Luciana tenía un esposo y veinte amantes, los cuales sabía como repartirse. ¿Su cuerpo? su cuerpo no se saciaba nunca. A cada uno de ellos, le era infiel, pero cuanto los amaba! La cornamenta del esposo era más grande que los satélites que circundaban el planeta amarillo. Y los cuernos de sus amantes eran graciosos, por su tamaño; diminutos pero relucientes.