Un vestido indecente

La vida me llevó por caminos inesperados, con experiencias que marcaron mi pasado. Agradezco lo vivido, pero ahora soy feliz con mi presente y mi familia.

Bebo un sorbo más de mi taza de café, el iPhone descansa sobre la pequeña mesa del bar y tengo varios mensajes por ver, me apuro a cerrar temas en mi agenda, en mi notebook, y ya dejo el dinero de lo que consumí para ganar tiempo, la rutina se repite como cada día, miro la hora una vez más, aún falta, levanto la vista y observo al otro lado de la calle, los padres de los niños poco a poco se arremolinan frente al jardín de infantes alemán, las puertas aún están cerradas, y sé que entre todas esas diminutas criaturas, mi amada Bianca aparecerá con su sonrisa marcada y sus hoyuelos en esos cachetones que me enamoran
Tendré que llevarla a casa, con Aida, nuestra niñera, es que mi esposo es un hombre de negocios y vive con ocupaciones, y por mi parte, en esta tarde me tocará una reunión con el fiscal de distrito y luego varias tareas legales de mi ajetreada ocupación
Me miro a mí misma, enfundada en costosos trajecitos de mujer ejecutiva, con las uñas esculpidas y un coche importado esperándome en la acera, parece increíble, pertenecer a la alta sociedad jamás había estado en mis planes, pero las cosas solo se dieron. Respiro con cadencia y mi tórax se inflama por el ingreso del aire, y sin quererlo mis ojos se dirigen hacia abajo, entre mi camisa, por donde asoman tímidamente el nacimiento de mis pechos, ni tan grandes ni tan pequeños, me río, no puedo evitar volver al pasado y solo recordar…
Tenía apenas quince años, plena adolescencia, aun no era rubia, pero vivía con todas las hormonas alteradas, y si bien era una chica bonita y llamativa, vivía con un complejo terrible por el tamaño de mis pechos, era ‘tan tabla’ como los chicos varones de mi edad, un lindo rostro, un buen culo y unas ricas piernas se iban a la basura por no tener tetas acordes.
Les dije a mis padres que no quería una fiesta de quince años, ni un viaje a Disney, ese dinero lo quería para hacerme unos implantes, recuerdo que lo discutimos mucho porque yo aún era menor y ellos decían que mi cuerpo aún tenía mucho por desarrollar, pero siempre fui terca y cuando se me ponía algo entre ceja y ceja no había forma de hacerme recular.
Pero también era cierta la postura de mis padres, y si bien no pude inclinar la balanza a mi lado, al menos pudimos acordar, ellos guardarían el dinero en una cuenta bancaria hasta mis dieciocho, y ahí podría tomar la decisión
Claro, ellos pensaron que, ya siendo más madura, con el tiempo cambiaría mi parecer, pero en verdad tres años después seguía tan tabla y más acomplejada que de costumbre, miraba con envidia a las chicas de mi edad que tenían más tetas que yo, amigas, vecinas, mujeres corrientes y hasta incluso mi hermana menor ya tenía unas tetitas sugerentes, claro, todas tenían más que yo y odiaba mi cuerpo en esos días
Maira, mi mejor amiga estaba al corriente de todo, y fue ella quien me acompañó en confianza a varias clínicas para asesorarme sobre la cirugía, conocer médicos y evaluar presupuestos
En general me aconsejaban algo promedio, ni mucho ni poco, acorde a mi figura, pero yo estaba obstinada para tener las tetas más llamativas de la cuadra, del barrio, del mundo si era necesario, no me importaba disimular y que todos hablaran de mí, de la nada al todo, nadie tendría los pechos gloriosos que yo tenía en mente
Así nació la nueva Florencia, y tuve que acostumbrarme al cambio, a mi nueva figura y a convivir con dos cosas enormes del tamaño de mi cabeza, cómico, me olvidé de dormir boca abajo, me resultó difícil seguir jugando tenis porque esas cosas iban de un lado a otro y tuve que reaprender a mantener mi torso cubierto, ahora estaba en permanente peligro
Pero era feliz, y todo mejoró, los chicos volteaban al verme pasar y era centro de atención, y toda mi autoestima tocó cielo, tenía los machos más ricos y cuando cogía, todos se volvían locos con mis pechos saltarines
En cuatro años había perdido la cuenta de los hombres que habían pasado por mi cama y a los veintidós, Maira y yo planificamos una escapada a centro américa, su madre trabajaba como secretaria en una agencia de turismo y nos consiguió unas tarifas increíbles para pasar una semanita en Acapulco, que, si bien lo pagaríamos en cuotas con tarjeta de crédito, lo cierto es que los valores eran lógicos para nuestros bolsillos
No entraré en detalles de viajes, vuelos, hotel, paisajes, solo para no alargar en demasía la historia y para centrarme en lo jugoso de la misma, solo resaltar que para una argentina que nunca había salido de su país, Acapulco pareció el mismo paraíso
Maira y yo éramos jóvenes, inquietas y teníamos la inmortalidad de las veinteañeras, que decir, fiestas, borracheras, riendas sueltas para hacer en una semana todo lo que no se hace en una vida.
Miramos chicos con ojos que no deben mirarse, y si, los varones saben jugar sus cartas con chicas que solo quieren divertirse
En uno de los atardeceres se había programado una fiesta, cuando el sol cae, pero todavía calienta, cuando se debe lucir formal, pero pensar informal, cuando el límite entre el lujo del hotel con lo sexi de la arena de playa parece borrarse y obviamente era una posibilidad segura de ‘atrapar presas’ para que nos dieran placer
Ya nos habíamos duchado ambas, Maira había elegido un conjunto de pollera con partes transparentes y un top muy pequeño color crema, por mi parte, solo estaba en tanga, buceando entre toda mi ropa sin poder decidirme, un tanto cómico porque sentía la mirada de mi amiga clavada en mis tetas, ella siempre me había confesado su sana envidia por el tamaño y también su admiración por haberme animado a tanto.
Al fin encontré un vestido que me había comprado años atrás, uno amarillo flúor demasiado llamativo. Amaba ese vestido, aunque jamás me lo había estrenado, se pegaba al cuerpo de una manera única resaltando mis curvas, con un sensual tajo profundo por delante que subía peligrosamente hasta el límite de lo prohibido, unido con un cordel entrelazado. Pero eso era el detalle menos relevante, el problema venía en la parte superior donde el frente era todo abierto, por completo, enredándose en forma cruzada por mi cuello que servía de sostén a toda la parte frontal
Lo gracioso es que como dije, nunca me lo había estrenado, odiaba vérmelo puesto cuanto no tenía tetas, realmente me odiaba a mí misma, y luego de los implantes, bueno, se hacía demasiado pornográfico porque hasta mis pezones quedaban al borde se ser expuestos, y si me padre me hubiera visto al pobre le habría dado un ataque.
Me lo puse, di una vuelta, me miré al espejo y Maira me advirtió que tal vez fuera demasiado, a pesar de todo, y ciertamente lo dudé mucho, pero qué diablos, era ahora o nunca
Cuando bajamos ya todo estaba en ebullición, música, tragos, buena onda y, por cierto, mis tetas empezaron a atraer miradas del entorno
Entre trago y trago, pasó un chico, luego otro y otro más todo de charla solamente, nada más, hasta que Miguel Ángel apareció a mi lado, y flashee con él, bastante morrudo, corpulento por así decirlo, no era muy alto, al menos como a me hubiera gustado, cabellos y ojos oscuros con una barbilla rala de un par de días, digamos un corte de cabellos y barba muy actual, tenía un diminuto aro en una de sus orejas, con una camisa blanca ajustada a medio abrochar, un jean celeste un tanto descolorido y unas chancletas de playa que por cierto no eran compatibles con el resto y arruinaban toda la perfección que veían mis ojos
Pero no era solo lo físico, me había pegado fuerte su forma de ser, de hablar, su acento, cuando hablaba en forma acelerada no alcanzaba a comprender su castellano y empezaba a reírme, me contó un poco de su tierra y tomé un par de copas más para que sucediera lo que tenía que suceder
Me llevó a un sitio un tanto apartado, nos sentamos en un sillón y contemplamos el cielo que a esa altura mostraba ya la luna a un lado y un sinnúmero de estrellas poblándolo en un telón negro de fondo
Empezamos a besarnos y sus gruesos labios acapararon los míos, no tardó en llevar una de sus manos desde mi cintura a una de mis tetas para sobármela muy rico y bastaron un par de movimientos para que mi pezón puntiagudo quedara desnudo al medio del enorme escote, disimular sus dedos acariciándolo entre tanta gente me pareció por demás excitante y solo cerré mis ojos mientras lo besaba para olvidarme del entorno
Jugaba ese juego de seducción, en un sitio impropio, rodeada de desconocidos, una de mis tetas estaba por fuera del vestido y el se las ingeniaba pera cubrirme con su brazo y con su cuerpo, me sentí mojada como el propio mar que rompía en olas muy cerca de donde nosotros estábamos
Miguel Angel fue con su mano entre mis piernas y ahora me toqueteaba por debajo del vestido directamente sobre mi sexualidad y era notorio que ya no podía cubrir todo lo que sucedía, y no me incomodó verme en esa situación, donde mi intimidad era expuesta ante extraños
Sus dedos se deslizaron en lo profundo de mi conchita y empecé a contener gemidos, era demasiado
Le dije a Miquel Ángel si no prefería ir a su cuarto para estar más cómodos, porque yo compartía el mío con una amiga, también le dije que necesitaba pasar por uno de los baños a vaciar mi vejiga que parecía reventar en mi bajo vientre
Fuimos en camino, me dijo que me esperaba en la entrada y que por favor le regalara la tanga mojada que tenía puesta, como recuerdo, solo me sonreí
Así que oriné, y con cuidado me saqué la less blanca que cubría mi sexo, estaba empapada en jugos y me sentí la mas perra de la noche
Me lavé las manos y me aseguré que todo estuviera en su lugar, incluso a mis generosas tetas que habían sido acariciadas por varios minutos las tuve que acomodar frente al espejo para no verme tan zorra
Al salir con mi ropa interior encerrada en un puño y mi desnudez bajo el vestido, tendría menuda sorpresa, Miguel Ángel ahora lucía una camisa azul oscura, un jean blanco a las rodillas y zapatillas en el mismo tono, podría haber entendido que se cambiara de ropa por algún motivo, pero lo raro es que también se había afeitado el rostro, estaba lampiño y solo me quedé con cara de no entender
Miguel Ángel empezó a preguntarme que me pasaba, que estaba rara, y yo no podía, le pregunté por la ropa, por la barba y él me decía con cara de extrañado si acaso yo me sentía bien o si me había pasado de copas, me preguntó por la tanga, si le la iba a obsequiar o no, y solo me confundía
En un punto empezó a reírse a carcajadas y me hizo señas para que voltease, a mis espaldas estaba el verdadero Miguel Ángel y fue cuando me enteré de la presencia de Julio Cesar, su hermano gemelo
Había caído en la trampa y ciertamente me habían tomado por sorpresa
Y creo que la sorpresa se la llevaron ellos cuando les propuse de subir los tres al cuarto, había practicado algún que otro trío, pero siempre con otra chica, pero jamás con dos chicos, y Miguel Ángel me resultaba inevitablemente apuesto, y si había un hermano gemelo, mejor todavía
Antes que nada, buscamos infructuosamente a mi amiga quien seguramente ya estaría perdida en alguna cama, así que solo le avisé por mensaje que nos veríamos al día siguiente
Subimos por al ascensor aun manteniendo distancias, aunque yo me los hubiese tirado ahí mismo,
Ya en el cuarto, Julio Cesar sirvió unos tragos que a esa altura ya no me hacían falta y empezaron a jugar con palabras, sobre la forma que no había podido distinguir que en verdad eran dos personas diferentes, y palabra va palabra viene tenía uno sentado a mi derecha y otro a mi izquierda, y honestamente si no fuera por sus prendas y el tema de la barba solo eran dos gotas de agua
Julio Cesar propuso entonces el juego de las adivinanzas, trajo un pañuelo de seda muy perfumado y anudándolo por detrás de mi cabeza se aseguró de bloquearme la visión por completo
Uno me besó profundamente, y luego el otro, aún tenía memoria visual de los últimos instantes y pude diferenciarlos, además sentí del roce de los vellos de la barba de Miguel Ángel, pero segundos después estaba irremediablemente perdida, como una brújula que no encuentra el norte
Sentí como sus manos se llenaban con mis tetas ya desnudas y era muy rico, mis pezones atentos y el desafío era adivinar de quien eran esas manos, poco me importaba, y solo los pude distinguir cuando Julio Cesar me lamía una y Miguel Ángel la otra, gemía como una puta y ellos con su acento tan rico me lo dejaban saber
El estar privada de mi visión hizo que me perdiera en poco tiempo, no tenía noción de la ubicación, ni de la situación, ni de que estaban haciendo
Sentí que entre los dos me quitaban el vestido con sumo cuidado quedando solamente sobre mis zapatos tacos altos, me sentí desnuda ante ellos, era excitante puesto que no sabía que esperar
Me llevaron de rodillas, unas manos se llenaron con mis nalgas y sentí entonces como me daban un rico oral, por mi culito, por mis labios, por mi conchita completa, una lengua se enterraba en mi hueco y luego un par de dedos también, por un agujero y por el otro, pero no tenía demasiado tiempo en disfrutar ese juego, puesto que el otro al mismo tiempo empezaba a cogerme por la boca, bastante profundo, noté el sabor de su verga al deslizarse por mi lengua, la palpé cabezona, rica, y mis gemidos contenidos se cruzaban con el juego, puesto que ellos seguían en el disfrute de despistarme para que no supiera quien era quien
Luego el que estaba por detrás se incorporó y me la clavó toda hasta el fondo y empezó a cogerme muy rico, me tomaba por las caderas y me cogía con ganas, al punto de perder la concentración en la que estaba chupando y empezar a gemir mientras me acariciaba el clítoris
Ellos en su acento tan sexual hablaban de mi como ‘la putica argentina’, y me encantaba sentir sus palabras
Mis labios entonces sintieron un nuevo y profundo beso antes de que cambiaran, pude notar que quien me estaba cogiendo vino a que se la chupara, y el que estaba en mi boca fue por detrás, pero solo esta vez me la dio por el culo
Me lo hacía muy rico, y al tiempo me metía los dedos en la concha para sentirlo al otro lado, entrando y saliendo
De pronto me arrastraron hacia lo que entendería luego que era el dormitorio, yo seguía a ciegas y solo me dejaba arrastrar, pero subí sobre un colchón donde uno me esperaba para que lo cabalgara, apoyé mis manos sobre su pecho mientras ya me cogía rico y llevé una mano discretamente a su rostro para adivinar que era Miguel Ángel quien estaba por debajo, y obviamente sería Julio Cesar quien vendría por detrás a dármela por el culo, no podía con eso, amaba en mi imaginación las dobles penetraciones, siempre me había intrigado, y ahora tenía la primera oportunidad para experimentarla, diablos, sentirme el relleno de un emparedado de machos era el placer supremo, ellos me trataban de puta, y me encantaba
En algún punto, Miguel Ángel que no se cansaba de sobarme las tetas que se bamboleaban sobre su pecho, dijo que tenía la concha tan grande que su pija no alcanzaba a llenarla, entonces su hermano la sacó de mi culo y la metió junto a la otra y sentí que los malditos me habían metido ambas pijas al mismo tiempo en mi pobre conchita
Julio Cesar, tomó uno de mis brazos y lo llevó por detrás, conduciendo mis deditos a mi culito, y mientras tenía a los dos machos por delante, metí uno, dos, tres y cuatro dedos por detrás, forzando y forzando pasó la palma completa atascándose en el camino con el dedo gordo, pero era suficiente para enloquecer a esos venezolanos y tocar el cielo con las manos, y empecé a agradecerle en mis pensamientos al tamaño de mis tetas y al escote de mi vestido
Era todo perfecto, dos pijas en la concha, mi mano por el culo, mis enormes tetas atascadas entre ambos, mis gemidos y mi clítoris haciendo cortos circuitos contra el pubis de Miguel Ángel, mis gemidos llenos de orgasmos los calentaba, Julio Cesar desde atrás me apretaba suavemente la garganta y decidí que en algún punto ya era suficiente, no podía con tanto
Entonces tomé la iniciativa, me quité la venda de los ojos y los hice salir de donde estaban, fui al piso y los llevé uno a cada lado, a que se masturbaran sobre ellas, me encantaba que los hombres terminaran sobre mis tetas y así fue, empezaron a acabar, izquierda, derecha, más y un poco más hasta dejar esas montañas con sus picos nevados
La leche pegajosa había quedado sobre ellas, en mi pecho, en mi vientre, me quedé varios minutos jugando con mis dedos sobre mis pezones jugosos, me calentaba mucho hacer eso, mirándolos a los ojos, llevando esa leche de un lado a otro como si se tratara de una pista de patinaje, para luego estirar mis tetas hasta mis labios para besar mis propios pezones lubricados con semen, creí que a los venezolanos les daría un ataque
La historia había terminado, me limpié un poco con una toalla, lo suficiente para pasar desapercibida, me puse el vestido y volví a mi cuarto, donde Maira aun no llegaba y seguramente aún andaba haciendo de las suyas
Me di una ducha con agua tibia y justo cuando iba a la cama sentí llegar a mi amiga, nos quedamos charlando de nuestros pecados hasta que el sueño nos venció
No mucho mas de nuestro viaje en Cancún, crucé a los gemelos un par de veces en el hotel y en la playa, pero ya estaba, no había más por hacer, y en un par de días el avión nos traería de regreso a mi querido país
Fue una de las últimas y mejores experiencias, con el correr del tiempo mis pechos comenzaron a complicarme la existencia, el sobrepeso que llevaba empezaba a molestar en mi columna y en un control ginecológico de rutina me advirtieron que había algún tipo de problemas con un uno de los implantes.
Ya era una mujer madura y habían pasado los días de locura, me había cortado el cabello y estaba por así decirlo, mucho más decente, ya no me acostaba con el primero que se cruzara en mi camino y decidí cambiar mi imagen, no sería la chata de la infancia ni tampoco la inflada de los años locos, algo intermedio, discreto, armónico con mi figura, como todos me habían sugerido alguna vez
Y así cruzaría en esos días al que es hoy mi esposo, un hombre de negocios con el cual soy muy feliz
Ya es hora, Bianca está por salir, termino de acomodar las cosas en la mesa del bar, me pongo el saco por el frío externo y me encamino aun pensando en lo que fue, lindos recuerdos.
Apenas me queda una foto guardada por ahí, una foto casual que me había tomado Maira, luciendo ese vestido terrible exhibiendo unas tetas pornográficas, es parte de un pasado que añoro un tanto, pero es solo eso, pasado


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