Mi Fantasía Hecha Realidad, No Fue Lo Que Esperaba

Es un hecho que hasta la persona más pudorosa y recatada, e incluso hasta la más religiosa, llegan a tener pensamientos eróticos alguna vez en su vida con alguien que no es su cónyuge

Está demostrado que hombres y mujeres por igual, seamos casados o solteros todos tenemos fantasías. Y es un hecho que hasta la persona más pudorosa y recatada, e incluso hasta la más religiosa, llegan a tener pensamientos eróticos alguna vez en su vida con alguien que no es su cónyuge, y llegan a imaginar y desear cosas que no se atreven a realizar por prejuicios o por el que dirán. Eso lo he comprobado por lo que he visto a través de los años. Algo que también descubrí es que no es lo mismo fantasear y desear que llegar a vivir y ver realizarse. Se puede fantasear con algo y desearlo muy intensamente y crees que puedes hacerlo sin titubeos, pero al momento de la verdad las emociones son tan intensas que los sentimientos cambian y nunca es igual, sobre todo cuando es la esposa la que está en juego. También aprendí que no puedes confiar del todo en tus amigos, pues hasta los mejores amigos te fallan cuando hay unas nalgas de mujer de por medio, aunque estas nalgas sean las de la esposa del amigo; eso me ocurrió y les contaré como sucedió.
Mi esposa Magda, es una mujer pueblerina que conocí siendo una niña de 13 años de edad. Era de las que cada domingo están en la iglesia del pueblo, se confesaba con frecuencia y aparentemente no era capaz de romper un plato. Es la hija mayor en su familia, quedó huérfana muy niña y al faltar su madre ella atendió a sus hermanos hasta que mi suegro volvió a casarse, y eso la hizo madurar a muy temprana edad. Siendo sincero, no era una belleza de mujer ni mucho menos un monumento; medía 1.56, de piel blanca y pelo castaño lacio, pero aunque no tiene una gran figura es agraciada y de personalidad muy agradable. Me gusta mucho su tono de piel, sus piernas y principalmente su forma de ser pues tiene muy bonito carácter. Es laboriosa, obediente y muy responsable en casa, sin embargo quiero destacar lo siguiente porque es vital para que entiendan mi historia: Algo muy común en estos pueblos y mas aún en esos años, es que a la mujer se le enseña desde niña que su lugar está en casa y la tradición, al menos en este pueblo, es que el marido puede hacer lo que quiera por eso es hombre, de manera que como yo me crie en ese pueblo y ella también, ambos creíamos que eso era lo mas normal. De ahí era mi familia paterna y en la familia de mi padre los hombres eran gritones, mandones, mujeriegos y algunos hasta golpeadores con la esposa y yo crecí en ese ambiente.
Nos casamos demasiado jóvenes teniendo yo 19 años y ella algo menos , yo llevaba la escuela de mi familia y a las pocas semanas de casados comencé a mostrarle a mi mujer cuál era su sitio en casa, ella se sometió de buena gana y aparentemente las cosas marchaban bien. El problema fue cuando comencé a andar con mujeres. No teníamos un año de casados y ya me había metido con Josefina, una amiga de mi esposa y aunque a muchos les pareció mal, a mí no me importó el qué dirán y a mi mujer ni siquiera explicaciones le di. Sin embargo, cuando yo la veía llorando por causa de mi conducta o mis regaños, eso me dolía aunque estaba convencido que así debería ser. La tradición en el pueblo era: “es mi esposa y yo mando en casa”, pero en mi interior me di cuenta que la estaba haciendo desdichada y yo tampoco era feliz.
Antes de dos años de casados, tuve una aventura con una señora casada de nombre Elia, que tenía un restaurante a las afueras del pueblo a pie de carretera. Esto me causó un problema muy serio pues el marido se enteró, se separara de ella y comenzó a investigar quién era el que le había ganado con la mujer. Esto me preocupó, y como en esos días tenía una oferta de empleo en una ciudad a 160 kms del pueblo, no dudé en aceptar. Encontré un departamento en renta, demasiado pequeño pero suficiente para nosotros dos; constaba de cocina-comedor, una habitación grande que hacía las veces de sala y recamara a la vez, un pequeño patio de servicio y el baño, eso era todo. Así que nos mudamos y comencé a trabajar en la ciudad, ahí las cosas cambiaron mucho; para empezar me iba muy bien en el trabajo y por otra parte, como ni Magda ni yo teníamos amigos en la ciudad y los parientes estaban muy lejos, se abrió la comunicación entre ambos. Creo que ahí fue cuando verdaderamente conocí a mi mujer y le encontré muchísimas cualidades que me gustaron de ella y empecé a quererla muchísimo y me propuse tratarla lo mejor posible. Me arrepentí del daño que le había hecho al maltratarla y engañarla allá en el pueblo y sentí muchos remordimientos, solo que no se lo dije pero si me propuse cambiar con ella. Platicábamos mucho, la sacaba a cenar y a pasear, íbamos al cine y a tomar nieve en los parques cercanos, la veía feliz y eso me hacía feliz también.
Pero nunca falta un pelo en la sopa, y las cosas cambiaron cuando comencé a leer cierta literatura que un compañero del turno de la noche dejaba en su casillero. No se preocupaba en ponerle candado y accidentalmente vi varios libros y revistas ahí, y como me gusta leer los tomé para entretenerme y antes de irme los devolvía. Comento esto porque eran novelas eróticas y revistas con relatos de sexo, cosas que yo nunca había leído en el pueblo, me llamaron la atención y fueron la causa de un caudal de ideas en mi mente. En esos años la pornografía se manejaba con mucha discreción y las películas xxx las pasaban solo en funciones de media noche. En muy pocos días leí la mayoría de las novelas. Eran volúmenes de buen tamaño y con historias muy bien narradas que describían con detalles las escenas, de manera que casi veía lo que acontecía en la narración, y lo más impactante es que la mayoría de las historias trataban de matrimonios liberales, intercambio de esposas y sobre todo de maridos que le daban a su mujer la libertad de hacer mil cosas, esposas que seducían al fontanero, al mecánico, al vecino y hasta al velador del barrio. Para ser presciso las mujeres casadas eran el personaje central de dichas novelas. Todo esto fue llenando mi mente y se complementaba con las escenas de las revistas ilustradas con imágenes. En muchas de ellas se miraba al marido entregando a su mujer para ser gozada por uno o más hombres mientras el miraba. Yo me preguntaba– “¿Habrá quien sea capaz de hacer semejante cosa con su mujer? No lo creo” –En una oportunidad hablé con el compañero, el dueño de dichos libros, le dije que los había leído y que me parecía interesante pero que para mí era pura fantasía, algo ajeno a la realidad. No debí haberlo hecho, porque esto fue la chispa que encendió la mecha, pues comenzó a hablar con mucho entusiasmo del tema. Me pregunta– “¿Pues en qué mundo vives?” –Me hizo mención de personas de la ciudad, unas conocidas y otras desconocidas que según dijo, llevan ese estilo de vida y de lo común que es esa práctica. Mencionó que años atrás convenció a su esposa de probar ese ambiente y que intercambió mujer con otra pareja, pero que a su esposa no le gustó y ya no quiso volver a hacerlo; me dice– “¡Debieras de probar! vieras que emocionante es eso, ¡lástima que mi mujer ya no quiera!” –Le mencioné lo recatada que es mi esposa y que yo como hombre nunca toleraría que otro la tocara. Me dice– “¡Quítate eso de la cabeza! Aunque no queramos, toda mujer tarde o temprano tiene su aventura con otro que no es su esposo y el marido ni cuenta se da; más vale que nos hagamos a la idea. ¿La tuya porque va a ser la excepción?” –Así que según él, mi mujer en algún momento estaría con otro y lo mejor es que fuera con mi consentimiento para evitar pleitos y para no andarnos escondiendo. Se explayó mucho buscando convencerme pero yo me resistí a la idea, aunque lo que dijo dejó huella en mi mente. Llevó más novelas y revistas para que yo siguiera leyendo y “me documentara sobre el tema”, y aunque me parecía desagradable esa idea, poco a poco se fue metiendo en mi cabeza. Solía pensar— “¿Qué sentiría yo si mi mujer se metiera con otro hombre? No, yo nunca lo permitiría” –Sin embargo en cuatro años de casados yo ya había estado con varias mujeres y me preguntaba– “¿Será diferente en el caso de ella? ¿Habrá estado ya con alguien sin que yo lo sepa? En realidad ¿qué se le puede quitar? Seguirá siendo la misma mujer a final de cuentas” –Llené mi mente sobre ese tema leyendo todo lo que el compañero llevó y la idea se fue convirtiendo en una obsesión. Comencé a fantasear mucho y cuando veía a mi mujer en poca ropa, me la imaginaba modelando para dos o tres hombres, o cuando estaba desnuda me imaginaba a alguien abrazándola por la espalda acariciando sus pechos o cuando se empinaba para alguna labor de la casa me imaginaba a alguno tomándola en esa posición alzándole el vestido y bajándole el calzón. Pensaba yo–“¿Me habrá engañado ya alguna vez? ¿Como habrá sido? ¿Lo habrá disfrutado? ¿Qué haría yo si eso ocurriera frente a mí?” –Luego me sentía culpable por pensar esas cosas de mi esposa, pero también me sentía frustrado al saber que mi mujer nunca haría algo así pues la creía incapaz por ser tan conservadora. Pero luego pensaba– “¿Y si me propongo convencerla a que esté con alguien? Así ya no tendré dudas, pero ¿aceptará? No lo creo, ¿pero cómo sé que no aceptará si no se lo digo? ¿Y cómo se lo puedo decir para que no se ofenda? Tendré que desagraviarme primero de lo mal que la he tratado para que me tenga confianza ¿pero aguantaré si ella acepa?” –Me decía a mí mismo que la única respuesta era intentándolo como hizo mi compañero. Comencé a releer las novelas para familiarizarme con los métodos que usaron algunos maridos para convencer a su mujer y relatos de principiantes, pero no encontraba alguna experiencia que cuadrara con mi situación, esto me frustraba pero al mismo tiempo más me obsesionaba. Quiero decirles que llegó el momento en que esto ya me quitaba el sueño y estaba afectando mi relación íntima con Magda, pues necesitaba imaginarla en brazos de otro para excitarme y poder disfrutar el sexo con ella. Me parecía irónico sentir esa inquietud después de haber sido tan machista, pero a pesar de eso comencé a idear cosas y poco a poco una fue tomando forma y traté de ponerla en práctica muy sutilmente ¡Nunca imaginé cuanto cambiaría mi matrimonio por esa decisión!
El método fue llevar una revista que habla sobre mujeres infieles y maridos complacientes y dejarla en casa “por accidente”, de manera que ella la encontró. Ella se escandalizó un poco pero la leyó y eso sirvió de tema de conversación en varias ocasiones. Para seguir avanzando en el asunto, una tarde de sábado en que salimos a pasear al centro de la ciudad pasamos por el aparador de una tienda de ropa muy conocida. Exhibían ahí prendas íntimas muy bonitas y sexis y por primera vez le compré algunas. Aunque le pareció extraño, pero se sintió alagada y contenta de este detalle. Ya en casa se las probó, y aunque no tiene un cuerpazo, sí se veía muy sexi y deseable. De manera espontánea me salió la expresión—“¡Que sexi te ves! ¡Que ganas de presumirte!” –Contesta alarmada—“¿Qué cosa? ¿No me digas que quieres que otros me vean?” –Tuve que buscar una explicación diciendo—“No es eso, pero es que te ves tan sexi que me parece un desperdicio que solo yo te mire” –Contesta ella—“A eso me refiero, estás insinuando que quieres que otros me miren así. Te hizo mal leer esa revista que me trajiste” –Traté de recobrar la compostura y añadí—“¡Es que todo lo bonito debe ser admirado ¿si no para qué existe? y yo te veo tan linda con esa ropa que quisiera sentirme envidiado, por eso me dan ganas de presumirte” –Suelta la risa y dice—“¡No exageres, no es para tanto!” –Esto sirvió para despertar el ego en ella y pudimos seguir hablando del tema. Ahora fui más lejos, le enfaticé que era verdad que me gustaría sentirme envidiado si algún otro viera lo linda que se miraba con su ropa sexi, y que la única manera de saber que se siente era probando. Agrega ella—“Si, sería muy halagador para mí pero sinceramente tú no lo soportarías, porque no eres esa clase de hombres” –Por primera vez tuvimos este tipo de charla abiertamente y ahí me di cuenta de que también ellas tienen fantasías e ideas que uno como hombre ni siquiera se imagina. Dice mi esposa—“Es muy bonito cuando nos damos cuenta que un hombre nos mira sin morbo y más cuando es alguien agradable, eso nos hace sentir bien. Pero cuando nos miran con otros ojos, como desnudándonos con la mirada da vergüenza, aunque a pesar de todo es halagador sentirse deseada” –Hasta ese punto la plática fue muy natural, pero al llegar a esa parte y recordando mis fantasías con ella, me vino la idea de alentar su ego y animarla a dar el siguiente paso para lograr mi meta. Le dije—“Sinceramente sí quiero presumirte y saber qué opina alguien más ¿te atreverías si hubiera con quién?” –ella solo contesta– “Soy una mujer decente y no pienso andarme exhibiendo, y aún suponiendo que yo me atreviera tu no lo aguantarías, tú lo sabes. Mejor ahí le dejamos” –Fracasó el intento
Pasa el tiempo y ya no se habló sobre ese tema, hasta que tuve un incidente una noche en que no lograba la erección debido a estar pensando en mi obsesión. Ella me pregunta– ¿Qué te sucede, te sientes mal? –tuve que mentirle diciendo– “Tiene tiempo que me siento culpable por todo lo que te hice halla en el pueblo y aquí. Anduve con mujeres, te humillé mucho y ahora no soporto la culpa. Pienso tanto en eso que me bloquea y no puedo concentrarme. Creo que tengo la obligación de pagar esa deuda” –Ella me escuchó atenta y estuvo de acuerdo en que fui cruel con ella, pero que estaba contenta con que yo hubiera cambiado. Insistí en que no me iba a sentir bien hasta saldar esa deuda y lo comparé a cuando ella pagaba sus “penitencias” después de confesarse. Ella entendió y me dijo que no había problema, que eso era cosa del pasado, pero insistí en que no me dejaba en paz ese sentimiento de culpa. Ella me dice– “No hay problema, ya te perdoné, siempre y que no vuelvas a hacer lo de antes” –Aproveché esa coyuntura que dejó e hice un intento más, le dije– “Precisamente por eso te lo digo, porque ya no quiero volver a hacer lo de antes, sé que eres muy buena y me has pasado por alto muchas faltas, pero mi conciencia me lastima y como me dijo un compañero, no podré estar en paz hasta que sienta lo que tu sentiste con mis acciones, ¡de no hacerlo me pasará lo que a él, volveré a recaer y no quiero!” –Me sorprendió la respuesta de Magda porque no me lo esperaba así de claro, y es que no es nada tonta, supo captar cual era mi fantasía aunque no me lo dijo abiertamente. Dice ella– “Eso significa que debo estar con otro hombre para que tengas paz mental ¿verdad?” –Sigue diciendo– “Mira, yo creo que todos tenemos ideas y fantasías en nuestra mente, hasta nosotras las mujeres. Te voy a confesar algo; cuando mi tía Esperanza se divorció y comenzó a traer novio de nuevo, todos la criticaron en el pueblo y ella sufrió mucho. Un día ella me dijo que no hiciera caso a la opinión de la gente y que viviera mi vida de la manera que mejor me pareciera y sobre todo que nunca me dejara humillar de mi marido como le pasó a ella. A pesar de todo yo me dejé humillar de ti, pero recordé las palabras de mi tía y sentía coraje contigo por ser tan ingrato y conmigo por ser tan débil, así que me vino la idea de vengarme, no te diré como pero pensaba hacerlo. Luego cambiaste y ahora vivimos bien sin aquellos problemas y yo quiero seguir así; sin embargo pensando en esa inquietud que traes haré lo que sea para que estés contento, y si eso te satisface lo haré con tal de que no seas el de antes. Así que, dime, ¿qué quieres que haga? Pero antes de que me digas te aclaro que yo también pienso cosas y deseo cosas, y no sé si pueda parar después de iniciar algo tan delicado porque yo también tengo mis ideas y fantasías. Y otra cosa, no sé si tú soportes las consecuencias de lo que me estás proponiendo, porque me estás proponiendo algo muy serio. –Yo no entendí de momento la profundidad de sus palabras, solo le dije– “Por ahora siento la obligación de pagar mi culpa permitiendo que tu hagas lo que yo hice; tal vez eso me ayude a pensarlo dos veces antes de volver a fallarte. Total, tu seguirás siendo la misma persona y al igual que a mí, nada se te quitará”. –Me contesta de manera muy directa a pesar de que yo me andaba por las ramas– “Está bien, yo me imagino que has hablado con alguien que te ha aconsejado cosas, tal vez tu compañero de trabajo o alguien más; pero me imagino que ya lo pensaste bien, por eso traes ideas en tu cabeza y no vas a parar hasta lograrlo. De acuerdo, déjame ver si en estos días alguien me hace alguna propuesta y ya después te informo para que tu conciencia descanse, y ojalá que de veras esa sea la solución y no nos arrepintamos” –Mi obsesión y la ansiedad por vivir lo que tantas veces había leído no me dejó percibir que mi esposa entendía lo que había en mi mente más de lo que yo imaginaba, y que no la estaba engañando con mi historia aunque yo creía que sí y ella solo me siguió el juego.
Pasan casi tres meses y en cierta tarde la encontré nerviosa y algo irritada. Al preguntar qué sucede, me dice– “¡No vuelvas a pedirme esas cosas!” –Le contesto alarmado– ¿Cuáles? –me dice llorosa– “¡Que esté con otro hombre! Yo ya te perdoné y no hace falta más. Mira, yo también siento inquietudes y tengo fantasías como no te imaginas; por eso la ropa que me compraste y lo que platicamos me hizo sentir halagada y sentí también mucha tentación, y hasta llegué a desear las caricias de alguien más. Hoy le hice caso a un muchacho que seguido me decía piropos al pasar, le sonreí y me acompañó al mercado. Me creyó soltera y quería noviazgo, pero ya de regreso cuando le dije que era casada me llevó por otra calle donde había un hotel y quería que entrara con él. Yo lo mandé a volar y le dije de cosas muy ofendida. ¡Me trató como si fuera prostituta! Yo esperaba que me propusiera amistad y me fuera conquistando poco a poco, pero como soy casada se sintió con el derecho de llevarme directo al hotel como si estuviera muy deseosa. ¡Que se vaya a volar! ¿Pues qué se cree?” –No me atreví a argumentar nada al verla tan molesta, solo me sentí frustrado nuevamente y no pude apreciar los valores morales y respeto a si misma que mostró con esa actitud y en lugar de comprenderla, tanta era mi obsesión que me puse a pensar en alguna otra forma de inducirla a complacer mi fantasía, pero nada me venía a la mente de momento.
Pasan cerca de seis meses más y ya habíamos caído en la rutina. Mi relación con Magda era buena como desde que llegamos a la ciudad. Aún no teníamos hijos y en la intimidad nos habíamos enfriado mucho; la razón era obvia y sé que ella lo sabía, pero no se quejaba y ya no insistí en convencerla ni ella preguntó nada, solo se amoldó a mí, dócil como era. Pero mi obsesión seguía viva y fantaseaba muchísimo y tuve varias conversaciones con mi compañero de trabajo y al fin le revelé mis intenciones, pero para mi sorpresa me dijo– “En este asunto no se puede forzar a nadie, si ella no quiere no la obligues, después te puedes arrepentir. Si ya hablaste de esto con ella dale tiempo a que lo piense y tome una decisión, y si no accede no la presiones, no te conviene” –Esto me frustró todavía más de lo que ya estaba, pues yo estaba seguro de que mi compañero me apoyaría dándome ideas y alentándome. Me molesté y ya no acepté otras revistas que me llevó; tal era mi frustración.
En esas fechas, casualmente me encontré con un conocido del pueblo, un joven de nombre Javier. Él había pretendido a Magda antes que fuera mi novia, pero en ese entonces él era un chiquillo de 13 años y Magda tenía 15, obvio, ella no lo aceptó. Ahora Javier tenía 20 años y Magda 22. Cuando me abordó casi no lo conocí ya que estaba muy cambiado; me dijo que estaba estudiando en la ciudad y vivía en un departamento compartido con otros estudiantes cerca de la universidad. También me dijo que en la ciudad estaba Miguel, otro amigo del pueblo tres años mayor que yo. Miguel había sido testigo en mi boda con Magda, y un año después de la boda se fue a trabajar al país vecino y ahora estaba en la ciudad solo por un mes, ya que vino a tramitar algunos documentos que necesitaba. Me dice Javier– “Si tienes tiempo vamos a su hospedaje a que lo saludes” –Claro que fuimos, nos llevamos un seis de cerveza y platicamos muy contentos de habernos encontrado. Compramos más cerveza y un par de horas después, ya un poco entonados pregunta Miguel sobre mi matrimonio– “¿Cómo les ha ido?” — Automáticamente respondí “bien”, pero algo titubeante porque en ese momento recordé que Javier había pretendido a Magda y me vino a la mente la idea de hacer que se vieran nuevamente para ver como reaccionaban, necio con mi idea. Pensé– “¿qué sucedería si se volvieran a ver?” –Ellos, al ver mi titubeo, me preguntan– “¿Que sucede, tienen problemas?” –Tardé un poco en responder porque estaba dándole forma a una idea que se me vino a la mente de pronto. Terco como estaba con mi fantasía me lancé a fondo y les inventé una historia. Les dije– “Todo estaría bien si no me hubiera metido en tanta bronca. Ya saben lo que sucedió en el pueble ¿verdad?” –Javier contesta– “Yo sí, pero Miguel ya se había ido cuando pasó lo de Elia, y que bueno que te saliste del pueblo porque el marido ya te traía entre ojos” –Le platiqué a Miguel ese asunto y mostrando congoja les dije– “Si, he cometido muchos errores; aquí también hice ya mis cosas y ahora mi matrimonio está en peligro por eso” –Esto dio el resultado esperado, pues mostraron preocupación y les inventé la historia de que Magda estaba tan ofendida por mi comportamiento que había jurado cobrarse con la misma moneda. Esto era cierto en parte, según lo que ella me confesó pero lo siguiente lo inventé, les dije que discutimos fuertemente y que me dijo que si yo andaba de sinvergüenza ella haría lo mismo para que vea lo que se siente. Fue un poco largo “hacerles comprender” que era un hecho lo que ella pretendía, que me juró que no daría marcha atrás y que yo ya estaba resignado. Agregué– “Sé que yo me lo busqué y sé que lo merezco y no me da vergüenza decirles que estoy dispuesto a tolerar lo que haga porque no quiero perderla pero tengo una preocupación, es que no sé cómo decirle que no tiene que esconderse de mí y que tiene mi permiso, porque no quiero que se exponga a sufrir un daño con algún pervertido, o que después algún tipo ande rondando la casa molestándola y no sé cómo decirle que se fije muy bien en quien escoge para ese asunto. Ya no me puede que lo haga, es más, ya deseo que lo haga para estar en paz con ella y vuelva la normalidad entre nosotros, pero me preocupa su seguridad” –Conversamos ampliamente sobre este tema y traté de darle forma a la historia de manera que se vieran en la obligación de ayudarme con algún consejo. Les dije– “Ella está firme en su idea y no va a dar marcha atrás” –Me dice Miguel– “Si estás totalmente decidido a dejarla dar ese paso, entonces solo díselo. Aquí eso es inusual, pero allá en el país vecino cosas como esa no le quitan el sueño a nadie. Puedes facilitarle las cosas llevando a algún amigo de confianza. Háblale a ese amigo del asunto y dale oportunidad de que la vaya conquistando poco a poco, déjalos solos por momentos como por casualidad de manera que puedan hablar y poner cita o cosas así, no te compliques” –Al ver la forma tan natural en que Miguel habló sin sorprenderse, me decidí y les dije– “Aquí no tengo amigos de confianza pero pensándolo bien, como ya les platiqué el problema a ustedes ¿Se atreverían a ayudarme con ese asunto?” –Javier abrió los ojos sorprendido, pero Miguel responde muy tranquilo– “Claro que sí, de hecho yo quiero saludar a Nena (Así la llama él), pero sobre tú problema no te prometo nada pues en esas cosas ellas son las que deciden: claro que si estás dispuesto a todo, podemos hacer el intento Javier y yo y si ella se inclina por alguno de los dos, ya veremos qué pasa. Pero solo si estás seguro y si no pues todo en paz” –En resumen, así fue el trato con ellos y sería muy largo relatar paso a paso el desarrollo de la conversación, pero yo estaba tan obsesionado con mi idea que de momento no entendí la sonrisa de Miguel y ciertas miradas entre él y Javier. Y es que Miguel ya tenía mucho más mundo que Javier y yo, y obviamente con mi actitud se dio cuenta de cuál era la realidad, pero fingió creer mi historia y estuvo dispuesto a “ayudarme” en mi problema. Solo concluyó diciéndome– “Como no podemos saber la reacción de Nena, vamos a platicar Javier y yo para hacer algún plan, pero si algo sucediera frente a ti ya sobre la marcha y tu sientes que no puedes soportar y te arrepientes, solo has una seña a tiempo y dejamos todo en paz” –Muy seguro les dije– “Adelante, ustedes no se cuiden de mí y hagan lo que crean conveniente, no creo que haya problema alguno. Si pensaba tolerarlo con un desconocido, con mayor razón con amigos de confianza” –Era un miércoles y acordamos que irían a casa el siguiente sábado desde las cuatro de la tarde; llevarían algo de beber y botana. Les di la libertad de proceder como mejor les parezca, tanta era mi seguridad pero pude percibir que a Miguel no lo engañé del todo, aunqueno me importó y me engañé a mí mismo pensando que creyeron mi historia. Miguel era un hombre de 28 años, ya algo fogueado y seguro que sabía sobre casos similares, lo pude percibir en sus palabras. Yo era el que estaba aún muy tapado y no conocía mundo. Me había criado en el pueblo toda mi vida y esos pocos años en la ciudad no me habían enseñado mucho aún. Pero estaba emocionado con la esperanza de que por fin se lograría mi sueño alimentado ya por más de dos años. Al llegar a casa, Magda obviamente noto que iba algo tomado y le expliqué la razón, claro sin decirle mi conversación con ellos. Solo le dije que los vi y que deseaban saludarla y convivir un poco. Le dije– “No olvido que Javier anduvo tras de ti, y ya no es un chiquillo, ¡ya tiene 20 años!” –Ella solo ríe y me dice– “¡Ya volviste a tu idea! Ja ja ja ja. No importa, Javier nunca me ha gustado, así que no te hagas ilusiones ja ja ja” –ante eso, le pregunté– “¿Y qué piensas de Miguel?” –me dice– “Bueno, él es otra cosa, siempre me agradó pero nunca me pretendió ni nada parecido. Ha sido muy respetuoso conmigo. Pero no hablemos de eso y saca esas cosas de tu cabeza” –Ya no toqué el tema en los días siguientes fingiendo indiferencia. El sábado salgo de trabajar a las 2 de la tarde, no perdí tiempo y me fui directo a casa. Magda se acababa de bañar y estaba arreglándose frente al tocador y vi un vestido desconocido para mi sobre la cama y prendas íntimas que mi esposa de inmediato ocultó de prisa y me dice– “Me compré este vestido y otras cosas “especiales” por si acaso con tal de ya darte gusto y se te quité tu idea, pero no te hagas muchas ilusiones, no sé si me atreva y tampoco sé si vaya a haber oportunidad o si ellos se presten” –Muy emocionado le dije– “¿De veras?” –No pude evitar mostrar demasiado entusiasmo y la abracé muy efusivo mostrando la alegría que me daban sus palabras, pero me vuelve a la realidad diciendo– “No eches las campanas al vuelo, te repito que es solo por si algo se presenta y no te garantizo nada. Quiero darte gusto pero no sé si pueda lograr algo porque no depende de mí. Procuraré de vez en cuando estar mal sentada de manera que ellos puedan ver algo o cosas así si se presenta la ocasión. No sé que tanto me atreva a hacer, pero haré el intento. Pero eso sí ¡júrame que soportarás lo que suceda! No quiero que después te arrepientas y haya un problema entre nosotros si las cosas van más allá” –Inmediatamente se lo juré feliz de la vida, sin pensar en que con ese entusiasmo me estaba descubriendo ante ella. ¿Cómo podía decir que solo deseaba lavar mi conciencia haciendo “ese sacrificio” si estaba tan entusiasmado? No lo pensé en ese momento, pero ya no me importó, el caso es que el asunto estaba ya en marcha. Quise ver las prendas íntimas que compró, pero no me dejó. Me dice– “Ya las verás junto con ellos ¡eso si se presenta la ocasión! Pero no esperes mucho ya que no sé si me atreva, si no ya las veras cuando ellos se vayan” –El vestido que se compró era corto, bastante arriba de las rodillas de color negro, algo entallado que hacía resaltar sus caderas y con un escote muy pronunciado. Noté que el brasier que también se acababa de comprar era de media copa, por lo que sus senos salían bastante por el escote del vestido y pude ver que luchaba por ocultarlos lo más posible sin lograrlo, pues los tiene grandes; la verdad no se le veía muy elegante, más bien se le veía algo vulgar y exagerado pero no quise quitarle su intención y no le dije nada porque no estaba acostumbrada a usar ese tipo de ropa y no supo escoger ya que lo que usaba regularmente era muy diferente y nada sexi.
A las 4:30 llegan Miguel y Javier cargados de cosas para consumir y dos regalos para mi mujer, uno de cada uno. Se saludan muy efusivos de abrazo y beso en la mejilla con Magda, algo a lo que ella no estaba acostumbrada y mostró desconcierto. Miraba a uno y luego al otro sorprendida por el cambio en ellos. Javier, ahora era un joven de 20 años bien parecido. Nada que ver con el chiquillo que ella recordaba y Miguel, un hombre en la flor de su edad con sus 28 años. Ellos se deshacían en halagos a Magda diciéndole que el matrimonio le había favorecido y que se veía muy bella y Magda sonreía muy complacida pero bastante ruborizada.
Después de la conversación de rigor y después de cubrir todas las formalidades y recordar los años sin vernos, Magda nos prepara una botana con lo que ellos llevaron, pusimos música suave y nos servimos unas copas y comenzamos a platicar de un sin fin de cosas triviales, y más de una hora después ya después de la tercera copa Magda se veía más cómoda y desinhibida, entonces Miguel comienza a platicar de su vida y su trabajo en el otro país y surge la pregunta obligada de Magda– “¿Por qué no te has casado?” –Miguel responde con muchos rodeos, pero en resumen su respuesta fue– “Es que quiero encontrar una mujer como las de aquí o del pueblo pero allá no las hay, son muy diferentes. Y además cuando me fui iba lastimado porque me ganaron a la que yo quería” –Magda lo mira sorprendida y pregunta– “¿Quién era ella, es del pueblo y la conozco?” –Miguel responde mirándola fijo– “¿No lo adivinas?” –Mi mujer abre los ojos desorbitados y dice– “¡NO, no, no digas eso, no juegues así conmigo, eso no puede ser!” –Miguel le contesta– “¿Y por qué no? Javier te pretendió y no lo aceptaste porque era un chiquillo. Luego yo te pensaba hablar pero Alberto se me adelantó y lo aceptaste a él y, por respeto al amigo yo no dije nada. Ahora, si te lo digo es solo porque se ofrece y porque ya es pasado” –Magda inclina el rostro muy perturbada y guarda silencio, luego Miguel le dice en tono conciliador acercándose a ella y pasándole el brazo por sus hombros de manera muy tierna– “¡Pero no te pongas triste niña! Eso ya pasó y hoy estamos contentos. ¡Levante esa carita y vamos a brindar! –Pone su mano bajo la barbilla de Magda levantándole el rostro y le da un beso en la frente, luego se aparta para servirle otro trago y le propone un brindis, lo beben y Miguel cambia bruscamente de tema hablando de los estudios de Javier y éste se explaya en ello, pero note que su “confidencia astuta” surtió el efecto deseado, pues Magda lo miraba con insistencia cuando creía que nadie la veía. Luego de dos copas más los efectos del alcohol eran evidentes en ella, y la conversación vuelve a aquellos años en el pueblo con las respectivas remembranzas y Javier le pregunta a Miguel– “Y a propósito, cuando te fuiste, ¿si te llevaste el recuerdo que querías?” –Responde Miguel– “No, no me atreví a pedirlo por respeto a ya sabes quién” –Hasta yo mismo me confundí con eso y pregunté junto con mi mujer– “¿De qué hablan? Explíquense” –Miguel evade el tema diciendo– “No, eso ya no importa y no viene al caso” –Pero Magda insiste muy ansiosa diciendo– “Ahora tienes que decirnos, ya nos inquietaste y si no lo dices no voy a poder ni dormir” –Miguel finge doblegarse y dice– “Bueno, se los voy a decir, a fin de cuentas es algo que ya nunca podré lograr y ya estoy resignado. Un día encontré a Javier llorando porque tú te habías casado y fue cuando le dije que yo también había pensado pedirte que fueras mi novia, pero le dije que no estaba conforme y que te iba a buscar para pedirte que me regalaras un beso antes de irme, pero nunca me atreví y me fui con ese sentimiento de que ni siquiera un beso alcancé de ti. Y ahora perdóname por haberte dicho esto, pero tú fuiste la que insistió” — Y dirigiéndose a mí, dice– “Y tu puedes estar tranquilo, nunca pasó nada” –¡No podía yo creer en la astucia de estos dos! Mi mujer no era ninguna tonta y era ágil de mente, pero ellos habían planeado todo a la perfección y les estaba dando resultado, porque Magda estaba muy enternecida y con los ojos llenos de lágrimas le dice– “Perdóname tu a mí, yo nunca me imaginé algo así, créeme que de haberlo sabido no te hubiera negado ese beso, pero aunque sea tarde te lo puedo dar ahora si tú quieres” –La sorpresa de Javier y Miguel fue legítima, al igual que la mía con lo sorpresivo de la respuesta de Magda. Contesta Miguel con entusiasmo– “¿De verdad lo harías? Para mí sería fabuloso, pero ¿qué dice tu esposo?” –Contesta Magda– “Yo sé que él me dará permiso. Hay algunos asuntos entre Alberto y yo que deseamos finiquitar y la ocasión es ideal para eso” –Miguel nos mira a ambos y pregunta– “¿Sucede algo?” –Magda le contesta mirándome a mí– “Son cosas entre él y yo, no te preocupes, Alberto entiende y no tiene objeción, ¿verdad?” –Aunque de pronto me sentí incomodo con la situación, le respondí– “Claro, hoy es su día libre y mi esposa puede hacer lo que quiera” –Ahí comencé a darme cuenta que no es lo mismo fantasear y desear algo que verlo suceder, y de pronto sentí cómo mis intestinos se retorcían en mi vientre, sentía un nudo en la garganta y fuerte angustia junto con celos y no sé cuántos sentimientos mezclados entre sí. Sería difícil describir todo lo que sentí cuando Miguel se pone de pie y le dice a Magda– “Bueno, no se hable más” –Mi esposa me mira como solicitando mi permiso o midiendo mi reacción, pero se pone de pie frente a Miguel. Yo sentía ganas de detenerlos y decirles que siempre no y dar marcha atrás, pero al mismo tiempo sentía un fuerte morbo por lo que estaba ocurriendo y éste era más fuerte que mis celos o lo que fuera que estaba sintiendo, y es que era mi esposa y no cualquier mujer la que estaba ahí a punto de besarse con Miguel. Apreté las quijadas para no abrir la boca porque deseaba detenerlos aun sabiendo que yo lo había propiciado. Con mucha ternura y con movimientos seguramente estudiados, Miguel le acaricia las mejillas y el pelo un par de minutos mirándola a los ojos para después prenderse de los labios de Magda. Yo esperaba que fuera un beso tierno y corto, como dicen por aquí: “un piquito”, pero fue un beso largo y apasionado que parecía interminable. Ahora la sensación en mi vientre fue mayor ya que los celos iban acompañados de un sentimiento de angustia, pero a la vez un sentimiento de complacencia y morbo desconocidos para mí. Se separan pero sin soltarse del abrazo y sin pronunciar palabra, solo mirándose y vuelven a unirse en otro beso igual de intenso y largo. Fue Javier quien los volvió a la realidad, o al menos a Magda, pues Miguel llevaba su plan. Les dijo—“Ya está bien, se supone que solo era un beso” –Se separan aparentemente perturbados y recobrando la compostura, como apenados conmigo. Miguel se disculpa y vuelve a sentarse, pero Magda continúa de pie como desorientada y Javier aprovecha la ocasión y se acerca diciéndole—“Y qué hay para mí ¿no merezco al menos un besito de consolación?” –Magda contesta—“Sí, pero uno chiquito” –Se acerca y le planta un beso en los labios, ese sí muy breve. Javier vuelve a sentarse agradeciendo el detalle, pero sonriendo le dice que fué parcial y que los trató diferente. Magda también riendo les dice—“¡No es verdad, los dos son mis amigos y los quiero igual!” –La plática continúa ahora con otros temas, pero las miradas entre Magda y Miguel continúan y yo ahora pensando en cómo desviar el asunto y detener lo que estaba en marcha. En cierto momento Javier hace notar que se terminó el refresco para acompañar la bebida y dice—“Si supiera donde hay tienda por aquí yo iría a comprar” –Miguel asegura lo mismo, y yo capté que la intención de ellos es que fuera yo el que saliera a comprar dichos refrescos para quedarse solos y aprovechar mi ausencia como era el plan inicial. Pero como ya no estaba yo tan decidido a que ésto siguiera quise echarles a perder los planes. Les dije—“No se preocupen, yo me previne y compré refrescos y también bebida porque no sabía lo que iban a traer” – Los saqué del refrigerador y noté las miradas de ellos como diciéndome—“No la malicias, ¡la idea era que te salieras un rato!” –Lo entendí, pero también me di cuenta que a Miguel y Javier ya no les importó mi presencia y se lanzaron al ataque. Total, yo les había pedido “su ayuda”. Comenzaron a platicar temas eróticos y empezaron a alagar a mi mujer hablando de su vestido, su escote y lo sexi que se veía y desde ese momento ya solo fui un espectador, los tres se olvidaron de mí y solo hablaban entre ellos. Viendo lo alegre que se puso Magda con la bebida y su evidente embriaguez, le pedían que se pusiera de pie y se diera sus vueltas para apreciar su figura y ella de manera vanidosa los complacía y ocasionalmente me miraba como diciendo– “¿Estas contento? Esto es lo que deseabas ¿verdad?” –Las “confianzas” y el contacto físico aumentaron mucho, por cualquier motivo la tocaban y ella lo toleraba y en cierto momento Javier se sentó muy junto a ella para “confiarle un secreto”. Algo le dijo al oído poniendo su mano sobre el muslo de ella; Magda lo escucho y luego soltó la risa diciendo—“Estas loco ja ja ja ja yo no haré eso” –Javier no quito la mano de la pierna de ella durante varios minutos, y ante la euforia del momento y la “confianza” que ahora había, Magda perdió la compostura y se sentaba muy descuidada. Los modales que la distinguían se habían perdido y cambiaba constantemente de posición dejando ver más de la cuenta, tanto así que pude ver que la tanga que estaba estrenado era muy pequeña y dejaba escapar pelo por los lados. ¿Qué cosa no verían ellos que estaban atentos? Recordé que eso es lo que me prometió hacer y que yo juré aguantaría que hiciera. ¡Ahora tenía que cumplir! Llega el momento en que las confianzas eran ya tantas que me sentí tan incómodo que pensé decirles que los dejaba solos saliendo a algún lugar, pero ninguno me prestaba la menor atención como si yo no estuviera presente. En ese momento Javier le dice a Magda—“Entonces que ¿si te los pruebas?” –mostrando los regalos que le habían llevado ambos y que le pidió al oído que se probara. Dice Magda—“Si, pero me lo pongo allá donde ustedes no vean” –Le dice Miguel– “¡Lo que queremos es ver cómo te luce!” –Ella se defiende diciendo—“Si, pero me lo pongo en el baño y salgo para que me vean. ¿Está bien?” –Ya sin ningún disimulo de su ansiedad y con señales también de ebriedad, le dice Javier—“Si, está bien. Pero dejanos ver primero lo que traes puesto, porque se ve que vale la pena mirar” –Ella insiste en que le da pena y ellos insisten convenciéndola y ella haciéndose del rogar pero dándoles entrada, hasta que le dice Miguel—“Que te parece si para estar parejos y no te dé pena, nos quedamos todos en las mismas condiciones. Total, somos adultos y tambien somos amigos y hay confianza, ¿Cómo vez?” –Magda suelta la risa y por fin volta a verme como diciendo una vez más—“Eso querías ¿verdad?” – Y ya sin titubeos dice—“Está bien, los tres parejos, pero empiecen ustedes” –Dice Javier—“Perfecto, por mí no hay problema” –Y ambos se quitan zapatos, camisa y pantalón, Javier se queda solo en bóxer y Miguel en trusa y camiseta. A Magda se le suben los colores al rostro y se voltea para otro lado, pero ambos la presionan para que mire. Javier algo vanidoso, hace alarde de su físico, pues tiene sus pectorales y vientre medianamente marcados por el ejercicio, Magda solo ríe nerviosa sin atreverse a mirarlos directamente y ellos ahora la presionan más diciéndole que es su turno. Ella se resiste poniendo mil excusas y riendo nerviosa, pero la toman de la mano poniéndola en pie y diciéndole—“Ya cumplimos, ahora es tu turno ¿o quieres que te ayudemos?” –y diciendo y haciendo; uno de ellos le baja el cierre del vestido y otro lo baja de sus hombros hasta que el vestido cae al suelo. Ella queda solo en ropa interior y se resiste riendo bastante nerviosa buscando cubrirse con sus manos sin lograrlo del todo. Como ya mencioné un poco atrás, ella traía un brasier de media copa color negro que dejaba al descubierto la mitad de sus senos, tapando únicamente los pezones y la parte baja de los pechos, un liguero color negro tambien, medias color piel y un bikini diminuto negro con vivos rojos, bastante atrevido para ser el primero que usaba. Miguel y Javier ya desbocados y ansiosos no se andaban por las ramas, el efecto del alcohol era evidente en ellos así como en mi esposa y la adrenalina y lo erótico del momento hizo que ya ninguno me tomara en cuenta pasando a ser yo un espectador invisible para ellos, ninguno pareció darse cuenta que yo estaba ahí. La toman de una mano cada uno para evitar que se cubra y la hacen girar mirándola a su antojo. Para estas alturas de las circunstancias la situación para mí era irresistible y angustiante. Repito lo que ya dije antes: no es lo mismo imaginar y fantasear en estas cosas a estarlas viviendo; ahora sentía una cantidad de emociones desconocidas, pero la principal era el deseo de detenerlos porque era mi esposa la que estaban manoseando y jugando con ella, y mi dignidad y orgullo de hombre estaba en juego. En mi interior me arrepentía de haber propiciado esta situación y sentía coraje con Miguel y Javier por “aprovechados”, pero era mucha la vergüenza que le provocaría a mi esposa si doy marcha atrás, pues yo la empujé a actuar así y ella me estaba dando gusto. Saber todo esto provocaba confusión en mi mente y ya después supe que la situación y el ambiente hicieron presa de Magda y dio rienda suelta a sus deseos y fantasías tambien, ya no era tanto por complacerme. En ese momento llegué a la conclusión que ahora debía aguantar lo que ocurriera, aunque me resistía a reconocer que estaba embelesado con el espectáculo que me estaban dando y sentía también cierto orgullo morboso al saber que la actriz principal de dicho espectáculo era mi amada esposa. Total que, aunque sentía y pensaba muchas cosas, en ningún momento me moví de mi lugar ni pronuncié palabra alguna. Abren uno de los regalos que ellos llevaron y sacan un Baby Doll, muy bonito por cierto y le piden se lo pruebe; ella les pide la dejen ponérselo en el baño, ellos aceptan y Magda va y sale luciendo su baby doll, éste va sin brasier, solo la batita y una diminuta tanga que se le miraba impresionante y sus pezones resaltando bajo la tela delgada. La verdad le lucía excelente desde mi punto de vista, y sentí unos celos terribles al pensar que ellos se lo habían regalado y lo exhibía para ellos y no para mí. Ellos no desaprovechan la ocasión y la llenan de halagos sin dejan de tocarla y mirarla a su antojo. Me desesperaba mirar que mi esposa no hacía ninguna expresión de desagrado con tanto manoseo de ellos, y desde mi punto de vista sin ningún respeto a mi presencia. Luego abren el otro regalo y son tres tangas muy diminutas y sexis; le piden se las pruebe quitándose el baby doll y ella se resiste riendo coqueta dando mucha evidencia de su embriaguez pues de otra manera no creo que aceptara tal situación. Ella acepta probárselas sin quitarse la batita y así lo hace, se quita la tanga del baby doll, pero antes de ponerse la otra ellos la presionan para que se levante la batita y se de algunas vueltecitas ante ellos para mirarla. Riendo nerviosa se resiste un poco, pero cede y lo hace, gira luciendo su trasero y su pelo púbico al antojo de ellos. Esto es otra bofetada para mi orgullo pero lo aguanté a pie firme; luego se prueba las tangas una a una permitiendo que la miren, pero en la última, Miguel le pide que se muestre ya sin la bata del baby doll y el mismo se la quita quedando ella con los senos al aire. Ya no hace la menor expresión de resistencia y se quita la tanga poniéndose la otra ante ellos y se da sus vueltas exhibiéndose coqueta ya sin ningún complejo. Ante esto ambos la rodean acariciándola y diciéndole no sé qué tantas cosas. Ellos se quitan también su ropa interior y se ponen frente a ella para que los mire a su antojo y ella comienza a tocarlos y jugando con la verga de ambos en sus manos. A éstas altura yo quería huir de ahí pues aunque deseaba que ella probara a otro, no es igual que lo haga y te cuente a que tú lo estés presenciando y eso era demasiado para mí y sentía cosas que no sabía identificar. Eran tantas las emociones que deseaba huir, pero no me podía mover y solo veía sin poder ni siquiera hablar; ellos ni siquiera me tomaban en cuenta. Perdí la noción de las cosas cuando uno comenzó a besar los pechos de ella mientras el otro a su espalda le bajaba la tanga dejándola totalmente desnuda, besando y acariciando su espalda y sus nalgas, hacen sándwich con ella restregándose uno de frente y otro por la espalda metiendo su verga entre las piernas de ella. La llevan a la cama que estaba a menos de dos metros, la acuestan y siguen llenándola de caricias y besos por todo el cuerpo. Fue tremendo para mí ver que Miguel le separa las piernas y mete su rostro entre ellas devorándole su vagina. Otro tormento para mí fue escuchar los gemidos de Magda tan conocidos por mí, pero ahora provocados por ellos dos y el golpe final fue cuando Miguel se coloca entre las piernas de Magda y la penetra. Ese ¡Aaaaahhhh! de Magda es imborrable en mi memoria, pues fue la primera vez que otro hombre la penetro y fue ante mi presencia, y no puedo olvidarlo; luego ya todo fue confuso, se la turnaron uno y otro no sé cuántas veces de manera que no lo soporté y por fin tuve las fuerzas para ponerme de pie y salir de la habitación llendo a la cocina. Ahí me senté bebiendo mi vaso de vino tratando de ignorar los gemidos y todo lo que se oía de ellos tres, pero me causó una gran impresión escuchar una expresión de Magda muy conocida por mí. Fue un— “¡Mmh, mmh, mmh mmmmhhhh! –Señal que se había venido en un orgasmo. Luego vienen unos minutos de silencio seguidos por una conversación en voz baja que no entendía, luego leves risitas y chasquidos de besos y todo pareció después volver a la normalidad, pero de pronto escucho más movimientos y nuevos gemidos más fuertes y unos golpeteos– ¡Clap, clap, clap clap! –al tiempo que ella gemía– ¡Há, há, há, há –El “clap, clap” continuaba, pero los gemidos de ella cambiaron a expresiones apagadas como si se estuviera ahogando. No pude aguantar y volví de prisa y casi me voy de espaldas al verla empinada a cuatro patas con Javier a su espalda dándole duras embestidas y Miguel llenando su boca con su pene. Fue demasiado para mí y volví nuevamente a la cocina sin querer ver más. Los ruidos y gemidos duraron varios minútos más, no sé qué tantas cosas le hicieron ni por cuanto tiempo pero el hecho es que le dieron a llenar, hasta que por fin nuevamente se quedaron en silencio. Cuando nuevamente escuché voces y movimientos diferentes, volví a la habitación. Miguel y Javier se estaban vistiendo y con la mayor tranquilidad me dicen– “Ya nos vamos, no nos dimos cuenta del tiempo y ya son casi las nueve de la noche y a Javier le cierran el hospedaje a las diez. –Solo dije– “Está bien” –Magda seguía tirada en la cama boca abajo, completamente desnuda y aparentemente dormida. Ellos se terminan de vestir y Miguel se acerca a mi mujer diciéndole casi al oído– “Ya nos vamos” –Ella se levanta con mucha lentitud, baja de la cama y abraza primero a uno y luego al otro y les pregunta– “¿Van contentos?” –Javier responde– “Yo voy feliz” “Y yo más” –Dice Miguel, y Magda vuelve a preguntar– “¿Cuando vuelven?” –Responde primero Miguel– “Yo puedo venir hasta el próximo sábado, pues tengo muchos asuntos que arreglar ya que me regreso el lunes siguiente” –Javier dice– “Yo puedo venir este miércoles siguiente por la tarde, si me aceptas” –De inmediato responde mi mujer– “Claro que si” –y concluye con una expresión pícara– “ya sabes que serás bien recibido” –Se dirigen a la puerta y Magda con ellos. Me molestó en gran manera que no hizo por cubrirse nada en absoluto llendo completamente desnuda. Los despide con un beso apasionado a cada uno dejándose manosear una vez más y ellos solo me dicen adiós, tomándome por fin en cuenta. Cuando ellos se van, apenas cerrar la puerta Magda voltea hacia mí abrazándome muy amorosa. Esto me confundió mucho porque yo estaba muy sentido con ella y no encontraba como hacérselo saber, y esta actitud cariñosa de ella me bajó mucho la molestia que sentía. Me dice– “¿Estás contento? Yo sí porque pude darte gusto. Las cosas se dieron mejor de lo que esperaba y quise hacer todo lo que tú deseabas y ya ves que se pudo hacer mucho más. Estoy feliz de haberte complacido, ya no tienes que imaginarte cosas” –No encontraba la forma de decirle que esas cosas fueron más allá de lo que yo deseaba y que no quería que eso se volviera a repetir, pero ella estaba tan entusiasmada y cariñosa que no tuve valor de acabar con su alegría. Le pregunté– “Entonces ¿todo lo hiciste por darme gusto?” –Con mucha franqueza me dice– “Primero sí, pero luego me gustó muchísimo estar con ellos y la pasé muy bien. Te agradezco que los hayas traído, la verdad me gustó mucho, mucho lo que hice y hasta siento que yo nací para eso. Me vas a dejar que lo siga haciendo ¿verdad? –Mi mente estaba llena de confusiones y no supe negarme, solo le dije– “Si, todo lo que tú quieras” –Magda me agradece muy efusiva y amorosa y la verdad me agradó esa actitud desconocida de ella. Como por encanto se nos pasó la borrachera a ambos, nos fuimos a la cama que parecía un campo de batalla, manchas de fluidos por todas partes y la entrepierna de mi mujer aún bastante húmeda. Estaba tan amorosa que sin importarme lo mojada que estaba le dí otra repasada y ahí conocí otro aspecto de mi mujer, una pasión que nunca antes había mostrado conmigo.
¿Quieren saber que pasó en la siguiente visita de Javier y luego la de Miguel? Luego se los platico. Cualquier comentario u opinión a mi correo: alreyessa@hotmail.com

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