Sorprendente Relato: Amor Y Sexo En Un Vuelo

Una voz cálida va anunciando la salida de los vuelos, primero en portugués, luego en inglés, confieso que me encanta el ambiente de los aeropuertos, especialmente el de Río de Janeiro, sofisticado, limpio, sensual, casi perfecto. ya esperando al vuelo la veo entrar. rubia, alta, dueña de unas piernas infartantes que se elevan desde el suelo hasta la generosa visión de su falda mínima, silueta de modelo y una cara angelical sobre la que se derraman sus largos cabellos dorados, el blanco de su sonrisa, la claridad de su mirada y el carmín de unos labios deliciosos.

de pronto la veo entrar, se dirige por mi mismo pasillo, levanto la vista y de pronto bingo, 19 A, el boleto de clase turista se transforma en ese mismo instante en ticket digno de un jeque árabe.

Se sienta un poco lejos, cruza las piernas en un gesto estudiado y la firmeza de sus muslos se extiende hacia sus curvas más peligrosas es la dueña de todas las miradas un poema de belleza animal del que no puedo quitar mis ojos, que roba mi atención, que despierta fantasías, llega la hora de embarcar miro el pass, 19 B. El vuelo hacia Paris se realiza en un avión imponente, dos filas laterales de dos asientos cada una y una central de cinco, mi lugar corresponde a las filas de los costados.
Recorro el largo tobogán y la voz sensual de la azafata me recibe ni bien traspongo la puerta, “bem vindo”, “voa viajem”. Me indica el camino, acomodo mi equipaje de mano y me siento rogando que me toque un buen compañero de vuelo, se vive la inquietud de los momentos previos a la partida, de pronto la veo entrar, se dirige por mi mismo pasillo, levanto la vista y de pronto bingo, 19 A, el boleto de clase turista se transforma en ese mismo instante en ticket digno de un jeque árabe.
Me levanto la ayudo con su equipaje y me devuelve una sonrisa que hace temblar el alma, desde el principio siento que hay comunicación, es poseedora de una belleza indescriptible, linda, extrovertida, capaz de enamorar con tan solo una mirada, me detengo en un detalle, un pequeño tatuaje, una margarita que apenas aparece desde la intimidad de sus generosos pechos.
Carreteamos por la pista, sentimos el momento en que el avión se desprende del suelo y por la ventanilla vemos como Río de Janeiro se vuelve cada vez más chiquito, mientras el sol irradia sus últimas luces anunciando la llegada de la noche.

veo como la falda se levanta un poquito, es un instante, una visión del paraíso, merece ser celebrado, le propongo acompañar la comida con un buen vino francés, acepta gustosa

Cruzamos un par de miradas y pronto se establece la conversación, temas banales, vocablos vacíos y un manantial de sentimientos reprimidos que hacen fuerza por convertirse en palabras, me comporto como un caballero, ella es modelo va a París para realizar un casting que debería ser el inicio de una carrera exitosa, yo soy muchas cosas, pero ante ella un simple mortal atontado, torpe, casi asustado.
El ruido de los carros anuncia que se va a servir la cena, acomodamos las mesitas y veo como la falda se levanta un poquito, es un instante, una visión del paraíso, merece ser celebrado, le propongo acompañar la comida con un buen vino francés, acepta gustosa, la cosa comienza a ponerse interesante, me pide paso para dirigirse al baño, la veo caminar frente a mí, afuera las estrellas, adentro una cola alucinante que parece flotar por el pasillo, definitivamente es muy especial, llega la noche y las luces se apagan lentamente, nos alcanzan dos mantas y dos almohadas, es la hora de dormir, ¿Es la hora de dormir?
Dejo salir el galán que llevo dentro, le alcanzo la almohada y la ayudo a cubrirse, no resisto y dejo que mi mano roce levemente una de sus piernas, ensayo una disculpa y ella me responde con una sonrisa cómplice, disfrutamos los siguientes momentos conversando sobre la maravilla de flotar en el cielo, hablamos sobre nuestras estrellas preferidas, nuestros signos zodiacales (ella sagitario, yo acuario), vemos las luces de posición titilando sobre un piso de nubes de algodón, le confío que todo eso me erotisa, que a veces pienso en que las azafatas tienen razón en ser tan putas. Que hay un perfume que envuelve el ambiente de los aviones, el sabor del peligro, la convicción de que todo es perfecto hasta que un instante fatal puede convertirlo en nada. Las noches de soledad durante las escalas, la necesidad de embriagarse para no pensar en tragedias, las comprendo, es necesario mucho sexo para vencer tanta ansiedad.

Inesperada mente, Inexplicablemente en medio de la oscuridad, su mano se posa sobre la mía, siento su calor, la miro a los ojos otra vez el blanco fluorescente de su sonrisa perfecta, y mi mano se independiza de mi cuerpo, se cuela por debajo de la manta y se posa sobre la inmensidad de su muslo, percibo un leve temblor en su cuerpo, la miro, me mira y comienzo una leve caricia, tímida, sutil, casi adolescente, un leve suspiro me indica que el camino está abierto, avanzo con precaución, sin prisa y sin pausa, descubro la seda de su tanga, rozo la humedad de su sexo y lentamente separo la tela de su pierna para llegar hasta la delicia que me ofrece, me mira, acerca su boca y un beso apasionado me franquea el paso, deleito mi lengua en una curvita de sus labios, soy detallista cuando se trata de las mujeres, me enamoro de pequeños rincones, ese pliegue me tiene atado desde que cruzamos la primera mirada.
Sus piernas se abren para dar paso a mi mano, acaricio con ternura el vello de su sexo, introduzco mis dedos en el tesoro vaginal, subo hasta la fresa ardiente de clítoris, lo rozo, lo tomo dulcemente entre las yemas de mis dedos y la veo contornearse, morder sus labios de placer, cerrar sus ojos haciendo que el deleite llegue hasta el alma y tirar su cuerpo hacia adelante, para permitir que mis manos la posean totalmente, trabajo varios minutos mientras el tiempo parece detenerse, luego dejo que mi mano suba en busca de sus pechos, los toco dulcemente, siento la dureza de sus pezones calientes y el ruego de su mirada buscando la humedad de mi lengua, me sumerjo en besos apasionados, succiono con fuerza, a veces con ternura, mido la habilidad de mis caricias en la dureza de su pecho, en el latir rápido de su corazón.

mientras tanto paso por detrás de su cola perfecta, trabajo el manantial de su sexo y acerco sus jugos abundantes hacia la zona más prohibida de su cuerpo, movimientos suaves, provocativos, desesperantes que se transforman en vibración pura

Se sienten unos pasos que avanzan por el pasillo, nos quedamos quietos, cómplices, conteniendo la ansiedad que nos devora, pasado el momento de tensión con un movimiento rápido de deshace de su tanga, libres, flotando bajo las estrellas, animales salvajes en el medio del cielo, simples humanos visitando el paraíso, su mano se posa sobre mi pantalón, la erección es enorme, se inclina sobre mi pene, lo acaricia y comienza a devorarlo apasionadamente, mientras tanto paso por detrás de su cola perfecta, trabajo el manantial de su sexo y acerco sus jugos abundantes hacia la zona más prohibida de su cuerpo, movimientos suaves, provocativos, desesperantes que se transforman en vibración pura cuando un dedo la penetra y la lleva hasta el más allá, nos venimos ambos la mismo tiempo. Explotamos en un cocktail delicioso de fluidos, el semen abundante se derrama en su boca en movimientos intermitentes, mientras la vía láctea nos observa envidiosa desde la eternidad celeste, no existe experiencia más maravillosa, semi desnudos en medio del cielo, cubiertos tan sólo por una manta, sintiendo el sabor de nuestros cuerpos, el calor intenso de nuestro sexo, el perfume inconfundible del amor.
Su cabeza se apoya sobre mi hombro, sentimos los cuerpos agotados, satisfechos y el alma unida en una experiencia que habremos de enriquecer una vez que lleguemos a París, nos dormimos abrazados, sueño con mundos minerales, con cantos de pájaros, con sonidos selváticos, con la profundidad de mares profundos, con la vuelta de sus labios, con la margarita que reina sobre la maravilla de sus senos.

Al final de cada relato suelo escribir una dedicatoria entre paréntesis. En este caso está escita con tinta invisible. Invisible pero indeleble. Algo que solo podrá leer ella y que espero lo conserve en el cofrecito dorado de sus recuerdos.

Abel

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