David y Ana son una pareja de 22 y 18 años respectivamente. Ambos no se conocen hace mucho pero sin embargo la química es tan buena entre ellos que a los pocos meses de iniciar una relación decidieron vivir juntos en el departamento de él. Un hogar modesto pero con todas las comodidades necesarias, ubicado en el centro de la ciudad. En ella vivía gente de buen pasar por lo general, aunque nunca faltan los indigentes que según David: “Manchan la buena reputación de la ciudad”.
Solo tuvo una oportunidad de decir esto frente a Ana, que lo reprendió duramente apelando a su falta de solidaridad para con los que más necesitan.
Con su tono dulce le explicó que ellos dos son privilegiados y por lo tanto su deber es compartir esos privilegios con los demás o al menos utilizarlos para el bien común.
Una vez que llegó el invierno, la discusión volvió a surgir. Ya que Ana se compadecía de cada indigente que se cruzaba en su camino. Las noches de frío extremo sufría por aquellos que no tenían un hogar. David no hacía caso a sus quejas. El se sentía cómodo en el calor de su hogar. Después de todo no se lo había quitado a nadie, no debía sentir culpa.
Al día siguiente Ana se cruzó con un indigente que por la tos parecía que iba a expulsar sus pulmones. Ella no tenía mucho para dar en ese momento, solo el almuerzo que había preparado para David y para ella misma. Así que sin pensarlo se acercó y se lo ofreció. Se paró frente a él y se presentó. El indigente estaba a la defensiva y ella por suerte lo presintió. Dijo que no quería molestarlo, solo dejarle su almuerzo. El indigente la miró un rato y sonrió, tomó su almuerzo y empezó a devorarlo como un animal salvaje. La muchacha quedó anonadada, no se esperaba esa reacción.
Al terminar, el vagabundo le dijo en un español roto que tenía demasiado frío, si podía regalarle algo.
Ella una vez más se sorprendió, creyó que con el almuerzo alcanzaría, era su buena acción del día. Además, ni sus guantes, abrigo o gorro le quedarían. El hombre medía unos 30 cm más y pesaba al menos el doble que ella. Así que no quedó más remedio que compartirles su bufanda. Se la entregó, y antes de ponérsela el indigente inhaló su aroma. Ella abrió sus ojos celestes como platos sorprendida, pero a la vez no quería juzgarlo, no era de su incumbencia. Ana intentó despedirse una vez más pero el vagabundo quería probar sus límites, así que le pidió dinero para comprar algo de licor y calentar el cuerpo. Ana buscó en su cartera y le dio el último billete que le quedaba. El indigente lo tomó y pasó a ignorarla, dando a entender que ya no necesitaba nada de ella. La muchacha supo interpretar el silencio incómodo y siguió rumbo a su trabajo. La interacción fue rara y un poco incómoda, pero ella estaba contenta de que había hecho su buena acción del día. Al fin la culpa que sentía se disipó y su mente estaba en calma.
A la noche, durante la cena, le contó a David sobre su buena acción del día y, si bien, a ella se la notaba entusiasmada por el relato, el muchacho la escuchaba fingiendo interés ya que le parecía ridícula su acción. Pero esperaba que esto fuera un episodio pasajero y, de una vez, dejara de quejarse al respecto.
Al terminar David le mintió sobre lo orgulloso que se sentía por ella, halagando lo buena persona que era. Ella le ofreció su sonrisa dulce que derretiría hasta el más frío de los corazones. El muchacho aprovechó su buen humor y le sugirió que se vayan a la cama, pero Ana sabía cuáles eran sus intenciones. “Hoy no quiero” se excusó, ya que fue un día estresante en el trabajo y solo quería descansar. David le dijo que la entendía. Pero antes de dormir la muchacha sintió lástima por él y salió del baño completamente desnuda, exhibiendo su piel blanca. Su novio no lo vió venir y tuvo una potente erección, después de todo Ana era una de las mujeres con el mejor cuerpo que conocía, no sabía como estaba con alguien como él. Se acercó moviendo sus caderas de manera seductora, tomó un condón y se lo colocó en el miembro a su novio. Se aseguró que este bien duro y se montó en él. Le dio unos ricos sentones que duraron por un rato, cuando Ana noto que algo no andaba bien. David tenía una expresión nerviosa que iba empeorando con el tiempo, hasta que la muchacha paró y se bajó de él. La verga de David estaba casi completamente flácida, nada que ver a como estaba hace unos minutos.
Ella intento hacerse sexo oral, masturbarlo y meneó su enorme trasero a ver si su miembro volvia a la vida, pero todo fue en vano. Lo peor es que no es la primera vez que pasaba. Se fueron a dormir en silencio y Ana sentía una profunda tristeza en el fondo ya que creía que no era suficiente mujer para David, claramente sentía que no la deseaba. Por otro lado, el muchacho sabia que era tanto el porno que consumia que ya no lograba una ereccion con sexo comun y corriente, no era culpa de Ana pero tampoco podia decirle la razon.
Ambos dos se asustaron cuando escucharon golpes en su puerta. Les pareció raro pero David bajó a ver. Miró por la mirilla de la puerta y encontro a un hombre negro de casi dos metros tiritando de frio. Imaginaba que seguro fue a pedir comida o ropa.
Abrió la puerta y el vagabundo se presentó. Su nombre era Inzuki y venía a buscar a la señorita Ana. David abrió los ojos como plato e intentó decirle que Ana no estaba, pero la muchacha se acercó por detrás y le dijo a su novio que no pasaba nada, era el hombre del que le había comentado más temprano.
Sin consultarlo con David, la muchacha hizo pasar al indigente y lo sentó frente a la calefacción, ya que era la noche más fría del año, o eso había comentado en las noticias. Ana se dobló para encenderla y la bata que tenía se le subió un poco. Inzuki pudo tener un breve vistazo de las enormes nalgas de la muchacha, la cual después fue a la cocina a traerle algo caliente para tomar. David tenía el ceño fruncido y una expresión iracunda, claramente no estaba contento con la situación, sobre todo porque se daba cuenta de las intenciones del huésped indeseable, quien lo le quitaba la mirada de las gordas nalgas de su novia, incluso cuando Ana volvió con un café, no dejaba de mirar los pechos de la muchacha que por poco se escapaban de su bata al inclinarse. A ella le daba un poco de vergüenza pero a la vez tenía mucho miedo de juzgarlo.
Se sentaron los 3 a calentarse mientras Inzuki les contó su historia a pedido de la muchacha. Él es un inmigrante africano que vive en España hace 5 años y la vida no le fue fácil, no podía conseguir empleo y no tenía otra opción que vivir en la calle debido a la falta de oportunidades. O eso era lo que ellos creyeran, en realidad Inzuki era traficante de mujeres y tuvo que huir de su país natal o sería encarcelado de por vida, pero bajo ninguna circunstancia podía contarles eso. Al terminar su relato les pidió si por favor podía dejarlo quedarse durante la noche, aunque sea en un rincón para protegerse del frío. La muchacha asintió sin pensarlo, pero David le pidió que lo acompañara a la cocina donde discutieron.
David intentó hacerla entrar en razón, después de todo era un extraño y dejarlo en la casa mientras dormían era un peligro para ellos dos. Pero Ana se puso firme al punto de ganarle por cansancio. David fue a comunicarle a Inzuki que podía usar el sillón por esa noche y solo por esa noche, pero al otro día debía irse y buscar otro lugar. El vagabundo aceptó la oferta, pero decidió tentar a la suerte y presionar un poco más. Se quejó de que sus ropas estaban desgastadas y malolientes, le harían un favor si la lavaran y le prestaran ropa nueva. David se excuso diciendo que no podía lavar porque eran altas horas de la noche y que no tenía ninguna prenda que pudieran prestarle debido a su enorme envergadura. Ana se contuvo y en vez de reprenderlo le dirigió una mirada acusadora, para luego cambiar su expresión cuando miró a Inzuki, usando su clásica mirada dulce y cálida.
El muchacho ya al borde de la ira fue hasta su habitación y volvió con la bata más grande que tenían, la cual no estaba seguro de si sería suficiente para taparlo.
El vagabundo se metió al cuarto de baño y le dio sus ropas malolientes a la muchacha que se dirigió al lavadero. Arrugo un poco la nariz mientras iba metiendo las prendas en la lavadora una a una, pero una vez más no quería juzgarlo después de todo lo que había sufrido. Le llamó la atención como sus boxers estaban gastados en la zona genital, como si contuviera algo grande en ellos. Si bien olía mal, el hedor no era tan malo a medida que lo sentía. Era como cuando ella olía sus propios gases, un olor pútrido al cual se termina acostumbrando y hasta incluso termina gustando.
Miro que no había nadie a la vista y hundió su nariz en los calzones del vagabundo. Nunca se había sentido de esa manera, el hedor la tenía hipnotizada, un placer recorrió toda su espina dorsal. No se dio cuenta que su entrepierna empezaba a calentarse y humedecerse.
David fue por unas cobijas y cuando volvió, como imagino, Inzuki salió del cuarto de baño con la bata prestada y sinceramente no dejaba mucho a la imaginación, por suerte su piel era oscura y no había mucha luz en el cuarto más que la llama de la calefacción. Ana volvió del cuarto de lavado con una expresión calmada, como si estuviera drogada o algo. Cuando vio a Inzuki se ruborizó un poco, ya que asomaba su enorme barriga negra y casi que se veía su entrepierna. Trataba de apartar la mirada pero su curiosidad le podía más. Por supuesto que Inzuki contaba con esto y esbozo una sonrisa enorme que Ana correspondió y David odio con toda su alma. Era claro que el tipo solo quería aprovecharse en todo sentido de la bondad de su novia, estaba a punto de estallar, pero por suerte la pesadilla se terminará pronto. Le dijo a la muchacha que subiera al dormitorio para que el indigente pudiera descansar. Pero Inzuki insistió en pedirle algo más. “¿Y ahora qué?” exclamó David en voz alta. Ana lo reprendió, haciéndole notar que estaba quedando mal parado frente al huésped. David no se calló esta vez, diciendo que el vagabundo estaba abusando de su solidaridad porque era una idealista y una tonta por creer en todo lo que le decían. Ella quedó boquiabierta. Esto hirió profundamente a Ana, David a veces tiene opiniones diferentes pero tratarla así frente a otra persona era algo que nunca se hubiera imaginado. Inzuki estaba muy contento con la situación, el dueño de casa se estaba poniendo en ridículo solo, pero disimuló su felicidad y trató de calmar al muchacho. “David, yo…” llegó a decir cuando David lo interrumpió. “¿Que, ahora que vas a pedirle?¿Su culo, porque a este paso te lo dará?”
Ana miró fijamente a su novio de una manera que nunca había hecho, estaba profundamente enojada y decepcionada de él, jamás pensó que se comportaría de esa manera. Sin quitar sus ojos de él, la muchacha se dirigió al sofá donde dormiría el indigente. David cambió la expresión drásticamente, sabía que la había cagado y trató de disculparse, pero la muchacha lo interrumpió. Porque mientras el joven se excusaba penosamente, su novia se inclinó sobre el sillón y de un movimiento subió la parte trasera de su bata dejando su enorme trasero blanco al descubierto. Entre sus enormes nalgas asomaba tímidamente su vulva blanca cubierta de vellos rubios y labios rosados ahora húmedos por la anticipación. “Inzuki, te ofrezco mi cuerpo si es lo que deseas”
David esperaba que el vagabundo entrara en razón y rechazara la oferta, después de todo Ana actuaba por el enojo y despecho, claramente no estaba en sus cabales. Pero el huésped negro se deshizo de su bata y debajo de su barriga un miembro enorme se alzó entre sus piernas. “Es casi el doble que el mío” pensó el muchacho, al cual la imagen le recordaba a los actores porno que veía en internet. Solo que la cabeza de su enorme pene estaba cubierta de esmegma, después de todo hace semanas o meses que habrá tenido su última ducha. “Espera” exclamó David, pero era demasiado tarde. Sin besos, caricias o palabras de por medio, un extraño vagabundo estaba metiendo lentamente su enorme miembro negro en la vagina húmeda y caliente de su joven novia, la cual temblaba sin control de placer.
Inzuki no tardó en darse cuenta de que la entrepierna de Ana estaba húmeda y caliente hace rato, claramente estaba predispuesta, así que cada vez arremetía más fuerte y rápido su enorme miembro dentro de la jovencita. Sus gordos testículos, antes pegados al cuerpo por el frío, se iban soltando lentamente hasta colgar como dos pesadas pelotas negras que golpeaban sin piedad contra la entrepierna de la muchacha. En menos de un minuto se pudo oír un constante sonido de golpeteo carnoso y húmedo.
David no sabía qué pensar, la imagen de la verga equina del vago entrando y saliendo de Ana acelera su corazón, pero no de rabia, si no por excitación. Le tomó un rato darse cuenta de que ya se había venido encima sin siquiera sacarse los pantalones. Ese era el poder que tenía un macho como Inzuki. Su cuerpo, por más fuera de forma que este, era una máquina de dar placer sexual, los gritos de Ana y su coño expulsando humedad constantemente eran testigos de esto. No podía desperdiciar semejante espectáculo, así que abrió sus pantalones húmedos, tomó su pequeño pene blanco y empezó a masturbarse furiosamente.
A los 5 minutos la jovencita empezó a temblar y sus ojos se pusieron blancos mientras que con gemidos ahogados llegaba a su primer orgasmo de la noche. Tanto novio como novia acabaron a la vez, en lo que sería una de las mejores experiencias sexuales de sus vidas. La muchacha cayo rendida en el suelo tratando de controlar sus temblores involuntarios y el huesped negro se sento en el sillon con el miembro aun apuntando hacia arriba y sus pelotas colgando. “¡Estoy cansado!” exclamó, y ordenó a la joven que limpiara su miembro con su boca. Ella se puso de rodillas y tomó sus pelotas con sus manos y hundió su nariz en su escroto. Luego de inhalar ese aroma embriagador le confesó: “Así que a esto huele un hombre de verdad” y acto seguido empezó a lamer sus genitales como si de ello dependiera. Inzuki miró al muchacho y le ordenó que le trajera whisky, ron o lo que sea que tenga en su alacena. El muchacho se levantó y sin ponerse los pantalones se dirigió a la cocina donde encontró una petaca de whisky a medio terminar. Cuando volvió a la sala, Ana
estaba detras de su amante negro con su, ya no tan inocente, cara hundida entre las morenas nalgas del invitado. David no lo podía creer, su novia era una de las personas mas pulcras que conocia, a veces hasta se bañaba dos veces en un dia y se cepillaba los dientes después de cada comida, pero ahora no tenía problema en meter su lengua en el ano sucio y maloliente de un vagabundo extraño. Aunque la chica claramente estaba fuera de sí. Inzuki trato de ser cortes y le pregunto a Ana si queria algo, pero ella se nego y le dedico una sonrisa parecida a la de siempre, solo que su maquillaje estaba corrido y tenia mucho vello anal pegado en la cara con una mezcla de saliva y sudor. Al verla, el pequeño pene de David volvió a ponerse duro listo para masturbarse nuevamente. Y así lo hizo repetidas veces viendo como Ana exploraba su sexualidad con su nuevo compañero.
Cabalgando, de perrito como animales, en misionero. Probaron varias poses durante el rato. Ana había tenido ya 5 orgasmos, David 10 y su miembro ya no daba más, tenía los huevos secos de tanto masturbarse. Pero el que se llevaba el premio era el vagabundo, la resistencia que tenía era sobrehumana, nunca bajaba el ritmo ni disminuia la potencia de su erección. Fue hasta que Ana le pidió probar un poco de su leche que el semental se aguantó. Le practicó sexo oral como pudo dado al tamaño de su dotacion. Y cuando vio venir el orgasmo, metió lo que pudo en su boca y su garganta fue inundada de espeso y caliente semen que salia por las comisuras de sus labios. No podía respirar, las venas de su cuello resaltaban, su piel estaba colorada y caían lágrimas en sus ojos, pero el moreno la había amenazado con no desperdiciar ni una gota. Ella como buena mujer obediente lo hizo así. Ya habían pasado unas dos horas desde que todo comenzó. Ana estaba empapada de sudor de pies a cabeza, su cabello rubio estaba pegado a su cuerpo caliente y apenas podía caminar, parecía que no tenía fuerza en las piernas. Sin embargo, una sonrisa extasiada iluminaba su rostro como si estuviera caminando por el cielo.
Inzuki se fue al baño y, luego de defecar, volvió con el miembro moviéndose de un lado al otro bajo su enorme barriga negra, anunciando que la noche no había acabado aún. “¿Es broma verdad?” le respondió Ana, pero el moreno no necesito palabras para responderle. De a poco su miembro empezó a levantarse hasta quedar totalmente erecto. Y le sugirió que subieran al dormitorio para seguir ahí. Esta vez, le ordenaron a David que no subiera, ahora querían un poco de privacidad.
El muchacho intentó dormir en el sillón pero no pudo pegar un ojo en toda la noche por los gritos de Ana y el golpeteo carnoso de los huevos de Inzuki contra la muchacha.
Incluso una vecina llamó por teléfono a David para saber si estaba todo bien, ya que oía gritos, pero el joven se excusó diciendo que era una película con el volumen alto. Al amanecer, Ana lo despertó con una suave sacudida. El muchacho pensó que todo fue un mal sueño, pero vió a Inzuki salir del baño totalmente desnudo secándose el gordo culo con su toalla. Ella le explicó que después de un baño al fin iban a acostarse a descansar, así que le encargó comprar ropa nueva para el indigente, cuyo atuendo se estaba secando aun.
Las cosas no mejoraron para David, pasó poco para que Ana le confesara que ya no lo amaba más y era ahora Inzuki a quien le pertenecía su corazón y su cuerpo. Buscaron un departamento pequeño donde ambos vivirían felices. Al poco tiempo se enteró de que Ana estaba ofreciendo su cuerpo a cambio de dinero, el mismo Inzuki era quien le conseguía clientes. Además de grabar material erotico que luego vendía por internet. Al parecer le iba bien a la pareja, ya que siempre exhiben su vida lujosa. Pero eso no cambió el aspecto solidario de Ana. Que aportaba a varias caridades con el fruto de su trabajo, y siempre invitaba a su hogar a indigentes negros para tener sexo salvaje y asi generar ganacias con las filmacioes.
Este era el único canal que tenía David para saber las últimas novedades de su ex novia. Pagaba una tarifa mensual para verla tener sexo con extraños y masturbarse.
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