El Joven Inexperto Y Su Sorprendente Sexo Con Mujer Madura.

Sorprendente Sexo Con Mujer madura

Ricardo, era un humilde campesino, pobre y apenas con estudio elemental, pocas veces tuvo la oportunidad de estar a solas con una mujer madura o joven; además su familia, especialmente sus padres, eran muy conservadores y puritanos, muy religiosos y pudorosos a más no poder, inculcandoles a sus hijos una malsana castidad y pudor que rayaba en el celibato, por eso a sus 13 años de edad era un joven inexperto sexualmente.

Junto con Ricardo, vivía otro hermano, tres años mayor que él y a quien nuestro amigo le confiaba sus cuitas; así, una vez le contó que su primera experiencia sexual, la había vivido cuando tenía apenas trece años y fue con la señora donde posaban en sus primeros años de estudio elemental.

El caso fue que, la señora de marras, cincuentona ella, se había dado sus mañas para seducirlo, dejándose ver desnuda al bañarse, dejando la puerta entreabierta, mientras estaban solos en casa. Ella sabía que su Ricardo la fisgoneaba; entonces lo llamó muy zalamera para que le restregara la espalda con estropajo.

Ella, se había dado sus mañas para seducirlo, dejándose ver desnuda al bañarse

Doña Rosa, tendría unos cincuenta y cinco años, cuerpo menudo, piernas cortas y delgadas, pies pequeños, pocas nalgas, pero al voltearse de frente… ¡Oh, qué tetas! ¡Qué melones, Dios mío!…eran grandes y aún turgentes, firmes al toque y adornados de hermosos pezones color de rosa, cual biberón de niño.

Bajo, su vientre flácido, un hermoso mechón con algunas hebras de plata; algo protuberante, lleno de fragante espuma, la misma que flotaba entre sus melones desde su abundante caballera teñida de negro y adornada de hermosos bucles que graciosamente cubrían su frente.

Con voz dulce le pidió, al voltearse, que le jabonara los pechos, tomándole sus temblorosas manos, manos de un joven inexperto recibiendo su primera experiencia sexual, la señora que abundaba de experiencia aprovecho para enseñarle las artes sexuales así que con sus manos  puso las jóvenes manos encima de sus maduros melones y con la experiencia de sus años, fue seduciendo al niño, que con su carita encendida de vergüenza, sintió el despertar de sus hormonas y el encabritar del salvaje potro de su impúber naturaleza. ¡Oh Dios mío! No te imaginas, hermano ¡cómo me sentí ese día! ¡Qué vergüenza y darme cuenta ya me tenía en pelota y mamándole esos biberones… ¡Oh qué delicia!

Recuerdo cómo chupaba y gruñía la vieja ahí pegada de mi clavito… yo por mi parte, apretaba y estrujaba esos melones divinos

No sé por qué, pero era como estar seduciendo a mi propia madre…Esa señora tan mayor, como mi abuela, pero tan cariñosa y comprensiva, que me daba justamente lo que yo estaba deseando desde el primer día que al masturbarme exploté en luces de colores y un espeso espumarajo salió de mí, al mismo tiempo que repetía las escenas de amor que furtivamente había mirado en el cine del pueblo en una película pa’ mayores.

Doña Rosa no era del todo desagradable, sin ser bonita, ni joven, tenía en sus tetotas, en su cabellera, su espeso monte de Venus, su voz y sonrisa, un fuerte sexapple, que la hacía irresistible, mucho más cuando se daba mañas para seducir a un chico de 13 años, un impúber campesino de estudio elemental.

Pronto ambos estaban totalmente desnudos y bajo la suave llovizna de la ducha; ella empezó a besarlo en la boca mientras palpaba su palomita que estaba a punto de reventar… ¡Oh qué delicia, hermano, cuando me lo mamó!…¡¡OOOHHH!!!! Recuerdo cómo chupaba y gruñía la vieja ahí pegada de mi clavito… yo por mi parte, apretaba y estrujaba esos melones divinos con ese pezonzote rosadito… ella veía mi cara reflejando que solo era un joven inexperto y me sonrío con lujuria.

Tomándome de los cabellos con ambas manos me clavó entre sus entrañas y se dejó venir, explotando en un castillo de luces multicolores

Ella se incorporó y – ¿Quiere mamar, papacito? Tomé pues mijo- ¡Huyy hermano…! Me voy pegando como ternero viejo, como si nunca hubiera mamado algo tan divino…Huumm!!! ¡Cómo suspiraba esa abuela!.. Le mandé la mano a la entrepierna y… ¡Oohhh,…qué divinidad de chimbita…!!! Hermano no me lo vas a creer; toda estrechita y completamente lubricada – Doña Rosa, por favor… ¿me deja mamársela? Claro, papacito, eso es lo que… más me gusta.

No se diga más, los que se van yendo al pozo. Ella cerró la llave de la ducha para no mojarme más la cara que pronto metí entre sus largos y hermosos rizos… ¡Dios mío…qué dicha! Una inmensidad de gallito rojo y palpitante, adornado de un par de crestas largas e hinchadas como toda su hermosa chimbita. – ¡Qué chimba tan hermosa tiene usted, señora…! ¡Ese gallito tan… Lindo…humm! – Chupe, papacito, chupe, mámemelo… Oh… qué rico…así, así… La vieja casi gritaba al tiempo que levantando una de sus piernitas, me la puso en el hombro quedando yo, ahí debajo, mamando a todo mi gusto… ¡OOHH… Rosita, Rosita!…

Ella abría y cerraba sus piernas, se masajeaba con ambas mano esos melones hermosos… gemía, contorneándose al ritmo que yo mamaba hasta que, de pronto… casi gritando, me apretó contra su coño… dio un grito de placer… pa pi tooo… Tomándome de los cabellos con ambas manos me clavó entre sus entrañas y se dejó venir, explotando en un castillo de luces multicolores en el más intenso de sus orgasmos, al tiempo que le chupaba y mordisqueaba ese botoncito rojo y le hundía el dedo cordial hasta el fondo, haciéndole presión en su punto G.

Esa señora tan mayor, como mi abuela, pero tan cariñosa y comprensiva, que me daba justamente lo que yo estaba deseando desde el primer día que al masturbarme exploté en luces de colores y un espeso espumarajo salió de mí

Sin perder mucho tiempo, se recostó en el piso de la ducha y casi llorando suplicó que se lo metiera… me lo cogió, lo frotó fuertemente y… -¡Oh, cómo lo tiene de duro y rico! – dijo ella al tiempo que volvía a suplicar que se lo hundiera todito. Me incliné de rodillas ante ese altar sagrado del placer y doblando las rodillas la atraje contra mi vientre y se lo hundí hasta la empuñadura…Oohhh, ¡qué delicia de chimbita! Se sentía estrechita y sumamente lubricada, no parecía una vieja como ella…

Ella puso sus manos en mi culito y ayudó a empujar al tiempo que se arqueaba levantándose contra mí y entre sollozos pedía más y más… – ¡Bátalo, bátalo…duro…duro…Oh! …Yo le daba y le daba como a violín prestado… – así, papacito, duro, bien duro… qué rico, cómo está de… rico… Yo mamaba y mordía esos meloncitos divinos y ese tetero rosado de pezón hasta que… – ¡Dios mío…doña Rosa!… Sentía cierto dolorcito y como un ardorcito en los riñones y me fui viniendo… qué delicia…cerré mis ojos y sólo gocé lo que sentía en ese supremo instante… sus hermosas tetas contra mi pecho, pues sin darme apenas cuenta ella estaba casi sentada sobre mí a horcajadas, galopando a todo dar como la mejor jinete.

Le clavé mis uñas en sus tetas y traspasándola me derrame hasta la última gota que tenía.

Antes de que terminara del todo mi explosión, se puso de pie y colocándose contra la taza del baño me puso el culito enfrente y me pidió que se lo hundiera por detrás, pero en su chimbita…paró esa papayita, cómo se bamboleaban esos melones rosaditos…yo se lo clavé hasta el fondo… Gemía de placer, nuevamente había recargado y echándome encima del todo hasta alcanzar ese par de globos…ella paraba más y más ese culito para sentirlo en toda su plenitud, al mismo tiempo se masturbaba el gallito con una mano… ¡amorcitoooo…! Asíii…asíii… Poco soporté en esa situación y de nuevo me vine… ¡OOOhh…Dios mí…Rosita!… Le clavé mis uñas en sus tetas y traspasándola me derrame hasta la última gota que tenía, en ese momento sentí que deje de ser un joven inexperto y vi que ella seria la mujer madura que me enseñaría las artes mas placenteras del sexo.

Puedes contactar al autor/a de este relato en el correo y Quien sabe quizás te encuentres con una mujer madura

smuo-porras@hotmail.com

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