Jessica Pierde su virginidad en Canadá

Jessica y Estefanía eran dos jóvenes mujeres colombianas que acababan de llegar a Toronto en el año 1999. Jessica tenía 21 años y estaba estudiando economía en una universidad privada en Medellín

Jessica y Estefanía eran dos jóvenes mujeres colombianas que acababan de llegar a Toronto en el año 1999. Jessica tenía 21 años y estaba estudiando economía en una universidad privada en Medellín, Colombia. Era una mujer morena y hermosa. Tenía el rostro redondo, con grandes ojos negros que resaltaban su belleza. Su cabello era negro, rizado y brillante, y caía sobre sus hombros en suaves ondas. Era de estatura baja y tenía un cuerpo bien proporcionado. Sus senos eran de tamaño mediano y redondos, y sus caderas eran atractivas. A menudo se vestía con ropa cómoda y casual, pero aun así lograba verse elegante y bella en todo momento. Jessica estaba en una etapa de su vida en la que se sentía deprimida por algunos problemas personales que había estado enfrentando, pero la idea de viajar a Canadá por primera vez la llenaba de entusiasmo y expectación. Estefanía y Jessica iban a realizar un tour en autobús de dos semanas por Canadá, que las llevaría a varias ciudades, incluyendo Quebec.
Cuando llegaron a Quebec, decidieron dar un paseo por la ciudad. Mientras paseaban por una de las estrechas calles de la ciudad, un hombre se les acercó. Tenía alrededor de 33 años y solo hablaba francés. Estefanía era la única que podía comunicarse con él, ya que Jessica no hablaba francés. El hombre se presentó como Alphonse y les dijo que, si alguna vez quisieran quedarse en Quebec, eran bienvenidas a quedarse en su casa. Alphonse les ofreció a Estefanía y Jessica la oportunidad de ver su apartamento, para que pudieran ver la buena ubicación que tenía. Les dijo que no les llevaría mucho tiempo y que valdría la pena el esfuerzo. Estefanía y Jessica aceptaron la oferta y lo siguieron a su apartamento.
El apartamento de Alphonse estaba en el viejo Quebec, un espacio pequeño y limpio con piso de madera. Había un colchón en la habitación principal, y un tapanco con otro colchón. Alphonse era muy amable y hospitalario. Antes de despedirse, Alphonse le confesó a Estefanía que le gustaba Jessica. Esto hizo que Jessica se sintiera un poco incómoda, ya que no sabía cómo responder. Sin embargo, no quería ser grosera con Alphonse, quien había sido tan amable con ellas, así que solo sonrió y le agradeció su hospitalidad.
Después de su visita a Quebec, el tour en autobús continuó a la ciudad de Montreal. Cuando llegaron, el amante de Estefanía, John, la estaba esperando. Él había conducido dos días para llegar allí y verla. Solo tenían dos días juntos antes de tener que regresar a Colombia. Estefanía y Jessica compartían una habitación, pero cuando John llegó, Estefanía le pidió a Jessica que se fuera a otra habitación con una mujer del tour. Jessica estaba muy incómoda y nerviosa antes de ir a la habitación de la señora. Era una mujer desconocida y Jessica no sabía cómo reaccionaría. Pero Estefanía le había pedido que se fuera a y Jessica no quería causar problemas. Así que se armó de valor y llamó a la puerta. La señora abrió la puerta y Jessica le explicó la situación. La señora parecía molesta, pero finalmente aceptó que Jessica durmiera en su cuarto. Sin embargo, le advirtió que ella dormía con la televisión encendida. Jessica agradeció a la señora y entró en la habitación. La noche no resultó ser cómoda para Jessica. La luz de la televisión la mantuvo despierta y ella no podía dormir. Finalmente, Jessica logró conciliar el sueño, pero la noche fue una de las más intranquilas que había pasado en su vida. A medida que se despertaba en la oscuridad, Jessica experimentaba una creciente incomodidad al considerar la situación entre Estefanía, John y ella misma. Consciente de que John estaba casado y que estaba involucrado en una aventura con su amiga, se sentía excluida y no deseada mientras ellos dos se entregaban a su relación. Se preguntaba qué estaba haciendo allí y si alguna vez se había sentido realmente bien en su relación con Estefanía.
El día en que debían volar de regreso a Colombia, John y Estefanía se demoraron demasiado tiempo despidiéndose en el hotel y perdieron su vuelo. Tuvieron que quedarse en Canadá por siete días adicionales. Estefanía vio esto como una oportunidad para pasar más tiempo con John, pero no quería que Jessica estuviera cerca, así que le dijo que fuera a Quebec con Alphonse durante tres días. Estefanía le escribió una nota en francés para que Jéssica se la entregará a Alphonse, la nota explicaba que Jessica deseaba pasar tres noches en Quebec con él. Jessica se sentía sola y triste por el trato de Estefanía. Por eso, cuando Estefanía le propuso que viajara a Quebec para estar con un desconocido, Jessica no se opuso. Estefanía le dijo que esto le ayudaría a distraerse. Jessica tomó un autobús en Montreal hacia Quebec, llegando a la ciudad pasando la medianoche. Al salir de la estación de autobuses, comenzó a caminar hacia la casa de Alphonse. La noche era fría y el viento soplaba fuerte Mientras se dirigía a la dirección que Alphonse les había proporcionado durante su primera visita a Quebec, Jessica se encontró desorientada y tuvo que entrar en una tienda que estaba abierta las 24 horas para pedir indicaciones. Una vez que recibió las indicaciones, salió nuevamente a la calle para dirigirse a la casa de Alphonse.
Finalmente, después de una larga caminata, llegó al número 64 Rue Sainte-Ursule donde Alphonse vivía. Jessica estaba muy nerviosa antes de tocar la puerta. La incertidumbre de llegar sin aviso previo y la sensación de estar frente a un desconocido la hacían sentir insegura. Respiró profundo para tratar de calmarse y tocó la puerta. Esperó un momento antes de que la puerta se abriera y que Alphonse apareciera ante ella.
Cuando Alphonse abrió la puerta, Jessica quedó perpleja al verlo completamente desnudo. Jessica se sintió asustada e indecisa, sin saber cómo reaccionar. La idea de entrar en la casa de un desconocido que estaba desnudo la desconcertó. A pesar de sus dudas, Jessica no tenía otra opción, ya que afuera hacía demasiado frío y necesitaba refugio. Era una mezcla de miedo y alivio lo que experimentaba en ese momento.
En el umbral de la puerta Jessica entregó la nota a Alphonse. Él la leyó y se alegró mientras la leía, al terminar de leerla la invitó a pasar a la casa. Una vez dentro Alphonse le indicó que se quitara los zapatos y la condujo a la mesa. Allí le ofreció un té, que Jessica aceptó. Al notar que Jessica se sentía incómoda por su desnudez, Alphonse explicó con señas y en su limitado inglés que era una costumbre en su casa estar desnudos.
Después de tomar el té, Jessica comenzó a sentir cómo su cuerpo se calentaba. Alphonse, acercándose a ella, le quitó la gabardina y la colgó en un perchero. Luego, con suavidad, invitó a Jessica a quitarse la camisa. Ella se resistió, pero Alphonse persistió y, poco a poco, ella dejó de lado su voluntad y accedió. Alphonse intentó abrazar a Jessica, pero ella se encontraba paralizada por el miedo. Él la besó por el cuello y acarició sus senos. Posteriormente la boca de Alphonse bajó lentamente por su pecho, bordeando su seno izquierdo y subiendo a su pezón. Su boca se apodero de él, besándolo y succionándolo. Después besó su otro seno y la recostó. Alphonse le quitó el pantalón y comenzó a besar sus pies, acariciando sus piernas hasta llegar a sus caderas. Jessica no respondía a sus caricias, pero tampoco las rechazaba. Estaba en estado de shock, sin saber qué hacer. Alphonse se percató de esto y le comunicó con gestos que no la penetraría. Jessica se calmó un poco y permitió los besos. Las manos de Alphonse exploraron su cuerpo, tocando su clítoris, su vientre y sus senos. Luego, colocó su pene sobre el vientre de Jessica, como si quisiera marcarla. Después de un tiempo, Alphonse perdió interés al notar que Jessica no sabía cómo responder a sus avances amorosos. Él dejó de acariciarla, le dio un beso tierno en la frente y la llamó “grand bébé”, para luego ofrecerle un lugar para dormir en el tapanco de la habitación. Jessica subió al tapanco mientras Alphonse se fue a dormir al colchón de la habitación principal.
Al otro día, Jessica se despertó temprano y se dio cuenta de que Alphonse ya estaba despierto. Él se acercó a ella y le entregó las llaves de su casa, comunicándole a través de gestos y palabras limitadas que podía quedárselas mientras él salía por un tiempo. Jessica se sorprendió por el ofrecimiento de Alphonse, pero se sintió a gusto en su hogar y agradecida por su hospitalidad.
Después de que Alphonse se fue, Jessica se quedó sola en la estancia. Se sentó en el colchón del tapanco y miró a su alrededor, tomando nota de la pequeña estancia y los pocos muebles que había. A pesar de que la estancia de Alphonse era modesta, estaba limpia y ordenada, lo que le dio una sensación de comodidad y tranquilidad.
Jessic a decidió aprovechar el tiempo para explorar la estancia de Alphonse con detenimiento. Miró las paredes de ladrillo rojo y notó que había un recorte de periódico enmarcado, lo que llamó su atención. Se acercó para leerlo y descubrió que era una nota sobre la vida de Alphonse como guardia del zoológico. Jessica encontró la nota fascinante y sintió curiosidad por saber más sobre la vida de Alphonse.
Luego, Jessica examinó una fotografía antigua de una pareja militar en la pared, notando que Alphonse se parecía mucho a ellos. Ella supuso que eran sus padres.
Después de eso, Jessica exploró los cajones y armarios en de más pistas sobre la vida de Alphonse. Descubrió una gaveta en la pared llena de envases de vidrio y metal vacíos, cuidadosamente organizados. Jessica se dio cuenta de que Alphonse los recogía de la calle para ganar algo de dinero extra. Jessica pasó un rato en la estancia, reflexionando sobre lo que había visto y aprendido sobre Alphonse. Posteriormente, Jessica notó que la luz del sol empezaba a entrar por la ventana. Miró hacia afuera y vio el viejo Quebec iluminado por el sol. Decidió salir a caminar y explorar la ciudad.
Alphonse era un hombre alto y de complexión delgada pero fuerte. Tenía el cabello rubio que le llegaba a los hombros y ojos azules intensos que le daban interés a su rostro. No era un hombre guapo, pero sus características físicas tenían un atractivo propio. Cuando salió vestía con pantalones vaqueros y una chamarra negra de cuero, dando una apariencia casual y desenfadada.
Durante su niñez, Jessica disfrutó de la serie de televisión Candy Candy, que tenía a un personaje llamado Albert. Este personaje apreciaba la vida sencilla, amaba la naturaleza, viajar y estar en contacto con los animales. En la serie, Albert trabajó en el Blue River Zoo por un tiempo. Era atractivo, alto y delgado. Debido a esto, Jessica comenzó a sentir una sensación de tranquilidad ya que Alphonse a su manera se parecía a Albert.
Esto le dio confianza y se fue a pasear por la ciudad, olvidando momentáneamente lo que había sucedido la noche anterior. Después de pasear toda la mañana, decidió regresar a la casa de Alphonse, deseando conocerlo mejor.
Jessica ansiaba el regreso de Alphonse, y cuando finalmente llegó, él la desnudó una vez más, despojándose también de su propia ropa. Alphonse la condujo hacia un espejo, donde sus cuerpos se reflejaron. Era un ritual de iniciación que Alphonse realizaba con Jessica. La noche anterior, Alphonse había notado que Jessica era virgen y nunca antes había estado con un hombre.
En el espejo, Jessica contempló su pubis, senos, pezones y caderas, mientras Alphonse permanecía junto a ella desnudo, exhibiendo su vello púbico, su miembro y su esbelto cuerpo. Jessica apreció la diferencia entre las formas suaves de su cuerpo y las angulosas formas del cuerpo de Alphonse, cuyo vello varonil cubría su piel. Con gestos limitados y algunas palabras, Alphonse le explicó que el amor entre hombres y mujeres era algo natural y positivo.
Posteriormente, Alphonse la llevó al colchón y comenzó a acariciarla, besarla y tocar sus pechos y su entrepierna. Alphonse le pidió que lo masturbara, tranquilizándola con besos en la frente y guiándola con suavidad. Tomando su mano, Jessica acarició su pene, comenzando lentamente y aumentando la intensidad. Alphonse se estremeció de placer, arqueando su cuerpo hasta alcanzar el clímax y eyacular. Jessica observó sorprendida cómo el semen brotaba de su miembro, impresionada por la intensidad del momento. Alphonse, agradecido, le dijo “Merci” y se sintió en deuda con ella.
Alphonse comenzó a acariciarla a Jessica, tocando su piel suavemente y haciéndola sentir cómoda. La besó en la frente y en los labios, transmitiéndole confianza. Después de unos momentos, Alphonse comenzó a explorar su cuerpo con sus manos, acariciando su clítoris y haciéndola humedecer. Las manos de Alphonse la hicieron sentir calor y le dio placer, Jessica estaba disfrutando de las sensaciones que Alphonse estaba provocándole y comenzó a gemir un poco. Alphonse sabía exactamente qué hacer para hacerla sentir bien y continuó tocándola y acariciándola hasta que ella alcanzó el orgasmo. Después de un rato, se fueron a dormir, Jessica en el tapanco y Alphonse en el colchón de la estancia.
Al día siguiente, Alphonse salió de la casa temprano y Jessica se quedó sola, sumida en sus pensamientos. Después de un rato, decidió salir y caminar por el centro de Quebec para tratar de aclarar sus ideas. A pesar de la belleza de la ciudad, con sus calles empedradas y sus edificios históricos, Jessica no lograba concentrarse en su entorno. Su mente estaba ocupada tratando de comprender sus sentimientos hacia Alphonse y hacia lo que estaba pasando. Al ver un café, decidió entrar y sentarse en una de las mesas para ordenar una crepa. Aunque sentía un poco de culpa por lo sucedido con Alphonse, no se arrepentía de lo que estaba pasando. Se sentía confundida, pero también excitada por las sensaciones que habían despertado en ella. Mientras se sumía en sus pensamientos, Jessica observaba a la gente que pasaba por la calle, tratando de encontrar alguna respuesta. A medida que pasaba el tiempo, Jessica comenzó a sentir una libertad desconocida. Por primera vez en su vida, se liberaba de la presión de Estefanía, de sus padres y de la universidad. Era libre para tomar sus propias decisiones, sin importar lo que los demás pudieran pensar. Jessica decidió que era hora de regresar a la casa de Alphonse y continuar explorando esa libertad que acababa de descubrir.
Cuando llegó a la casa de Alphonse, él la estaba esperando. Él le propuso ir a comer y luego salir a dar un paseo por Quebec. Jessica aceptó, y juntos llegaron a la “Soeurs de la charite de Quebec”, una organización benéfica que ofrecía comida a los más necesitados. Al ver a la gente en la fila, Jessica sintió un fuerte impacto emocional. Los rostros de la gente estaban marcados por la desesperanza, con miradas perdidas que parecían suplicar por un poco de alivio. Había ancianos con manos temblorosas, parejas jóvenes de drogadictos, y personas solas, con ropa desgastada y una apariencia descuidada. Después de esperar un rato, las monjas les sirvieron de mala manera un plato de comida y se sentaron en una mesa para comer. El comedor era modesto y funcional, diseñado para acomodar a un gran número de personas en poco tiempo. Las mesas y sillas eran simples, y la decoración era sencilla, pero el lugar estaba limpio y bien mantenido. Cuando Jessica intentó probar la sopa de frijol de soya, sintió un asco tremendo y estuvo a punto de vomitar. Alphonse notó su incomodidad y le indicó con señas que estaba bien, y que podía dejar la comida si no quería comerla. Después de que Alphonse terminó de comer, Jessica tomó su mano y juntos caminaron por las calles de Quebec, disfrutando de la ciudad y de la compañía del otro. Jessica le tomó una fotografía a Alphonse y él le tomó una a ella. La oscuridad había caído y juntos regresaron a la casa de Alphonse, tomados de la mano.
Una vez adentro. Alphonse tomó suavemente su rostro y besó sus labios, luego comenzó a besar su cuello. Bajó hasta su pecho y besó sus pezones, demorándose por lo que pareció una eternidad. Jessica sintió que una oleada de deseo la recorría. Ahí estaba ella en la casa de un desconocido en Quebec que la besaba y disfrutaba de su cuerpo. Jessica había decidido llevarse por el momento sin importar las consecuencias posteriores.

Alphonse se acomodó en el colchón, apoyando su espalda contra la pared. Su miembro estaba completamente erecto, y Jessica, sintiéndose excitada, tomó la decisión de acercarse a él. Agarró su verga y la acercó a su vagina, haciendo que sus labios vaginales rozaran el miembro de Alphonse. Jessica al sentir la verga de Alphonse se hizo agua.
Al notar la excitación y la humedad de Jessica, Alphonse comenzó a introducirse lentamente en su interior. Un gemido escapó de los labios de Jessica mientras experimentaba una mezcla de placer y dolor. Alphonse la sujetó con firmeza, para evitar que se separará de él. El mientras la penetraba quería que ella se sintiera cómoda y protegida.
Jessica, con la verga de Alphonse dentro de ella, se encontró pensando en la magnitud de la situación. “Estoy haciendo el amor con un desconocido”, “ya no soy virgen” y “duele”, fueron los pensamientos que cruzaron su mente mientras sentía el movimiento total de la verga de Alphonse en su interior.
En un gesto de ternura, Alphonse buscó los labios de Jessica y la besó largamente, permitiendo que la relajación comenzara a invadir su cuerpo. Aunque el dolor aún persistía, Jessica empezó a experimentar el placer que aquel encuentro intenso le ofrecía.
Decidido a incrementar el placer, Alphonse cambió de posición y acostó a Jessica de espaldas, penetrándola por las nalgas mientras apretaba sus senos. Alphonse siguió agasajándose con sus nalgas y caderas mientras movía rítmicamente su miembro dentro de ella hasta que finalmente tuvo un largo orgasmo. Luego, suavemente sacó su verga y acostó a Jessica de frente, besándola y acariciándole los pechos, vientre y cadera. Después de estar un largo rato abrazados fueron a dormir. Como todas las noches Jessica subió al tapanco y Alphonse durmió en el colchón donde hicieron el amor.
Jessica, mientras intentaba conciliar el sueño, reflexionaba sobre lo que acababa de suceder. Había perdido su virginidad al entregarse a un desconocido en un lugar lejano a su hogar. A pesar de las dudas que la asaltaban, Jessica reconocía que había disfrutado del momento y se sentía liberada. Su mente se debatió en una diatriba interna durante algunos minutos, pero el cansancio finalmente se apoderó de ella y se quedó dormida.
En la mañana siguiente Alphonse, quien estaba sentado en la pequeña mesa de la estancia, le ofreció jugo de naranja a Jessica. Esto era sólo un pretexto para que ella se aproximará a él y pudieran hacer el amor nuevamente. Ella se acercó a él y él le tomo el rostro y la besó mientras le quitaba la playera dejando sus senos al aire. La excitación de Alphonse era palpable y la besó apasionadamente mientras sus manos recorrían su cuerpo, acariciando cada curva y cada rincón con suavidad. Jessica suspiraba con cada caricia, disfrutando de la sensación de tener a Alphonse tan cerca de ella. Alphonse la tomó en sus brazos y la llevó hasta el colchón, colocándola suavemente sobre las sábanas. Jessica estaba excitada y ansiosa por sentir a Alphonse dentro de ella nuevamente. Alphonse comenzó a besar su cuello, bajando hasta sus pechos y acariciando sus pezones con su lengua. Alphonse continuaba bajando por su cuerpo, besando su abdomen y sus muslos hasta llegar a su sexo.
Alphonse la penetró con su lengua, haciendo círculos alrededor de su clítoris mientras la penetraba con dos dedos. Finalmente, Alphonse se incorporó y la besó profundamente, compartiendo el sabor de su sexo en sus labios. Jessica sentía mucho deseo y lo abrazó fuertemente. Alphonse la penetró lentamente. Jessica envolvió sus piernas alrededor de su cintura, permitiéndole profundizar aún más en su interior. Mientras la penetraba, Alphonse le susurró al oído “Je t’aime” y Jessica sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Se entregó completamente a Alphonse mientras él con su verga la hacía sentir libre de ataduras.
Finalmente, después de pasar la mañana haciendo el amor, llegó la hora de partir. Jessica quería darle algo personal para que él pudiera recordarla después de que se fuera. Decidió darle los aretes que llevaba puestos. Eran un par de aretes sencillos pero hermosos, que había comprado en una tienda de artesanías colombianas antes de partir.
Jessica se acercó a Alphonse y le puso los aretes en la mano. Alphonse los miró con asombro y le agradeció por el gesto. Después, ella le hizo señas indicando que quería algo suyo, como un recuerdo de su tiempo juntos. Alphonse se dio vuelta y buscó algo en su habitación. Finalmente, encontró un casete de música que parecía ser importante para él. Lo tomó y se lo entregó a Jessica, quien lo aceptó con gratitud.
Cuando llegó la hora de partir Alphonse llevó a Jessica a la estación de autobuses. Mientras caminaban tomados de la mano hacia la estación de autobuses, Alphonse le preguntó a Jessica si estaría dispuesta a volver a Quebec durante el verano. Le sugirió que podrían pasar unos días juntos en su casa y pasear en bicicleta por la ciudad, disfrutando del buen clima y la belleza de Quebec. Jessica sonrió y prometió que lo haría. Finalmente, llegaron a la estación de autobuses y Alphonse ayudó a Jessica a cargar su equipaje en el autobús. Se despidieron con un largo abrazo y un beso en la boca. Jessica se sentó en su asiento en el autobús y miró por la ventana, viendo cómo Alphonse se alejaba poco a poco mientras sentía nostalgia. Jessica regresó a Montreal con un nuevo enfoque sobre la vida. Ya no quería vivir en la pasividad, ahora quería estar conectada a la vida misma y aprovechar cada oportunidad que se le presentara. Jessica se dio cuenta de que había encontrado algo que siempre había estado buscando: la libertad de ser ella misma y amarse incondicionalmente.

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