Tu sofá

Tu sofá, testigo de cómo nuestros cuerpos sudan por coger como locos. Ese momento en que te bajas a ensalivar mis labios vaginales se vuelve un previo (casi costumbre) para poder gozar de tu falo enorme y venoso.
Estas ahí abajo, acaricio tu cabello y abrazo tu espalda con mis piernas mientras me retuerzo de lo rico que siento tu lengua adentrándose en mí, tus dedos en el punto de mis placeres, quiero explotar y justo en ese momento me penetras, lo siento todo, hasta mis entrañas y no sabes cuánto espere por esta sensación. Comienza un duelo, mis nalgas azotan cada que entras y sales, siento como entierras tus dedos en ellas, acerco mi oreja hacia tu cara para escucharte gemir (no sabes cuánto disfruto escucharte). Nuestros sexos se mojan, nuestros latidos se exaltan, no quiero parar aun y cuando siento que muero; de fondo siempre nos acompañan tus paredes blancas con aspecto a viejo, tus plantas, tu tapete, tu música, tu espejo, esa maldita barra para dominadas que odio porque me haces creer que la instalaste para mí.
Siempre continuamos en tu cama y seguimos creando una atmosfera de deseo, nos movemos como animales, sinceramente creo que hacemos arte.
Al termino quedamos contentos, me invitas una cerveza de tu nevera (porque siempre las metes ahí), y sí, me encanta estar desnuda en tu cama, platicar y coger cada que se nos antoje, quedarnos dormidos, para despertar con un rico mañanero.