanga de color rosa que cubría muy poco las partes intimas de la hipnotizada muchacha, haciendo una vista que provocaría que Quike quisiera saltar sobre su hijastra y follarla ahí mismo, pero se contuvo, puesto que el espectáculo todavía no terminaba. Cielo prosiguió: se quitó el sostén dejando libres a sus nenas que ya tenían los pezones bien erectos, denotando la excitación que el trance le provocaba, y después bajó lenta y sensualmente sus braguitas por sus largas y sensuales piernas, las cuales arrojó hacia su amo, quien las tomó en el aire y notó que ya estaban húmedas, aunque lo hubiera adivinado porque por las piernas de Cielo, notó que bajaron unas gotas perladas de su humedad.
Cielo empezó a jugar con sus tetas y pellizcar sus pezones en un intento de excitar más a su amo y torcía las piernas para contener las ganas de tener una verga dentro de ella
—¿Así estoy bien amo? —preguntó la chica casi en un gemido.
—Así estás muy bien esclava —respondió Quike con una gran sonrisa de satisfacción mientras olfateaba las bragas mojadas de su esclava—. Ahora, ¿por qué no vienes acá y le das un buen uso a esa boquita insolente tuya y a esas tetas gordas?
Cielo se relamió los labios ante la idea de saborear la jugosa verga de su amo y sentir el calor de esta entre sus tetas.
—¡Sí amo! —gimió y se lanzó sobre su padrastro, para comenzar a desabrochar el pantalón de este y luego bajárselo con todo y bóxer hasta las rodillas, dejando expuesto el carnoso miembro de este, con la cabeza roja por todo el juego previo que había tenido con el cuerpo y la mente de su hijastra.
El lavado cerebro de Cielo se dio un momento para ver ese falo con tal devoción como si estuviera viendo una manifestación divina, luego lo tomó con su mano y comenzó a masturbarlo un poco, lo que le arrancó un gemido de placer a Quike al tiempo que algo del líquido preseminal salía y bañaba el glande y la mano de la esclava y una vez que Cielo vio suficiente líquido, ahora sí se lo llevó a la boca y empezó a chuparlo con una fuerza tal que parecía que quería arrancarlo usando solo su boca.
Pronto Cielo empezó a subir y bajar la cabeza para pasar por sus labios el tronco de esa gloriosa verga que ocupaba todos sus pensamientos y a jugar de tanto en tanto con su lengua con el glande de este. Luego, recordando la orden inicial de “también darle un buen uso a sus gordas tetas”, Cielo sacaba de tanto en tanto el pene de su boca y lo aprisionaba entre sus grandes tetas, para comenzar a masajearlo mientras el aroma de la polla le inundaba los pulmones y de cierta manera, reforzaba el lavado de cerebro que la tenía convertida en una esclava obediente, sumisa… y puta.
Mientras tanto, Quike se encontraba en la gloria, no solo una bella adolescente le estaba haciendo un oral y una rusa ambas de primera categoría, sino que su acto de esclava sumisa y obediente le daba muchos puntos, por lo que mientras tomaba de la cabeza a Cielo y le empezaba a follar la boca como si fuera un coño, se felicitaba a sí mismo por haber tenido el buen ojo de apoyar el proyecto de Hipólito.
Pero luego bajó la mirada hacia la mata de cabello revuelto que ya era la cabeza de Cielo y recordó que uno no quiere a una adolescente hipnotizada solo para llenarle la boca de semen. La tomó del cabello, tiró hacia atrás para levantarle la cabeza y sacar su polla de la boca de esta, mientras que Cielo, más que sentir dolor por el tirón, sonrió como si acabara de tener un orgasmo.
—Móntame puta —ordenó Quike.
—Sí amo —balbuceó Cielo a causa de tener la boca llena de saliva y líquido preseminal.
Quike se acostó sobre el sillón con su polla bien erecta sobresaliendo como un faro.
Cielo, sin perder su sonrisa boba, se montó sobre su padrastro, primero acariciando esa verga con sus firmes nalgas para excitarlo un poco más y después, la tomó con su mano para apuntarla a su cueva y dejarse caer sobre ella para llevarla a lo más profundo de su interior, tarea bastante fácil gracias a la constante lubricación que horas de lavado cerebral le habían ordenado que tuviera mientras estuviera en su estado de esclava.
Quike por su parte disfrutó de sobremanera todo el camino que hizo su verga desde la entrada de la vagina de su hijastra hasta casi tocar su útero, como el tronco de su polla se deslizaba por esas paredes cálidas y húmedas que le apretaban como un puño y luego la sensación de las nalgas de su hija sobre sus piernas.
Pero el esclavizado cerebro de Cielo sabía que debía seguir complaciendo a su macho, así que empezó a dar saltitos para sacar y meter parte de la polla de su amo dentro de ella, lo que Quike disfrutaba como una de las mejores experiencias de su vida, después de todo, ver a una antes orgullosa adolescente ahora con cara de estúpida, con sus tetas desnudas de pezones erectos rebotando como globos de agua y luego ver como su polla entraba y salía debajo del abdomen plano de esa rubia idiota… bien valía cada centavo que había invertido solo por ese momento.
Quike se cansó de tener un rol pasivo, tomó a su hijastra de las caderas para detener sus saltitos y así empezó a mover su cadera para follarla. El movimiento era tan fuerte y rápido, que Cielo olvidó que su deber era complacer a su amo y empezó a disfrutar del tratamiento, al punto de que jadeaba como una verdadera perra en celo y se pellizcaba los pezones.
—¡Así amo! ¡Así! ¡Folle a esta esclava como la puta ramera que es! ¡Así! ¡Deme más! —gritaba la muchacha presa del placer.
Pronto el orgasmo no tardó en llegar a la verga de Quike, así que tomó con fuerza la cadera de su hijastra y se clavó lo más profundo que pudo en ella y dejó que la explosión llegara con la consecuente sensación de que toda su semilla bañaba el útero de Cielo, quien al sentir el semen caliente de su padre, gruñó presa de un poderoso orgasmo.
Agotado, Quike se relajó sobre el sillón y pronto su hija, también agotada, cayó sobre él. Con la sensación de esas tetas grandes y gordas sobre su pecho bastó para volver a provocarle una erección. Miró la cara de Cielo, con los ojos rodados casi hasta atrás de su cabeza, una sonrisa boba y la lengua de fuera, jadeaba tratando de recuperar un ritmo normal de respiración. Quike sonrió y mientras le acariciaba una de las nalgas a la muchacha, empezó a maquinar qué haría a continuación con su esclava.
***
La puerta principal de la casa se abrió y por esta entró Sofía, se veía bastante más relajada luego de todo ese largo fin de semana en el SPA.
—¡Ya llegué! —anunció la mujer.
—Bienvenida —respondió la voz de Cielo desde la sala.
Sofía caminó hasta allá y se encontró con Cielo, acostada sobre el sillón y revisando cosas en su teléfono. Sin dejar de ver su perfil de Facebook, preguntó a su madre:
—¿Y cómo te fue?
—Bastante bien —dijo Sofía con una gran sonrisa—. La próxima vez deberíamos ir juntas.
Cielo sonrió y respondió:
—Seguro.
Sofía sonrió y preguntó:
—¿Y tú? ¿Cómo te la pasaste con Quike?
Cielo bajó el celular y miró a su madre.
—Bastante bien —respondió—. Hicimos algunas actividades de padre e hija y bueno… creo que ya nos llevamos un poquito bien.
—¡Me alegra! —exclamó Sofía y luego dijo—. Bueno, deja ir a buscar a Quike, tengo muchas ganas de verlo.
Y diciendo eso subió a las escaleras rumbo a la recámara para desempacar y buscar a su marido para charlar luego del fin de semana. Pero sin que ella, o incluso la misma Cielo, supiera, su hija todavía estaba realizando una actividad de padre e hija: con ayuda de un gran tapón anal, Cielo estaba manteniendo en su recto una gran cantidad de semen que la esclava Cielo muy felizmente le había ordeñado a su padrastro con el ano.
Subí a mi habitación como en una nube después de haberla visto subir a ella primero.
Ya no la veía como hacía algo más de media hora, vaya tipo, vaya curvas y vaya forma de subir la escalera balanceando su perfecto trasero. Parecía que desfilara por una pasarela de modelo, de hecho, seguro que lo estaba haciendo para mi solito y mi polla iba tomando forma. Ella me saludo desde arriba con un beso lanzado con su mano, después de pasarla por su rajita.
Caí entonces en que habíamos realizado un estupendo 69 sin que la hubiera visto desnuda, ella había llevado todo el control, salvo ponerla en la posición del 69 y no había pensado en desnudarla, solo en comerle ese divino chochito y de paso, recibir la mejor mamada de mi vida.
Tenía varias sensaciones golpeando el interior de mi cerebro, mientras subía la escalera:
Por una parte, estaba más orgulloso que un gallo de pelea. Había aguantado como un campeón y la chica se había corrido dos veces. No había fingido, en mi barriga tenía la prueba de sus corridas, me había tragado enteras las emanaciones de su flujo viscoso y sabroso, mientras el agujerito de su coñito y su culito, se abrían y cerraban compulsivamente, y su pepitilla palpitaba compulsivamente. No había duda, se había corrido como toda una mujer.
Por último, estaba lo de mi matrimonio y mi familia. Si me llegan a pillar mi mujer o mi hija no quiero ni imaginar lo que habría pasado con nuestra economía familiar y la situación ante mi hija me hacía sentir un temblor que no había sentido cuando Anita me comía la polla.
Entre en la habitación donde dormía mi mujer plácidamente y me desnudé, el aire acondicionado estaba apagado porque a mi hija le resfriaba y hacía un calor de verano importante, que abajo no habíamos sufrido porque allí el aire acondicionado estaba en marcha mientras estuvimos.
Como tenía por costumbre me acosté desnudo, a pesar de que mi mujer me reñía porque le preocupaba que las niñas necesitaran algo y entraran, y me encontraran en pelotas.
Estaba muy excitado pero no me costó dormirme, supongo que los nervios me habían agotado bastante. Estaba entrando en el sueño profundo, cuando noté que mi polla se humedecía, era muy agradable y pensé que era un sueño húmedo y caliente.
Pero era demasiado real e intenso y al despejarme y abrir los ojos, aunque la habitación estaba a oscuras, la led del reloj despertador y los móviles cargando, me dejaron ver entre penumbras que Anita me estaba chupando la polla con verdadero entusiasmo, con mi mujer durmiendo a mi lado a menos de un metro.
No me atreví a decir nada, solo le levanté la cabeza y tomándola por la barbilla la acerqué para preguntarle qué hacía, pero ella me besó de una forma increíblemente sensual. Su lengua era tan carnosa como su chochito y besaba como nadie mi había besado nunca. Me recordaba aquellos primeros besos de mi pubertad, en los que dar lengua era triunfar sin paliativos.
Acercó sus labios a mi oreja izquierda y me susurró – No quería dejarte con ganas de terminar lo que hemos empezado
– ¿Qué dices cielo? Estoy súper bien.
– Esta no me engaña, mira cómo está. Y cuando estábamos abajo, después de correrte, ya volvía a estar así.
– Pero estás loca, nos pillarán y no veas que follón.
En ese momento mi mujer se movió diciendo – ¿Qué pasa, qué estás diciendo?
Mi voz grave no se llevaba bien con los susurros. Anita se escondió detrás de mi cabeza y mi almohada.
– Nada, debía estar hablando en sueños.
Haciendo voz pastosa de estar dormido
– Pues cállate ya y déjame dormir.
A todo esto, Anita me estaba besando la oreja y, después de un rato me dijo muy bajito, con el tono más provocador, sensual, atractivo, embaucador e irresistible
– Baja cuando puedas, te espero en el salón. Pondré el aire, hace mucho calor y los dos estamos muy calientes.
Salió tan sigilosamente como entró y yo esperé a oír que Vicky estuviera bien dormida, no se había llegado a despertar del todo y, en todo caso, estaba empalmado y no era una ocasión que pudiera desperdiciar. Igual no se volvía a repetir algo parecido en la vida. Una joven modelo a mi disposición, era algo que no esperaba y no lo dudé.
De puntillas, cogí en la mano las dos piezas del pijama que casi nunca me ponía, salvo que bajara a media noche a tomar algo, pero que mi mujer siempre dejaba plegado bajo mi almohada, y salí en cueros y descalzo de la habitación.
Y así llegué al salón que estaba a oscuras y en penumbra por la luz de la luna llena que entraba por las grandes cristaleras. Desafiante, encendí la luz más tenue y allí estaba la diosa, acostada a lo largo del sofá. Al verme desnudo y con la polla bien dura y erguida, se levantó orgullosa y se bajó sus shorts de una forma tan sensual que la polla me dio un brinco que me preocupó, solo faltaría que ahora me corriera rápido, ya no estaba tan desconcertado como hacía un par horas. Después se fue abriendo los botones de la parte superior de su pijama, y aparecieron los senos más perfectos que hayáis visto. El pezón rosadito y salido, duro, pequeño, pero con un relieve perfecto. Apetecible y tentador.
Sin haber cumplido los 18 ya estaba totalmente formada como mujer, con una delgadez natural sin esfuerzo alguno y tan elegante como sublime. Quince años después, sigue siendo un pedazo de hembra, pero ahora esta delgada gracias a las dietas que la tienen algo desquiciada.
Cerré la puerta del salón y me acerqué hacia ella, antes de que llegará hasta ella y antes de pronunciar yo una palabra me dijo: – Te he mentido.
– ¿Cómo? ¿En qué?
– No he subido para dejarte totalmente satisfecho.
– ¿No, pues?
– He subido porque (mientras se acercaba tomando mi mano derecha) mira cómo me tienes.
Estaba totalmente empapada, mojada es poco.
La besé intensamente, fui bajando y me comí a besos, lamidas y suaves chupaditas esos pechos perfectos. Me arrodillé y le chupé ese maravilloso coñito rubio hasta dejarla solo húmeda. Estaba riquísimo, el de mi señora no tenía mal sabor, pero ella lo tenía delicioso. No me había comido nunca un chochito de 18, igual todos eran así, el más joven que había probado tenía 22 y hacía mucho de ello, tampoco estuvo nada mal, pero este era un manjar.
Ella me tomó la cabeza y me empezó a besar, chupando los restos de sus fluidos. Bajé la mano y tomé un poquito de los fluidos que no cesaban de manar y se lo llevé a la boca, chupó los dos dedos con verdadera pasión, estaba claro a ella también le gustaba su propio sabor.
Fue ella la que se puso en cuclillas para empezar una nueva mamada de mi polla, y de nuevo la suavidad con la que lo hacía, me permitía no correrme y disfrutar de ello lo más posible.
Al rato, tras algunos brotes preseminales que ella degustó encantada, me cogió por el rabo y me llevó al sofá, haciéndome acostar.
Allí estaba yo, acostado con la cabeza en el respaldo del sofá esperando a ver que hacía la diosa que tenía de pie ante mí.
Anita pusó una rodilla a cada lado de mis caderas y empezó a bajar su rajita sobre mi polla, se frotó la pepitilla con la punta de mi glande, y poco a poco, se la fue metiendo hasta el fondo. La lentitud no era porque costara, estaba tan caliente, suave y mojada que la polla resbalaba hacia dentro como si nada. Iba despacio porque estaba disfrutando, suave y lento como sus mamadas.
Sin sentirme apretada la polla, parecía que la llenaba totalmente, ello sin tener una gran polla. El interior de su chochito era tan carnoso que se adaptaba perfectamente a la polla que fuera creo, y yo notaba sus paredes carnosas, suaves, mojadas y calientes, frotar mi polla totalmente, cuando Anita empezó a bombear, suave pero continuamente.
Como no tenía claro si iba a resistir mucho, empecé a rozarle, con sus propios flujos que llenaban mi pubis, muy suavemente el clítoris que estaba totalmente salido de su capuchón, absolutamente excitado y erguido.
En un par de minutos Anita estaba gimiendo descontrolada, y yo no pude aguantar ni un segundo más. Mostré intención de apartarla para correrme fuera, pero ella apretó fuerte el trasero y empezó a cabalgarme mientras continuaba corriéndose. Y yo empecé a follármela con todas mis fuerzas al compás de sus bombeos, metiéndosela hasta los huevos.
Menuda corrida. Creo que nunca había tenido la sensación de eyacular con tanta potencia, salvo, tal vez, una vez había llegado más allá de los dos metros.
Poco a poco fuimos parando y se acostó con sus duros pecho sobre mi pecho. Y la abracé como si fuera el amor de mi vida.
Nada importaba en ese momento, solo tener en mis brazos a la diosa que se había corrido conmigo como nadie hasta ese momento.
Pasados unos segundos, menos de un minuto, empecé a sentir de nuevo el miedo a ser pillado, sensación que no existía durante la faena. Pero ya acabada, pensaba que si habíamos tenido la suerte de no ser interrumpidos, para que prolongar el riesgo.
– ¿Qué hacemos? – le pregunte. – Hasta ahora hemos tenido mucha suerte Anita, pero deberíamos aprovechar que no nos han pillado para vestirnos y sentarnos cada uno en un sofá, por si baja alguna de las dos. ¿Te parece bien?
Sin decir nada, sacó mi polla de dentro suyo, no quedaba mucho de lo que era hacía un rato, estaba chiquita y me dio un poco de vergüenza. Se pasó dos dedos por la rajita y sacó un goterón de mi leche y sus flujos, los llevó a su boca y relamió los dedos. Volvió a tomar y me los puso a mí en la boca, los bebí, ya no estaba tan rico, tenía el sabor amargo de mi esperma mezclado con el néctar de sus flujos. Pero no dejé rastro.
– Habrá que limpiarlo – Dijo.
Y se puso a relamer mi polla enterita, mi pubis, los huevos, la parte interior de mis muslos, me dejó reluciente. Hasta lamió mi ojete del culo, lo que nunca nadie me había hecho, porque hasta allí había llegado su flujo y mi esperma.
El sofá de piel estaba bien engrasado. Tras ponerme el pijama, fui a por un trapo de cocina para limpiarlo y, entrando al salón, vi una mancha viscosa en el suelo, eran los jugos que Anita había derramado cuando estaba mamando mi polla de cuclillas. Menudo charlo el de la tímida niña.
Ya se había vestido, con su escueto pijamita y me miraba como un perrito juguetón.
– ¿Y ahora qué hacemos?
– ¿Qué qué hacemos?, habrá que dormir algo ¿o no piensas dormir cielo?
– Pero es que tendré que tomar algo para no quedarme embarazada ¿No?
– ¿Cómo? ¿No estás tomando nada?
– No, no suelo tener relaciones.
– ¿Qué podemos hacer? – Pregunté absolutamente sorprendido.
– Tomar la pastilla del día después.
– La tienes aquí.
– Que va. Habrá que ir a la farmacia e urgencia.
– ¿Pero no es la del día después?
– Dicen que mejor tomarla cuanto antes.
– ¿Tenemos que salir ahora a las tres de la mañana?
– Sería lo mejor.
Me puse a pensar y le dije que subiera a vestirse y bajara.
Subí a mi cuarto y con el máximo sigilo, me puse un chandal y me calcé unas deportivas.
– ¿Qué estás haciendo? – Me preguntó mi mujer.
– He bajado a tomar un vaso de leche y me he encontrado a Anita llorando en la cocina.
– ¿Qué le ocurre?
– Pues parece que tiene una migraña terrible.
– Pues dale un ibuprofeno o un nolotil o yo qué sé.
– Ya le he ofrecido, pero me ha dicho que solo toma un tipo de pastillas que siempre lleva encima, y que se las ha olvidado.
– Ahora bajo.
– No mujer, yo ya estoy vestido, vamos a buscar una farmacia de guardia y vuelvo.
– ¿Vais los dos?
– Parece ser que es una receta de la seguridad social y solo se la dan a ella.
– Vaya panorama. No tardes que mañana no valdrás para nada.
– Ok
No le di un beso por miedo a que oliera los flujos de la diosa o el esperma de este tarado. Porque tenía razón la cría, no había pasado mucho rato cuando ya estaba loco por ella.
La noche no había acabado.
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Un comentario
por favor por lo que más quiera sácamela por favor se lo imploro pero el le dijo no puedo mi amor tenemos que seguir para que te puedas a acostumbrar a mi verga Nnnooo SEÑOR SAQUEMELA PORFA ME DUELE MUCHO NO SEA MALO ME DUELE
Siiii papiiii!! Yo soy su putaaa!! Soy su putitaaaaa!! soy su mujerrrrrr!!,,
–Ahhhh…siiiiii…ricoooooo…papiiiiii!!…–Te gusta cómo te la meto pendejaaaaa!