Insaciable y multiorgasmica

Sasha disfrutó de una noche de placer compartido con múltiples parejas que incluían profesionales del sexo.

Mi nombre es Sasha y trataré de contarles brevemente mi libidinosa historia. Si bien, soy una mujer madura (45 años) conservo un hermoso cuerpo, gracias a la gimnasia (soy profesora de Ed. Física) y a algún retoque estético; junto a mi marido Javier llevamos 25 años de casados. Nos conocimos cuando él jugaba al básquet en un importante club de Argentina y yo trabajaba de promotora, ambos teníamos 19 años. Javi mide 1.94 de alto, es atlético y portador de un arma sexual acorde a su tamaño (26 cm de largo y bastante gruesa), siempre que se desviste le digo “abuso!!”, a decir verdad, la primera vez que se la vi me asusté pensando que era demasiado grande hasta que me relajé y no dejé ni un milímetro afuera. Yo soy rubia natural y mis medidas no son tan naturales (100-65-140), para los hombres que no saben de cifras femeninas le digo que mi cola es grande y parada, mi cintura estrecha y mis tetas gigantes con grandes pezones rosados (me hice un retoque estético, ya que por el tamaño y la edad, se estaban cayendo un poco). Nuestra vida sexual siempre fue muy activa y yo soy multiorgásmica. Javi en sus comienzos podía eyacular hasta tres veces (hoy solo una) pero yo, el único límite que tengo es el cansancio físico, al que nunca llegué. Por eso mi esposo usa sus artilugios como su lengua, dedos y consoladores para satisfacerme, él es consiente y lo expresa siempre “sos insaciable” y tiene razón; en los momentos e mayor calentura me suele decir “si tuvieras dos, tres o cuatro pijas, las secarías a todas” y tiene razón.
Somos adictos a las pelis porno y siempre fantaseamos con formar parte de ella; cuando vemos escenas de lesbianas nos imaginamos que otra mujer se nos une en la cama, Javi me succiona el clítoris mejor que la actriz y como mis gomas son grandes puedo lamer mis propios pezones. Cuando el video se caracteriza por las dobles penetraciones mi marido se ayuda con un consolador para llenar mis agujeros. Imaginariamente hacíamos participar de nuestro morbo a distintas personas de existencia real –así- nuestra vecina era la lesbiana, mi jefe el de la pija gruesa, el ex compañero de Javi (un negro norteamericano) el de la pija descomunal, hasta un caballo participaba en las fantasías; pero en la realidad nunca incluimos a nadie en nuestra cama.
“Algún día, haremos realidad nuestras fantasías” me dijo; y tuvo razón… para mi cumple número 40, mi esposo me preparó una verdadera fiesta que era un secreto (Nunca me la hubiera imaginado). Alquiló una casa en las sierras para pasar el fin de semana y por casualidad (o no) me llamó una amiga (Vero) que hacía mucho tiempo que no la veía (con la que habíamos compartido algunas travesuras de juventud) así es que la invitamos junto a su marido. Una vez en las sierras, todo transcurría normalmente, con la sola excepción que había otra cabaña muy cerca cuyos habitantes nunca salieron al patio. Se llegó la noche, cenamos y luego tomamos unos tragos (bastantes) como no estaba acostumbrada, rápidamente me hizo efecto, mi amiga empezó a bailar con movimientos sexis y yo la acompañé -la situación se ponía excitante- Vero se sacó la remera dejando sus lindos y duros pechos al aire, comprimiéndolos contra mi espalda, miré a mi esposo y me hizo un guiño cómplice; yo ya estaba caliente. Siguió sacándose toda la ropa para luego seguir con la mía, quedamos bailando pegadas, friccionando nuestros cuerpos sudorosos por el calor del verano; los hombres se desvistieron rápidamente y se nos unieron; Vero se arrodilló para lamer mi vagina, mi respiración se aceleraba cada vez más, ella se tendió sobre la alfombra y los almohadones que tiramos, me pidió que me sentara sobre su boca, sentía como su lengua larga y caliente jugaba mientras acariciaba mis tetas, cruzó sus brazos sobre mi espalda e hizo que me inclinara para adelante para que Javi metiera su pija dura, caliente, latiente y babeante en mi chocho. Tenía una pija y una lengua juntas, era algo maravilloso, comencé a acabar y a gritar de placer. Como si eso fuera poco, Carlos (el esposo de mi amiga) acercaba su miembro a mi culo ya dilatado por los jugos sexuales y las caricias recibida por los dedos; fue todo un caballero, muy romántico y paciente fue introduciendo su verga encremada dentro de mi culo (primero la cabecita juguetona y luego suavemente centímetro a centímetro hasta no dejar nada afuera), sentía como se rozaban por dentro mío con la pija de mi marido. Era la escena soñada que estaba haciendo realidad. La lengua de mi amiga junto a la verga de Javi en mi vagina y otra pinchila en mi ano. Estaba teniendo acabadas ininterrumpidas…aullaba de placer, a punto que parecía convulsionar. Mi marido me preguntó: ¿Crees que podrás seguir?. Sí…vos sabés que puedo con esto y mucho más, le respondí. Casi al instante aparecieron dos tipos jóvenes, musculosos que se dirigían hacia mí con sus vergas gigantes entre sus manos (eran profesionales del sexo que habían sido contratados por mi esposo); se pararon a escasos centímetros de mi rostro…podía ver sus cabezas chorreantes, los nervios hinchados y brillantes por la crema con la que se habían untado; una era negra, descomunalmente grande, de unos 28 o 30 centímetros y la otra un poco más chica -25 cm más o menos- pero rara, con una cabeza puntuda y el tronco de la pija de un grosor sin igual. Rápidamente comprendí que eran las pijas con las que fantaseábamos (la del yankee y la del jefe)… nunca me gustó chupar las vergas pero esa noche hice la excepción. Primero las acariciaba suavemente con mis manos mientras les daba besitos en la punta; pero eso duró unos pocos segundos, pues la calentura que tenía (recuerden que ya tenía dos adentro mío) hizo que las pajeara y chupara desaforadamente, intentaba meterme las dos juntas en mi boca pero era imposible. Comenzaron a intercambiarse, todos me cogieron por la concha, todos me hicieron la cola, todos acariciaban y chupaban mis tetas, las cuatros fueron succionadas por mí. Tuve tres pijas juntas, dos en mi vagina y una en el culo. no sabía quien me estaba cogiendo por cada lugar; solamente cuando mi supuesto jefe me introducía analmente me daba cuenta por el grosor, algunos acababan en mis tetas, otros en mi cola; solo tenían prohibido eyacular en mi boca, aunque sí en mi cara. Vero también me ayudó, limpiando el semen con su lengua porque a ella sí le gustaba saborear la leche de hombre, luego de cada acabada algunos descansaban para recuperar fuerza mientras otras pijas seguían erectas. Estuvimos culeando por más de cuatro horas ininterrumpidas… Ya todos estaban exhaustos tirados en el piso, en el sillón, en la cama y recordé las palabras de mi esposo: “si tuvieras dos, tres o cuatro pijas, las secarías a todas” y tuvo razón; mientras entre los cuatros acabaron unas diez o doce veces, yo los dupliqué. Me levanté, con mi cuerpo pegajoso y oloroso de tanto semen, me dirigí hacia la puerta para tomar aire puro…ya estaba amaneciendo y veo en la pradera un potro persiguiendo a una yegua en celo, no lo podía creer el tamaño de de esa verga (calculo entre 60 y 80 centímetros) y pensé: “esa fantasía jamás podré hacerla realidad… o tal vez sí… Creo que sí”, pero esa es otra historia que les contaré más adelante

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