Martina era toda una mujer, mi amor, mi vida, mi mundo
Nos habíamos conocido por un amigo en común, en verdad era amiga de una amiga, que a su vez era amiga de un amigo mío, cosas de la vida, y solo se daría, se alinearían los planetas
Ella se me hacía muy bonita a mis ojos, del tipo de mujer que me atraen, cabellos rubios, ojos claros, piel blanca, un rostro muy bonito, estilizada, delgada, y en ese primer golpe de vista, un enfundado vestido rojo con zapatos al tono, me dejaron saber que ella cuidaba las puertas del mismo infierno
Era cierto, Martina era más una chica sacada de un burdel que de un convento, era terriblemente incansable en la cama y me daba más gustos de los que merecía
No es que me quejara, pero nuca quise saber de su pasado, porque seguramente me hubiera sorprendido y de saber algunas cosas que imaginaba tal vez no hubiera podido aceptarla, y mis prejuicios y celos, hubieran conspirado contra mi amor hacia ella
Pero no me enamoraría solo de una chica bonita, no, Martina era auto suficiente, empoderada, sabía lo que quería y sabía cómo conseguirlo, ambiciosa, le gustaba el dinero y el poder, tal vez demasiado, cierto, pero nadie es perfecto
Así que solo prefería poner el contador a cero al momento de esa primera vez, no me interesó averiguar a cuantos se la había chupado, porque, por cierto, yo no sería el primero, ni tampoco saber las cosas que podría haber hecho por ambición
Puedo decir, que formamos un lindo equipo, Martina y Brian, Brian y Martina, responsabilidad, amor, sinceridad, cincuenta y cincuenta, sin secretos, sin mentiras, situaciones que me sabían importantes a la hora de levantar nuestra familia, ladrillo por ladrillo, sobre sólidos cimientos
Llegaría Bruno, el primogénito, al poco tiempo Brisa, la pequeña y ya con el varoncito y la niña dimos por cubierta nuestra cuota de paternidad
Habíamos pasado los treinta, yo me acercaba a los cuarenta y ella llegando a los treinta y tres, todo era perfecto, nuestro mundo era perfecto, tenía todo lo que siempre había deseado tener, una esposa y compañera durante el día, una perra en la cama por las noches, me sentía realizado como esposo y como padre, tenía un empleo magnífico, ella también era feliz en suyo, aspirando a una prometida gerencia, y me llevaba de maravillas con toda la familia, la suya y la mía, nadie tenía ningún problema de salud que me quitara el sueño, habíamos cumplido el sueño de la casa propia, podíamos vacacionar dos, tres y hasta cuatro veces al año, su coche, mi coche, qué más podía pedir?
Algo podía fallar? nada podía fallar…
Y llegaría ese maldito viaje al sur…
Verán, el sur de Argentina, entre tantas cosas, típicamente es un sitio que está preparado para el turismo extranjero, y justamente, un sitio muy buscado por sus paisajes, y llegan personas adineradas de muchas partes del mundo. En general, todo se cotiza y se paga en moneda fuerte, por lo cual, para nosotros, los nativos es casi imposible pensar en esos destinos, puesto que nuestra depreciada moneda hace todo cuesta arriba
A pesar de todo, Martina quería conocer esos lugares, eran esos deseos a cumplir antes de morir y en verdad yo compartía su idea, aunque sabíamos que no podíamos costearla, a pesar de que ambos tuviéramos un buen empleo
Yo lo hacía por mero interés turístico, pero Martina, en el fondo, su ambición la llevaba a querer codearse con ese nivel de gente que estaba por arriba del nuestro, aunque ella no quisiera reconocerlo abiertamente, para ella, todo lo que tenía no parecía ser suficiente y parecía vivir infeliz rodeada por todo lo que tenía
La fortuna de una ruleta de casino alguna noche estuvo de nuestro lado, habíamos ganado unos cuantos pesos y supimos retirarnos a tiempo, no éramos jugadores compulsivos, pero cada tanto nos gustaba ir a ‘tirar unas monedas’
Y con plata en mano sentimos que esos billetes caídos del cielo solo nos estaban dando esa oportunidad que ella tanto había soñado, al menos nos alcanzaba para los vuelos y parte de la estadía, sumamos unos ahorros que teníamos, pedí un corto crédito en mi banco de confianza y en un abrir y cerrar de ojos estábamos preparando las maletas
Dejamos a los peques con mis suegros, solo sería una semana, y nos despedimos con angustia en el embarque del aeropuerto, no es fácil dejar a los polluelos, aunque sea en la familia, aunque sea solo una semana
Cuando llegamos, notamos los paisajes espectaculares y nuestras pupilas nos dejaron saber porque el lugar era una mina de oro que atraía a los turistas extranjeros como un imán, y también notamos que nuestro nivel económico ‘acomodado’ en comparación con el resto de la población, no estaba a la altura en un sitio así, pero, sin embargo, era el círculo en el que mi mujer deseaba vivir
Pasaríamos el primer día sin muchos sobresaltos, excursiones a los cerros nevados, conocer, una cena romántica en el hotel y no mucho más, y el segundo día parecía ser un poco más de lo mismo
Esa noche, tuve la maldita idea de hacer una ronda por el casino del lugar, estaba a no más de dos cuadras del hotel y tal vez podríamos tentar a la suerte.
Nos vestimos muy formales, casi lo mejor de lo mejor dentro de nuestro equipaje y como casi de costumbre fuimos por un puñado de fichas a la ruleta
Dimos algunas vueltas y solo le dije que me esperara un poco, puesto que necesitaba pasar por el baño, dejé a Martina con las fichas en la mano, solo observando en una de las mesas aguardando por mi regreso.
Fui al baño, me entretuve en el camino con los detalles de los decorados y algunas cosas que llamaron mi atención, porque nunca había estado y posiblemente nunca volvería a estar en un sitio de tan alto nivel, donde se respiraba a dinero en cada rincón
A mi regreso, para mi sorpresa, Martina no prestaba atención al juego, no, ella estaba charlando muy plácidamente con una chica morena, como amigas de toda la vida, me fui acercando y en ese acercamiento noté que esa mujer jugaba en ‘otras ligas’ por su vestido, por su perfil
Nunca supe cómo había empezado el diálogo, solo me enteré que era española, estaba de turista, no era la primera vez que venía y no sería la última, era ‘guapa’, y se llamaba Concepción, aunque podía llamarla Concha, o Conchita, como todos la llamaban, y claro no pude evitar la risa disimulada y la maldad en su vocablo al saber lo que significa eso en este lado, en Argentina
Martina también hizo mofa de la situación y bueno, solo nos quedamos charlando un poco hasta que José, su esposo, con fuerte acento de la madre patria, se sumó a la charla
Sin querer nos habíamos acoplado a una pareja de nuestra edad, compartimos juego, palabras, y algunos tragos
Lo curioso, que llamaría mi atención, es que Martina y yo habíamos quebrado al poco tiempo de llegar, y a José no le importó poner un montón de dinero para disfrutar entre cuatro, hasta que solo no quedara nada, como todo tirado en horas por el inodoro
Casualmente paraban en el mismo hotel que nosotros, nos separamos en le recepción, ellos paraban un par de pisos por encima del nuestro, donde estaban las habitaciones mas costosas
Al día siguiente, ellas ya habían acordado en salir a conocer lugares los cuatro juntos, a mí me molestó un poco, por las decisiones unilaterales e inconsultas de mi mujer, pero ella era así y no lograría cambiarla, intuí que ella vio en esa pareja una luz al final del túnel para pertenecer a la elite que siempre había querido pertenecer
La pasamos bien, no voy a negarlo, y al tercer día juntos, ya parecíamos conocidos de toda la vida.
Cuando esa tarde Conchita nos invitó a una cena ‘para gente de categoría’ en verdad no interpretamos de que se trataba, solo que estábamos a las puertas de entrar a ese círculo del que nunca habíamos sido parte
No sería un viernes como todos, mi mujer estaba como poseída, en lugar de la salida programada a uno de los lagos más hermosos del mundo, fuimos a la zona comercial a comprar las mejores prendas que pudiéramos conseguir, de malas ganas invertí en un nuevo traje y ella después de deambular por miles de opciones se inclinó por un vestido ajustado y ceñido, de hombros descubiertos que la hacía ver muy tentadora
Llegamos puntuales, en la recepción tomaron nuestros abrigos y nos dieron unas copas de champagne, José y Conchita nos recibieron, fue raro que el la tomara a Martina por el brazo y Conchita hiciera lo propio conmigo, nos presentaron a personas de su nivel, hombres, mujeres, todos contemporáneos y que se veían impecables
La atmósfera era rara, o sea, intuía que algo no estaba bien, estaba un tanto incómodo y no sabía el motivo
Sin embargo, nos sentamos a una interminable mesa donde entre falsas risas escuchábamos las locas maneras en que la gente quema el dinero sin importar, haciéndonos sentir un tanto miserables en nuestra propia tierra
Llegó el postre, algunos fumaban habanos, otros tomaban el mejor whiskey, hasta que una de las mujeres, que oficiaba de anfitriona, hizo sonar una campanilla de mano para atraer la atención y dejó saber que había llegado ‘la hora de jugar’
Martina y yo nos miramos sin entender mucho, pero el servicio de mesa pasó repartiendo uno a uno de los presentes algunos coquetos antifaces, muy femeninos y muy masculinos según el caso
Los comensales comenzaron a dispersarse, busqué a José con la mirada para que me explicara, pero no pude localizarlo, sin embargo, Conchita nos tomó por sorpresa y dijo en un español algo como
No temais!, vamos, hora de divertirnos!
Tomó a mi mujer por la cintura, y yo fui por detrás, subimos por unas escaleras y llegamos a un cuarto, ella nos hizo pasar y cerró la puerta tras sus pasos, nos dijo que lo único prohibido era quitarnos los antifaces.
Noté que no estábamos solos en ese lugar, ya había tres caballeros en silencio, a un lado
Conchita hizo que mi mujer se sentara en uno de los sillones individuales y ella vino conmigo a uno de mayores dimensiones, la situación de que hubiera una cama de fondo y que Conchita se pusiera demasiado íntima conmigo, incluso buscando colar su mano bajo mi camisa, me dio la real idea de cuál era el juego propuesto
Solo esperé la reacción de Martina, solo un gesto, solo una mirada, solo una palabra y hubiéramos salido corriendo de ese antro de prostitución, pero para mí triste sorpresa ella parecía no estar molesta por lo que estaba viviendo, y para ser honesto, había bebido tanto alcohol que no parecía estar en total control de la situación
Uno de los tipos casuales que se encontraba ahí se acercó a mi mujer, soltó los botones de su camisa, luego bajó sus pantalones y una envidiable verga dura quedó desnuda, mierda, sí que era grande, esperé que Martina me mirara a los ojos, pero pareció olvidarse de mi presencia, solo se acomodó mejor y ya, empezó a chupársela muy engolosinada, profunda, como si fuera lo último que haría en el mundo, comprendí que ella lo estaba disfrutando, yo lo estaba padeciendo
Conchita empezó entonces a besarme, me dijo que podía tomar lo que yo quisiera tomar, y que solo debíamos divertirnos, que me relajara, que fluyera
La propuesta jamás dicha con palabras era clara, Conchita y yo seríamos espectadores y nos calentaríamos y tendríamos sexo, viendo como esos tres extraños se cogían a mi mujer, claro, si es que ella se sumaba al juego, y fue obvio de que lo haría, ya lo estaba haciendo
Martina se vio presa de esos extraños que empezaban a rodearla, y los antifaces nos daban un toque de intimidad mezclada con perversidad, otro de los tipos reemplazó al primero, también dejó que ella se la chupara, mientras el tercero fue entre sus piernas, para colarle las manos bajo el vestido y con trabajo, quitarle las medias de nylon negras y la ropa interior, para luego naufragar en la intimidad de mi mujer que se dejaba poseer sin el menor pudor
Conchita me hablaba al oído, me preguntaba si me excitaba lo que estaba viendo, mientras me acariciaba mi verga dura aun protegida por mi pantalón de vestir. También me decía que esto era como un juego, y solo se trataba de jugar
La mujer española intentaba sin demasiado éxito que yo disfrutara de lo que estábamos viviendo, nos habíamos metido en una orgía de ricos y para ellos parecía normal, pero para mí era demasiado
Sin embargo, Conchita pareció empecinada a hacer su trabajo, ella había soltado la hebilla de mi cinto, había soltado el pantalón de vestir y había logrado desnudar ‘mi polla’, como ella le llamaba, se había inclinado de lado y había empezado a chupármela
Uno de los extraños se sentó a un poco más de distancia, sobre la cama, Martina fue sobre él y empezó a cabalgarlo y se mostraba muy puta, Conchita hizo lo propio, se sentó sobre mí y sentí mi pija invadir su intimidad, ahora ella con su cuerpo, se interponía en mi visión y perdía de mi alcance a mi mujer y trataba sin éxito encontrar su lugar
La mujer con la que estaba teniendo sexo, me gemía en el oído y me decía que ella recibía lo mismo que recibía Martina de un extraño, si eso me ponía.
Me quité de encima a esa mujer, y Conchita, notando que estaba molesto fue entre mis piernas para seguir chupándomela, entonces volvería a ver a mi esposa y me llevaría una sorpresa, no solo se la estaban cogiendo, un tercero al mismo tiempo se la daba por el culo en una doble penetración muy pornográfica
Ella parecía perdida entre gemidos de placer, en algún momento su rostro giró a mi lado, y pude hacer contacto visual con ella a través de nuestros antifaces, y la perra solo me regaló una sonrisa, justo en el momento en que el amante que aún quedaba libre le metía su pija en la boca.
No conocía a Martina, como si no fuera suficiente tener todos sus agujeros invadidos, aún tenía resto como para chuparle la pija para que yo viera, noté que no era su intención que él gozara, sino que yo lo hiciera por la forma puta en que se lo hacía
Solo no podía, y Conchita dio por terminado el juego, se cansó de querer meterme en clima, pero no era lo mío, solo estaba molesto, y ella me dijo que era un ‘gilipollas’ y que le había arruinado la noche
Martina, al notar lo que pasaba, también abortó su juego entre machos y comenzamos a discutir, a levantar el tono y al final de cuentas, volvimos al hotel como perro y gato y así nos fuimos a dormir, cada uno mirando para su lado
El nuevo amanecer no sería diferente, no nos hablábamos, no nos mirábamos, bajamos a desayunar juntos, pero separados, la tensión se respiraba en el ambiente y así pasó casi todo nuestro último día
Por la noche, nos cruzaríamos por última vez con José y Conchita, no sería casualidad, José, quien no había estado en esa habitación, por palabras de su mujer estaba al tanto de todo lo que había ocurrido
La vedad, no estaba a gusto en esa mesa, donde mi par español con una sonrisa en los labios trataba de explicarme ‘lo normal’ de toda la situación, donde parecía que el equivocado era yo
Para peor, Conchita, que estaba a mi derecha no dejaba de tocarme la pierna por debajo de la mesa
Martina, a todo esto, solo escuchaba sin decir palabra, sabiendo que a un lado y al otro todos los dardos apuntaban en mi contra
Después del postre, mi mujer se excusó por unos minutos, tenía que ir al tocador, y poco después, José salió por unos temas de negocio por resolver, le había sonado su celular un par de veces y él lo había ignorado
Ya en la incómoda soledad en que me encontraba con la española, ella fue directa y punzante, al centro, sin rodeos, me dijo que la llevara a mi habitación, que estábamos perdiendo el tiempo
Yo no tenía intenciones de reanudar el jueguito de la noche anterior, pero ella estaba caliente conmigo y viendo que nuevamente yo no parecía ser permeable a sus pedidos dijo que forma peyorativa
Pero tío, en verdad eres un gilipollas! donde creéis que están tu mujer y mi marido en este momento? de veras te has creído el cuento del tocador y de los negocios, pero tío! debes tener unas guampas que te la pisas! en verdad eres un gilipollas!
Ella me bombardeaba con insultos, y en su español me hacía sentir un estúpido inocente
Donde piensas que están? a esta altura José le debe estar refregando el coño a tu querida mujercita! y le debe estar dando una follada para que no se olvide!
Me sentí el más estúpido de los mortales, y sentí que había estado casado con una extraña
Le dije a Conchita que me siguiera, subimos al cuarto, ella quiso besarme, pero yo no quería besos, es que yo tenía odio
Me quité la ropa con premura, ella hizo lo propio, la tomé del brazo y la llevé sobre la cama, la puse en cuatro, ella protestó porque iba muy rápido, porque era muy brusco, pero le di una fuerte nalgada en uno de sus cachetes para que se quedase quieta, las huellas de mis dedos y la palma de mi mano quedaron marcados en la blanca piel del culo de la perra, ella siguió protestando con su gracioso tono español, pero yo hice oído sordo, empecé a cogerla con todas mis fuerzas y ella empezó a gemir, que diablos, en un par de minutos ya lo había hecho, no me importaba ella, ni su placer, solo quería descargar mi frustración, seguí haciéndolo, seguí duro en su interior, rebalsando leche en cada empuje
Se la saque y apunté en su culo, ella protestó, me dijo algo como
Que haces tío? joder! a tomar por culo!
O algo por el estilo, intentó tirarse sobre la cama para salir de mi alcance, pero la retuve con fuerzas y le dije
Te la aguantas, hace desde el primer día que me estás tirando los perros para cogerme y ahora te haces la puritana?
Entre forcejeos, se la metí por el culo y la mantuve con fuerzas, siguió brincando como una potra, aun protestando por lo que hacía, entonces recibió otra nalgada, ahora del otro lado, con más fuerza, pero la disputa no duraría demasiado, cuando le llené el culo de leche me di por satisfecho, aunque sentía ese odio interno por saber donde estaba la puta de mi mujer
Me senté desnudo sobre la cama y puse mi cabeza entre mis manos, en forma reflexiva, ella a un lado comenzaba a ponerse las prendas que se había quitado, y fue el momento en que me largara un sermón que yo no había pedido escuchar, me decía que diablos me pasaba a mi, que era un inmaduro, que mezclaba el sexo con el amor y que ella y José hacía años jugaban estos juegos y que bien, se amaban más que nunca, y que yo me empeñaba en tirarlo todo por la borda, mientras Martina era el ejemplo a seguir
Esperé a que terminara de cambiarse, ya no oía sus reproches, solo me paré, abrí la puerta y la invité a retirarse, me duché y me preparé mi valija para el regreso
Eran las dos de la mañana y ni noticias de mi mujer, bajé al bar del hotel por unas copas y al regresar, aun estaba ausente
Ella llegó cuando el sol ya entraba por la ventana, naturalmente me dijo que se había quedado dormida, que la disculpara, que no había sido su intención, pero ‘la gallega’ había regresado muy enojada conmigo y se habían puesto a charlar, y palabra va, palabra viene, Conchita, José y ella habían terminado enredados bajo las sábana
No sabía porque ella me contaba esas cosas, si pensaba que a mi podría excitarme o molestarme, o tan solo para ver mi reacción y no mostrarme indiferente
Hicimos una tregua para el vuelo de regreso, para no hacer un escándalo público, pero evidentemente algo se había roto entre nosotros, al regreso, comenzarían las discusiones diarias, por cualquier motivo, por el más insignificante, aunque en el fondo, la causa estaba en ese maldito viaje, en lo que había sucedido
En la cama las cosas no fueron mejor, por el contrario, cada vez que la besaba, no podía dejar de revivir en mi mente las pijas que había tenido en la boca y todo me daba asco, no quería cogerla, ya no, y hacía cualquier cosa por evitarla
Martina me trató de pusilánime, de poco hombre, de un inmaduro y celoso sin remedio, fui el culpable de haber dejado pasar la oportunidad de pertenecer a otro nivel social
Por mi lado, le dije que era una tonta inocente que se enceguecía por el poder, y que portarse como una puta y revolcarse con cualquiera no le abriría las puertas del paraíso en el que ella quería vivir, no conocíamos a esa gente, y nosotros siempre seríamos nosotros
Sin dudas, la magia había desaparecido, nunca más sería lo mismo y un diez de octubre, Martina y yo iniciamos los trámites de divorcio, que le vamos a hacer, son cosas que pasan…
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