Eramos una pandilla de cuatro chicos y dos hermanas. Macarena era sin duda la mejor tratada por la genética. Era preciosa. Vestía siempre con una minifalda vaquera que al sentarse en el coche dejaba ver sus braguitas blancas. Nuestra diversión era ponernos ciegos de hachis. Macarena me excitaba y lo mejor de todo era que yo le gustaba. Como en el coche ibamos apretados ella se las ingeniaba para subirse siempre encima de mi, apoyando su culo en mi polla. yo no intentaba disimular que me ponía caliente, así que una noche, después de muchos porros y chupitos le dije si quería venir conmigo a un sitio donde podríamos estar solos. Aceptó y yo tomé prestado a mi hermana el vespino y nos pusimos en marcha hacia un lugar de baño, que al ser de noche aseguraba nuestra privacidad. Nada más llegar le eché manos a las tetas. Se dejó hacer por lo que enseguida le bajé la minifalda y las bragas. empecé a tocarle el coño y el culo y ya con la polla tiesa se la metí hasta el fondo
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