A las 5 pm, estaba discutiendo con mi esposo. Como dicen, luego de una pelea viene lo mejor. Estaba en la cocina preparando la cena cuando se me puso molesto y me empezó a besuquear. Hice la levícita de pedir que se detuviera, pero no era una petición fácil de cumplir. No obstante, seguía intentándolo; me besó el cuello, luego pasó su lengua por mi oreja. Yo no podía aguantar más, así que decidí ponerme en acción.
Me quité el sostén y empece a chuparle , suavemente a fin de calentarlo todo. Ya no podía esperar más, así que lo cogí y empecé a besarlo y a morderlo suavemente. Estábamos tan calientes que sentí que mis caderas se pegaban a él, y sus pechitos se unían a mi espalda. Desabroché su pantalón y comencé a masturbarlo mientras escuchaba su respiración agitada y apasionada.
Yo también me había bajado el pantalón y me estaba haciendo tocar por el. La adrenalina corría por mi cuerpo al pensar en todo esto. Era tan rico y excitante. Llegamos a un sinfín de poses, incluyendo algunos intentos anales que fueron espectaculares, me hice un sinfín de esfuerzos para mantenerme activa y lleno de ganas.
Fuimos al límite, más allá de lo que nadie podría haber anticipado, nos mordimos mutuamente, nos agarramos con fuerza, y la realidad se tornó una especie de sueño erótico. Sólo cuando nos dimos cuenta, ensangrentados, que ya habíamos terminado, nos dimos cuenta de que era mejor que nunca. Es un recuerdo imborrable, seguramente ninguno de mis otros amantes jamás pudo tener tanto poder sobre mí, y tal vez nunca lo encuentre. Pero ese momento, esa locura, está grabada en mi corazón para siempre.
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