Mejores Amigos

En alguna vuelta de la vida te das cuenta de que ya no estás para ese amor platónico, ese de princesas y príncipes que alguna vez te contaron tus padres de pequeña, y te das cuenta que la vida real, con los pies sobre la tierra, es diferente a esos escritos mágicos.

En alguna vuelta de la vida te das cuenta de que ya no estás para ese amor platónico, ese de princesas y príncipes que alguna vez te contaron tus padres de pequeña, y te das cuenta que la vida real, con los pies sobre la tierra, es diferente a esos escritos mágicos.
Ya había tenido mi luna de miel, mi amor perfecto, mi casamiento de blanco y esa historia soñada, entre los veinte y los treinta, donde todo era amor, donde cada nota musical de mi vida tocaba acompasada a las otras, en perfecta sintonía.
Pero vivimos en el planeta Tierra, donde nada es perfecto, donde existen infidelidades, discusiones y finales tristes, y el divorcio en mi matrimonio terminó de sepultar a esa Florencia pura e inocente de la juventud

Ya tenía más de treinta en una edad donde no esperaba mucho del sexo opuesto, donde cada hombre era solo una oportunidad y donde sabía que cada combo a elegir venía completo, con defectos y virtudes, generalmente, con mucho de lo primero y poco de lo segundo.
Y yo también tenía mis problemas, quería mi espacio, pero no me gustaba sentirme sola, quería valerme por mí misma, pero me gustaba que un caballero estuviera pendiente de mí, quería alguien que no estuviera todo el día encima mío, pero me molestaba que tuviera círculo de amistades por fuera de la pareja, no quería que nadie me dijera que ropa ponerme, pero siempre pediría la aprobación de mi pareja. Si, esos y muchos más defectos, a mitad de río, entre una orilla y otra, avanzar, retroceder, esa era yo.

Y después de cortar lazos con Mario, mi primer esposo, sentí la necesidad de tomar mi sexualidad un poco más a la ligera, sin tabúes, sin remordimientos, al fin, vida había una sola y si un chico me gustaba para una noche, bueno, siempre había una cama al pasar.
Y también me sentía con las hormonas un poco alteradas por así decirlo, había dejado en el olvido mis complejos físicos de veinteañera y ahora al mirarme al espejo, veía una mujer bonita, madura, segura, con una cola que más de una envidiaría y unos pechos los suficientes generosos como para enamorar a cualquier caballero.
Así mi vida iba un poco como un barco a la deriva, había empezado a tomar clases de arte y un poco de música, pero no era lo mío, también tenía intenciones de mudarme a un apartamento más confortable, pero los números no daban, los fondos de mis arcas no eran sólidos, así que me enfoqué en lo único terrenal que tenía en mi mundo abstracto, mi nuevo empleo.

Había dejado de ser la secretaria personal del doctor García para pasar a ser empleada de comercio en una importante galería céntrica. Era cierto, tenía algunas contras, la clínica estaba a cinco minutos a pie desde mi departamento, la galería en cambio, a una hora en colectivo, en la clínica era la única, manejaba mis horarios, en la galería sería una más entre tantas, entre muchas empleadas desparramadas por distintos negocios, junto al doctor García, tenía la tranquilidad de trabajar hasta jubilarme, pero en la galería debería ganarme mi trabajo día a día, si no rendía, afuera y que pase la siguiente.
Había un pequeño detalle, la paga, triplicaba con creces al salario de secretaria y esa diferencia justificaba todo, además tenía algunos beneficios adicionales, como viáticos para comidas y transporte, premios por asistencia, posibilidades de crecer, y lo que más me motivaba, hacer los números finos para saber en cuantos meses podría aspirar a un nuevo departamento.

Así empezaron mis días, me tuve que hacer a la idea de que siempre debía vestir bien, elegante, sexi, con los cabellos recogidos, ojos y labios pintados, uñas esculpidas y prendas pegadas al cuerpo, esas que te hacen ver sexi en una galería céntrica y que no usarías en una clínica de barrio, y obviamente, finos tacos altos que en los primeros tiempos se transformaron en una tortura, a los que hoy en día todavía no me acostumbro a usar.
Así empecé en mi nueva vida, aprendí el oficio y me preocupé por estar entre las mejores, de las más destacadas y con mejor perfil.
Me hice de nuevas amigas y de nuevos clientes, y todo era perfecto.

Había solo un tema que me resultaba incómodo, el horario que me quedaba libre al medio día entre cerrar por la mañana y abrir por la tarde, era problemático, tenía dos horas largas para ir y venir hasta casa, siempre y cuando tuviera suerte con los horarios de los colectivos y el alocado tránsito, llegaba a mi departamento, comía algo a las corridas y casi aun saboreando los últimos bocados volvía al centro. Era estresante, realmente estresante y la mayoría de las veces no llegaba a horario, y los únicos problemas laborales que tenía y que me estaba costando cruces en mi legajo, era justamente eso, no poder abrir a la hora indicada.
Decidí cambiar de táctica, muchas personas lo hacían, por qué no lo haría yo? podría solo quedarme a almorzar en la zona céntrica, siempre había a la mano algún bar con ofertas de ‘menú ejecutivo’ para comer bien y barato. Además, ya no gastaría en ómnibus, y con eso pagaría mis almuerzos, y supuse que hasta me quedaría tiempo de sobra para leer algún libro, o caminar, o mirar vidrieras, hasta tomar sol en el banco de una plaza, todo era ganar y ganar.

Empecé con esa nueva política de vida, algunos sitios donde todos se agolpaban con las urgencias de los tiempos, cerca de las calles por donde transitaban bulliciosos micros, no encontrar lugar, o esperar demasiado a que te atendieran era moneda corriente.
Di con ellos por casualidad, caminando por galerías por las que poca gente camina, en un primer piso, un tanto apartado y escondido, un pequeño bar, prolijo, bien puesto, con una arquitectura muy de estos tiempos, con colores vivos, con un letrero luminosos que rezaba en la entrada ‘MEJORES AMIGOS, atendido por sus dueños’
Ingresé un tanto curiosa, no había mucha gente, sobre la pared de fondo, en el centro, estaba la barra principal, donde también estaba la cocina, en derredor, en semicírculo se acomodaban las mesas. El sitio estaba impregnado en una luz violácea y una dulce música brasileña se percibía en un tono muy bajo.

Me senté en la barra, a un lado, casi contra la pared, almorcé bien, tranquila, y me dije que había encontrado el sitio que estaba buscando. Fui el día siguiente, y al siguiente, y al próximo y en poco tiempo les sacaba la ficha a los amigos, a los dueños.
Milton era el más extrovertido, sin dudas, el charlatán, el que siempre te regalaba una sonrisa y te llenaba de halagos, el que solo te hablaba al otro lado de la barra y aunque no lo quisieras, te desnudaba hasta el alma, era esos tipos de una noche loca de borrachera, fiesta y sexo, pero solo eso, solo una noche, se notaba irresponsable y hasta chiquilín, de los que no saben manejarse en la vida y esos que se gastan hasta lo que no tienen
Joel en cambio, era la otra cara de la moneda, parco, introvertido, siempre con el ceño fruncido y el gesto adusto, era notorio que él llevaba las riendas de la sociedad, se lo notaba intelectual, frío, calculador. Joel era esos hombres que una mujer busca para tener una vida segura, ese compañero de noches donde tener abrigo y con el que puedes dormir tranquila, pero también esos tipos que solo te ofrecen una vida de eterno aburrimiento

Después de un par de meses ya había cierta complicidad entre nosotros, conocían mis horarios, mis gustos, Joel me llamaba por mi nombre, Florencia, pero Milton solo me decía ‘Flor’.
Milton ya sabía todo de mí, mi trabajo, mi edad, mi estado civil, que vivía sola y no tardó en invitarme a salir, una vez a bailar, otra vez a tomar algo, otra vez con destino abierto, y ante cada negativa risueña de mi parte, él siempre me decía que seguiría insistiendo y que alguna vez le diría que sí, que sería su chica, y solo me regalaba una sonrisa y se iba por algún otro cliente.
Sin embargo, al que si le aceptaría una salida sería a Joel, prefería un tipo con los pies sobre la tierra a uno que quisiera tocar el cielo con las manos.
Fuimos a cenar a un restaurante, hablamos, bebimos y terminamos en mi casa haciendo el amor.

En un tiempo más, la situación no cambiaba en mis almuerzos, pero ahora era la chica, novia, amante o como quieran llamarlo de Joel, y Milton respetaba eso, solo que siempre entre bromas me decía que no olvidara que él me había visto primero y jamás le había dado la oportunidad, que había sido un error de mi parte por quedarme con ese ‘aburrido y deprimente anciano’, así era él, siempre sería así

Pasaron tres años, en esos tres años Joel y yo mantuvimos una convivencia complicada, a veces pareja de dormir todas las noches bajo el mismo techo, a veces distanciados, amantes sin compromisos formales, amor y odio, una relación con espacios individuales, y siempre, siempre almorzando en la barra, en el mismo sitio de aquel lejano primer día. A todo esto, en tres años a Milton le conocí unas treinta novias, era un tiro al aire y nunca cambiaría, y siempre, pero siempre me repetía lo mismo, que yo estaba con su amigo, y que iba a almorzar cada día, solo para tener la oportunidad de poder verlo, le decía que era un arrogante, pero siempre me sacaba una sonrisa.

En esos días andaba un tanto distanciada de Joel, hacía un tiempo que la relación iba de perros y gatos y fue la situación que aprovechó Milton para jugar conmigo, y como dije al principio de mi historia, ya no estaba en años de cuentos de princesas.
Tal vez el me vio débil, con la guardia baja, tal vez era uno más de sus ataques, tal vez no le molestara meterle los cuernos a su amigo, como fuera, sería solo juego de un día.
Milton no tendría ese tacto conquistador de Joel, no era ese caballero que honestamente un poco necesitaba mi lado femenino, él era de ir directo al grano, a todo o nada.

Habían cerrado el bar por refacciones, después de unos años había que repintar todo y las habilitaciones municipales tenían nuevos requisitos, nuevas exigencias que cumplir, así que los socios y amigos estaban enfrascados con tareas de albañilería y papeleos burocráticos.
Ese viernes, según habíamos acordado, Milton pasó por el negocio a buscarme, si bien no había tenido tiempo de ducharme como me hubiera gustado, ese día estaba especialmente sexi y para él, como lo estaba cada día, pero ahora con detalles más cuidados, como mi fina ropa interior que estrenaba para la ocasión.
Fuimos a su auto y de ahí directo a su departamento, en el camino le pregunte si no le molestaba estar a punto de cogerse a la mujer de su amigo, y él me respondió si a mí no me molestaba estar a punto de serle infiel justo con su mejor amigo, un perfecto juego de palabras con una respuesta concreta, además, me recordó que él había sido el primero en ponerme un ojo encima, solo que yo lo había rechazado una y otra vez.

Empezamos con los juegos con un par de copas de por medio, Milton me besaba muy rico, por aquí y por ahí, y en esos juegos sonó su celular, el me pidió un minuto y se retiró lo suficiente como para que yo no escuchara su conversación privada, parecía ser algo importante, gesticulaba con sus manos, y cada tanto, me miraba a la distancia y se sonreía, mi instinto femenino supuso que tal vez estuviera hablando de mí, pero cual sería el sentido? no me creo el centro del universo.

Milton volvió a mi lado, dejó el celular a un costado y llegaron los besos, me apretujó a su lado, sentí su pija dura refregarse en mi vientre mientras me estrujaba con dulzura los pechos y la cola aun sin quitarnos las prendas.
Entonces Milton empezó a parlotear sobre mis gustos y fantasías al hacer el amor, y sobre los suyos también
Trajo entonces al juego una corbata de raso suya, color negro, brillante, me pidió que cerrara mis ojos y me los cubrió con ella anudándola muy fuerte por detrás de mi cabeza, estaba privada de mi visión y naturalmente se agudizaron el resto de mis sentidos.
Sacó mi remera, soltó mi sostén, aún estaba parada en el centro del comedor, Milton me besaba muy dulcemente los pechos y sentía en mis pezones la tentación irrefrenable del deseo

Sentí que sacaba mi pollera, también mi tanga y solo me quedaba con unas medias negras de nylon muy sexis y mis zapatos tacos altos, me notaba muy húmeda y no podía en deseos, sin dudas el no poder ver era tan intrigante como excitante.
Ahora, además de comerme los pechos con sus labios me refregaba la conchita con sus inquietas manos, metiendo la palma sobre mi clítoris y los dedos en mi hueco, haciéndome retorcer de placer
Me llevó a su lado, noté que se sentaba en el sillón principal y me hacía ir sobre él, a cabalgarlo, con una pierna a cada lado, me senté sobre su verga y entró por completo, él me besaba los labios y también me comía las tetas, muy rico, mientras sus manos se llenaban con mis nalgas, fue en esos juegos, mientras yo saltaba sobre su verga, que Milton empezó con sus palabras, sobre cuan puta podía ser, sobre poliamor, sobre tríos, y si fantaseaba con alguna doble penetración, al tiempo que sus dedos ensalivados habían buscado colarse sin problemas por mi esfínter.
Yo solo reía a sus palabras, porque ya sabía cómo era, sin dar respuestas a algo que me imaginaba excitante, pero fue notorio que mis gemidos habían aumentado con sus palabras y con el juego de sus dedos, y también me estaba masturbando con mucha fuerza, él calentó el ambiente para que la magia sucediera

No lo vi venir en ningún momento, no adiviné la jugada, Milton me había enredado en palabras y cuando unas manos extrañas se aferraron a mi cintura y mis nalgas, y cuando una rica verga se introdujo por mi culo, solo no supe que hacer, era loco, era insano, era una puta, pero qué diablos, que rica que se sintió la sorpresa!
Estaba prisionera, Milton me cogía y al mismo tiempo un extraño me rompía el culo, solo podía gritar y sentía un doble placer imposible de describir, maldito Milton, siempre con sus locuras tan originales, pero que mierda, si no aprovechaba en ese momento cuando lo haría?
Estaban jugando conmigo, no sabía quién era ese tipo y tal vez prefería no saberlo, solo disfrutar el momento.

En un cambio de posiciones, me sentaron en el sillón, el extraño se perdió entre mis piernas, me las abrió y me la empezó a chupar muy rico, unos labios preciosos y una lengua inquieta paseaban por toda mi mojada conchita, pero no podía solo con eso porque Milton al otro lado me metía su rica verga en la boca, me encantaba darle sexo oral y cada tanto el solo buscaba mi boca con su boca, para darme hermosos e interminables besos.
Estuvimos un buen rato, y el placer se hacía insostenible, sentía sabor a macho en mi boca y apostaba en mis pensamientos quien se quebraría primero, la verga de mi amante en mi boca o mi conchita en labios de un extraño
Y no pude más, es que estaba muy caliente y lo hacía muy rico, solo dejé de chupársela, no podía, porque me retorcí en un orgasmo enorme, como hacía tiempo no tenía.

Milton monologaba en el ambiente de a tres, me hizo poner de rodillas, el a un lado y el extraño al otro, era hora de chupar, y así empecé, muy rico, con muchas fantasías, saboreando una verga, otra, y en eso llegaría una nueva sorpresa.
Mi amante me dijo que me sacaría la corbata que anulaba mi visión, me llené de intriga, esperaba conocer el rostro del extraño que me estaba haciendo el amor, esperé a cualquiera, menos al que era en verdad.
Si, Joel, el mismo, mi pareja, diablos! mis ojos se abrieron como nunca por la impresión, sentí paralizarse mi corazón, como si lo hubiera atravesado una barra de hielo, pero su sonrisa en los labios me dejó saber de su complicidad, era obvio que era parte de todo el juego y nada era casualidad

Me invitó a seguir chupándosela, así lo hice, y también a Milton, su amigo.
Después de un rato, me recostaron sobre el sillón nuevamente, mi pareja fue entre mis piernas, pero esta vez a cogerme muy rico, mientras su amigo me la daba por la boca.
Así quedé en un plano inferior, y creo que ellos se excitaban mutuamente por lo que veían al otro extremo.
Milton se retiró de repente a unos centímetros de mi rostro, abrí la boca todo lo que pude, y mientras Joel no dejaba de cogerme, observó en primer plano como el otro desparramaba todo su esperma caliente por mi rostro, por mis labios, por mi boca, fue muy rico, sentí mis mejillas y parte de mi pecho alto salpicados por su leche y poco después Joel sacó su pija de mi conchita y me acabó sobre mi bajo vientre y mi pubis, todo fue solo perfecto.

Era tarde, Joel pidió un delivery de pizzas mientras Milton acomodaba unas cervezas en el frío extremo del refrigerador.
Cenamos los tres juntos, aún no salía de mi asombro, aún no creía lo que había vivido, aun sentía todos mis recovecos saciados de placer.
Joel había sido el cerebro, el que lo había planificado, el estratega, y esa llamada extraña de tiempo atrás solo había sido una llamada de amigos, para confirmar que el plan caminaba según lo trazado.

Como siguió la historia, bien, Joel no sería ese amor eterno, y el meter un tercero en la relación solo hizo que nos termináramos distanciando definitivamente como pareja bajo un mismo techo, pero no como amantes. Milton había bebido mi sabor, y una vez embriagado volvería por mí, una y otra vez.
Hoy sigo con mi vida de divorciada feliz, estoy bien sola, duermo sola, sigo con mi empleo en la galería, vistiendo bien, luciendo bien, solo tratando de ser la mejor. Cada medio día me refugio en ‘MEJORES AMIGOS’, donde me siento en mi sitio, como el primer día, en el extremo de la barra, donde suelen sorprenderme con cosas ricas. Diría que soy mujer de ambos, porque me gustan ambos y ellos no ven inconvenientes en compartirme, solo es sexo, a veces estoy con uno, a veces con otro, y cuando se alinean los planetas, podemos disfrutar los tres juntos, como los mejores amantes.

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