La maestra de francés

Hace unos meses comencé a aprender francés. No por que pensara irme a Francia o algo parecido, sino simplemente para matar el tiempo en las mañanas y aprender algo interesante. A decir verdad, en este tiempo si he aprendido algo del idioma (lo básico, vamos), pero la razón por la que sigo yendo todos los días casi de forma religiosa es por mi bella maestra, una francesa tremenda llamada Claire.
Ya había yo escuchado de lo guapas que eran las francesas, pero mis expectativas se rompieron cuando conocí a Claire. De unos 26 años, tenía el cabello largo, rubio y ondulado. Ojos verdes y una nariz respingada, además de la sonrisa más hermosa que había visto en un buen rato. Pero lo verdaderamente importante era el tremendo cuerpo que se cargaba. Era bajita de estatura, pero eso se compensaba con unas nalgas tremendas, que quise mamar y besar desde la primera vez que la vi de espaldas. Sus senos eran pequeños, pero bastante firmes. Una delicia absoluta.
Los primeros días no pasaba de verle sus firmes nalgas, saludarla de besito en la mejilla y de vez en cuando pajearme en las tardes pensando en todas las diferentes posiciones en las que me cogería (no se imaginan lo hábil que se veía que era para montar polla). Pero jamás pensé en llevar las cosas hacía algo más.

Era bajita de estatura, pero eso se compensaba con unas nalgas tremendas, que quise mamar y besar desde la primera vez que la vi de espaldas

Un día, ya en la tarde, me la encontré en el centro de mi ciudad, en una plaza bastante concurrida para pasar el rato entre semana. Me acerqué a saludarle y platiqué un rato con ella (no es por nada pero siempre he sido un tipo carismático con las mujeres), la hice reír un rato y, viendo que se encontraba sola, la invite a tomar algo. No les mentiré, no le presté atención a mucho de lo que decía, en parte porqué su acento complicaba entender las cosas y porqué yo no paraba de verle el escote que tenía. Senos pequeños pero bien redondeados y en su lugar.
Ese día nos quedamos hablando hasta tarde, aproveché para dejarla en su casa y, nadamas por que sí, intente darle un beso en la boca cuando nos despedimos. Funcionó.
-¿Y eso? Me dijo Claire después del beso.
-Pues, quise probar suerte. Además, no me digas que no te gusto.
-Bueno…la verdad estuvo bien, contestó con su acento distorsionado.
Yo ya había notado que ella sentía cierta atracción hacia mi. Decidí volverla a besar, esta vez de forma más larga. Seguíamos ahí, sentados en mi automóvil. En un rato de mano larga le toqué su seno, y sí, era tan firme como me lo imaginé.
-No, esto está mal, tú eres mi alumno, dijo ella, para después simplemente darme un beso en la mejilla, salir del auto y entrar a su casa.
Al día siguiente, quise ver si lo que había pasado la noche anterior realmente significaba algo o solo era algo del momento. Así que fingí que tenía una duda de un tema de la clase para quedarme con ella al final de la clase.
-Tengo unas dudas, Claire, le dije.
-Tú no tienes dudas, dijo ella. Sabía que había ido a verla solo para otra cosa.
-Bueno, me descubriste. Pero es que no pude dejar de pensar en lo de ayer, le dije.
-Ni yo. Pero está mal.
-No me importa si está mal. Le volví a dar otro beso, largo. Esta vez era más peligroso porqué estábamos en el salón de clases y en cualquier momento nos iban a descubrir.
-Tú sólo déjate llevar, le dije. -Y sí algo pasa, ya no regresaré a tus clases- Implícitamente, creo que ella aceptó el acuerdo.
En medio del beso, le volvi a tocar sus senos. Hermosos. Llevaba una blusa delgada así que pude sentir como sus pezones se endurecían. Lentamente le subí la blusa y comencé a masajearlos, en círculos. Luego los empecé a lamer, poquito a poquito y despacito. Empezó a gemir. No sabía que en los gemidos se distinguían acentos, pero los de ella sonaban con su característico tonito francés.
Le comencé a desabrochar el pantalón,y deslicé mi dedo sobre su panocha. Estaba mojadita. Comencé a masajear mi dedo medio sobre su clítoris. Le baje el pantalón y me arrodillé.
|-Te voy a comer toda, le dije, y clavé toda mi lengua adentro de su vagina, que estaba más mojada y parecía que iba a explotar. Ya sin pantalón ni tanga, estaba dispuesto a cumplir una de mis fantasías: cogérmela en cuatro, para ver sus grandísimas y hermosas nalgas. La puse encima del escritorio a cuatro patas y antes de comenzar, por supuesto, le bese cada rincón de ese culito apretado como si no hubiera un mañana. Los jugos que salían de su vagina me supieron riquísimos.

Sin siquiera tener que decírselo, se sentó poco a poquito en mi verga, hasta que la tenía toda adentro

Me saqué mis 19 centímetros de verga. Ya la tenía grandísima y lista para penetrar. Puse la punta sobre su vagina y la inserté de un solo. Escuché como empezó a gritar.
–Así, justo así! Me decía.
-¿Te gusta mi verga? ¿Quieres que te de duro? Le dije
-Si, si, dale, dale, dijo ella con la voz grave por el placer que estaba sintiendo.
Se la metí toda y podía ver como sus piernas temblaban de la intensidad. Se la saqué y me senté en el escritorio, quería clavarsela sentado mientras ella montaba mi verga.Sin siquiera tener que decírselo, se sentó poco a poquito en mi verga, hasta que la tenía toda adentro y comenzó a mover su grandísimo culo en círculos. La experiencia se le notaba. Entre metida y metida, me lamí el dedo medio y se lo metí un poquito en su ano, que estaba apretadito. Empezó a gritar. Le encantó.
Cuando sentí que me iba a venir, se lo dije.
-¿Quieres que me venga adentro?
-No, no, espera. Se quitó de mi verga y se puso en cuatro. Entendí lo que quería: quería que le echara toda mi leche en su cara.
-Ahora sí, me dijo.
-Pero chúpamela un poquito para que salga bien, le ordene.Me empezó a mamar la verga, pero lo hacía de una forma distinta: masajeaba mi glande con su lengua, que tenía una perforación circular. Si nunca se las ha mamado una mujer con perforación, no tienen ni idea de lo que se están perdiendo. Es el paraíso.

Cuando ya estaba por venirme, le saqué mi verga de su boca y, al instante, la leche cayó en su nariz respingada. El resto, a propósito, se lo dejé caer en sus senos, esos senos tan hermosos y duros. Había terminado.
Desde entonces, seguí yendo a las clases de francés, pero Claire me evitaba el contacto, como si ese sexo tremendo nunca hubiera pasado. Decidí ir a buscarla a su casa, dispuesto a cogérmela de nuevo y a abrirle ese hoyito tan apretado que era su ano cuando le metí el dedo medio. Pero, eso es historia para otra ocasión.

 

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