Ganas Desde los 13.

Y nos vimos, quedamos para comer, cuándo sé que lo único q teníamos eran ganas de comernos el uno al otro, me dió un beso en el pelo y un abrazo nada más verme, me dejé abrazar, le acaricié la espalda y sentí de nuevo la conexión al oler su pecho.

Y nos vimos, quedamos para comer, cuándo sé que lo único q teníamos eran ganas de comernos el uno al otro, me dió un beso en el pelo y un abrazo nada más verme, me dejé abrazar, le acaricié la espalda y sentí de nuevo la conexión al oler su pecho. Le miré a los ojos y de inmediato pensé en nosotros con 13 años y aquel primer beso que lo cambió todo. En aquel momento yo creía que estaba enamorada, él no, pero al besarnos supe que lo que para mí era amor, era otra cosa, aquello fue como un relámpago, pura electricidad que recorrió mi cuerpo al unir nuestros labios, lenguas, saliva como un torrente sanguíneo, así que tras aquel beso, lo tuve claro, no era amor, era FUEGO. Y después de tantos años, el fuego que sentí aquel día, volvía a arder dentro de mí en ese mismo momento.
Entramos en el restaurante, pedimos, y mientras comimos, hablamos, de muchas cosas, algunas tontas, otras más profundas, pero cada vez que había un silencio, mis ojos recorrían con deseo sus labios y sus manos, y los suyos, viajaban entre mi boca y mi escote a partes iguales, y juraría que lo hizo a sabiendas de que me daría cuenta. Me encontré cómoda, como siempre, me sentí en casa entre sus bromas y sus expresiones, siempre supo hacerme reir, aquello fue como viajar atrás en el tiempo. Sin parar de hablar, la comida y el café se terminaron, yo me fui al baño y él me recorrió con la mirada, de tal manera que pensé que derribaba la puerta del baño en cualquier momento y entraba para saciar sus ganas, yo me imaginé qué haría, y la verdad, en ningún momento me vi escapando de él. Después pagamos, él quiso invitarme con el acuerdo de que así “le debía una”, pero el destino quiso que no aceptaran tarjeta y al final pagué yo con efectivo. “A la próxima” le dije, sabiendo que intentaría evitarlo, aunque no con todas mis ganas, las ganas eran otra cosa, las ganas eran lo que me impulsaban a no separarme de su cuerpo siempre que coincidíamos. Entonces salimos del restaurante, llovía y en la misma puerta me propuso llevarme, él había venido en coche y yo a pie, así que era lo más sensato…o no, porque en mi mente se cruzaron dos pensamientos, el primero que me vino a la cabeza fue que no llovía tanto como para mojarme y además, estaba relativamente cerca de casa, y el segundo, que nuestros cuerpos dentro de un coche suponía complicarme mucho la vida. Pero acepté, como no, y nos dirigimos rápido hacia el parking, al abrir la puerta de entrada, se pegó a mi cuerpo, instintivamente me giré y nos abrazamos, sé que ambos necesitábamos el contacto, sentí sus brazos apretando mi cuerpo y su pelvis empujandome contra la pared, levanté la mirada para hablarle, para decirle que no podíamos, pero ya era tarde, nuestras bocas entre abiertas y la mirada que nos cruzamos sentenció aquello.

…dejándome arrastrar por las ganas, volviendo a encontrarme con esa parte de mí que solo él era capaz de despertar.

Diría que dejé de ser yo, pero la verdad es que esa era yo, dejándome arrastrar por las ganas, volviendo a encontrarme con esa parte de mí que solo él era capaz de despertar. Así que allí estábamos, con algunos años más, pero besándonos como el primer día, tan fuerte y salvajemente que me dolía, a bocados, sin poder parar de hacerlo y sabiendo cómo acabaría todo aquello. Su mano apretando mi culo y la otra en mi nuca me hicieron sentir atrapada, y en aquel momento me sorprendió la velocidad de la humedad recorriendome el coño, aunque lo cierto es que aquello solo fue el colofón, ya que llevaba exitandome durante toda la comida. Así que avanzó, tomó la iniciativa y prácticamente llevándome en volandas, llegamos a su coche. Y me sentó en el capó para empezar con una de sus deliciosas torturas, primero se detuvo en besarme detenidamente en el cuello, luego bajó a mis tetas, que ya asomaban por mi escote desde el magreo en la puerta del párking, lentamente, intercalaba miradas con besos y lametones en mis pezones, yo quise acercarme para besarle y así recuperar un poco el control, pero era imposible, me agarraba con fuerza y el placer que sentía en aquel momento me paralizaba. Su mano derecha apartó hábilmente un lateral de mis bragas y cuando me acarició el clítoris, comprobó mi humedad y dijo: “joder pequeña, ya estás lista, cómo me pones así de mal, eres tu, que estás hecha para mi”. Entonces me folló fuerte con los dedos y justo cuando me palmeaba el clítoris con la muñeca, no pude más y me corrí. Lo sabía, él sabía que con sus manos no puedo, que cuando siento sus dedos dentro de mí, me gusta tanto que me muero de placer. Las últimas veces así había sido, en sus manos había dejado fluir todas mis ganas porque joder, cómo me hacía perder el control con ellas. Así que al verme gemir dijo: “esta vez me vas a ganar tu, eh?” Y sentí que me corría con su sonrisa, torció la boca como solo él sabía hacer y me dejó k.o. Tras unos segundos sacó la mano, y mientras se chupaba los dedos uno a uno me miró y dijo: ¿me toca, no?.
Así que me incorporé tan rápido como pude y le besé, me invadió el sabor de su saliva, mezclada con el sabor de mi sexo, y cómo le conocía bien, supe de inmediato qué era lo que quería. Él también estaba listo, ya desde el primer beso, me estaba acercando tanto la pelvis que sentía su dureza chocar contra mi coño aún palpitando. Le desabroché el pantalón y le acaricié, él me besó el cuello y dijo: “sigue pequeña, me vuelves loco” y oír aquello fue gasolina para mí, que me agaché atropelladamente para meterme su polla en la boca, se la estuve comiendo un rato, me deleité, él decía palabras que no recuerdo y resoplaba al mismo tiempo hasta que se metió la mano en el bolsillo del pantalón, sacó un condón y lo abrió con la boca con bastante maestría. Yo le miré sin parar de chupar, pero me hizo un gesto con la cara para que me incorporase, y en ese momento ya sabía que ahora iba a follarme a cuatro, porque quería correrse y le encantaba hacerlo así. Me levanté, me di la vuelta y me subí el vestido, él me quitó una pierna de las bragas y me dejé caer sobre el capó, le vi acariciarse antes de ponerse el condón y solo unos segundos más tarde incliné el culo hacia arriba para hacerle más facil la entrada. Me embistió, le escuché gemir, y mientras me penetraba decía cosas como: “joder tía que gusto, siempre sabes lo que necesito, me quiero morir follandote”, aquello más me provocaba y yo más cerda me ponía, más le miraba y más quería verle así, completamente desencajado. Hasta que apreté los muslos con la intención de contraer los labios del coño y hacerle flipar, entonces dijo: “ostia, que apretada estás joder, me voy a correr ya, aquí en tu coño”. Le sentí vaciarse, y con las sacudidas que dió su polla dentro de mi, me vi empujada a correrme de nuevo. 2-1.
Se recostó en mi espalda, me apartó el pelo y me besó el cuello y yo necesité unos segundos para respirar aquello, la puta locura que me parecia follar con él, era de otro planeta, y sí, yo también quería morirme follandole.
Me ayudó a levantarme, salió lentamente de mí y se quitó el condón, caminó unos pasos hasta la puerta, abrió el coche y lo envolvió con un kleenex que sacó de la guantera y yo le seguí hasta que con su clásica media sonrisa me dijo: “entra, anda…”.

Y entonces dijo: “déjate de ostias que me muero de ganas de comerte el coño, vamos atrás”

Me senté en el copiloto y me recompuse como pude, puso el aire acondicionado y eso me reconfortó, subió el volumen de la música, (sonó “comerte entera” de C.Tangana) me pasó una botella de agua y bebí, luego bebió él. Hablamos del polvo, joder qué bien se nos había dado, me puso un 9, me penalizó por no hablar y yo a él otro 9, penalizándole por precisamente lo contrario. Hicimos el tonto un rato, que si “me pone tu ropa interior, me hipnotiza tu olor”, recordamos la última vez, etc, hasta que nos besamos con cariño y al separarnos me dijo: “¿me vas a dar un segundo round?, anda va, que sé que tardaremos hasta la próxima…” Y le dije que no por impulso, aunque le miré con descaro, pensando en que seguía estando cachonda y que si me lo pedía otra vez, accedería. Y entonces dijo: “déjate de ostias que me muero de ganas de comerte el coño, vamos atrás”, a mi me volvía loca su naturalidad, así que me reí, le aguanté la mirada y me bajé lentamente las bragas mientras me mordía el labio inferior. Resopló, salió del coche, abatió los asientos traseros y vino hasta mi puerta, la abrió, me cogió la mano y me llevó atrás, entró en el coche, se quitó la camiseta y se tumbó, con la mano me indicó que me sentara sobre su cara, así que me quite el vestido y lo hice. Empezó a hacerlo suave, lamiendo con detenimiento mis labios y mi clítoris, separó con los dedos la entrada e introdujo la lengua, la movió de arriba abajo sin parar, gemí y acerqué mis caderas un poco más a su boca, resoplé, le miré y sonrió con los ojos, me estaba torturando, inundé su boca con mi humedad y tuve que decirle que me follara como solo él sabia. Le sentí reírse orgulloso allí dentro, en mi sexo, y al mirarme tan cómplice, me hizo reir a mi también, estaba en casa, para mí él era la confianza plena que implica la amistad, me había visto crecer y en tantas facetas de mi vida que a pesar de estar desnuda e hipercachonda, allí reinaba la naturalidad. Así que me separé y me tumbé a su lado, él se incorporó y entre los asientos delanteros accedió a la guantera, de dónde sacó un condón (de fresa) y me lo dió, “ponmelo tu, dame ese gusto, luego te juro que te follo hasta que revientes de gusto, te voy a partir como una galleta”, solté una carcajada antes de abrirlo, me lami la palma de la mano y le masturbé, la tenía muy dura y le vi poner los ojos en blanco, así que seguidamente intenté ponérselo con la boca, nos reimos porque fue un desastre, me ayudé con la mano para acabar de colocarlo bien y cuando estuvo, le miré esperando a que me pidiera cómo quería que me pusiera, pero me miró y dijo: “ponte como quieras, quiero tenerla dentro ya”. Me senté enfrente suya, abrí las piernas y recliné un poco la espalda en el asiento, él se arrodilló enmedio y cuándo tanteó mi entrada con la polla me mordí el labio, eché la cabeza hacia atrás y asentí, él respondió empujando lento, se acercó a mi hasta que pude sentir su respiración en mi oído y agarrando las hombreras del asiento dónde yo estaba apoyada, empezó a follarme sin control. Yo no pude más que apoyar una mano en su hombro y la otra en sus nalgas, Oh Dios que gusto, sentí la profundidad de la penetración abrazándole con las piernas, no podía parar de mirarle los brazos tensos y el puto cuerpo del deseo que tenia todo para mí. Grité, no me acuerdo el qué, pero serían barbaridades, no podría describir aquello sin decir que además del placer sexual, me sentía libre, una Diosa, agradecida por mi cuerpo y el buen rato que me estaba dando al disfrutar del suyo. Estuvo un rato empujando con rabia, sudó, y mientras me embestía como un animal, me apretó la mandíbula con la mano para besarme, me metió los dedos en la boca, me palmeó suave las tetas y me levantó una pierna para entrar más profundo, yo le clavé las uñas en la espalda y dijo: ” venga, dámelo pequeña, no puedo aguantarte mucho más”, así que llevé mi mano a su boca y cuando estuvo empapada de su saliva me froté el clítoris con rapidez mientras él aceleraba el ritmo de sus penetraciones. Al poco estallé, joder, me cago en la puta que barbaridad, que increíble cosquilleo, ¿que puta locura de orgasmo era aquél?, Contraje el coño de gusto con él dentro y me miró a los ojos para decirme: “eres una puta diosa, he nacido para follarte y que te corras así”. Salió rápido de mi y se quitó el condón, me abalancé para comérsela, ¿porqué seguía cachonda?, se la comí muy cerda, acariciándole los huevos y chupando fuerte desde la punta hasta la base, al verme así, empujó y me folló la boca muy duro, pero a la tercera arcada que di, le vi cerrar los ojos, sentí el líquido en mi paladar y me lo tragué. Le oía hablar guarro mientras me miraba, solo recuerdo escucharle decir “tia, dime ¿que coño ha sido eso q acabas de hacer?”. Y yo sonreí, relamiendo su polla y mirándole con picardía, me besó, bueno no me besó, me comió la boca entera para decirme al final lo que me decía siempre: “eres la mejor, no follo con nadie como contigo”. Y yo me reí, sabiendo que era mentira, pero me sentí muy feliz y satisfecha, descansé sobre su pecho y aspiré el olor del polvazo que acabábamos de tener, pura conexión.
Fueron unos minutos en silencio, y luego recuerdo que estuvo hablando de cosas sin importancia, ambos sabíamos que si hablábamos de lo que había pasado, íbamos a volver a follar seguro, así que le di algo de conversación hasta que empecé a vestirme, entonces me miró, y haciendo un puchero me dijo: “ya está, ¿y ahora hasta cuándo?”. Le pedí estar unos días sin contacto, sabía que él no iba a ser capaz, pero sinceramente, ni yo sabía si iba a poder aguantarme las ganas de repetir aquello tan brutal. Sentimos que habíamos nacido para eso y qué bien se nos dada, joder.

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