Verano en blanco y negro

Una pareja se muda al campo para resolver problemas maritales. Contratan a un jardinero llamado Braulio, y la relación toma un giro inesperado.

Hace varios años mi mujer y yo optamos por vivir fuera de la gran ciudad. Teníamos problemas difíciles de abordar, y pensamos que vivir en una zona rural podría unirnos más y ayudarnos a enfrentar nuestras dificultades.
Buscamos una propiedad donde pasamos días de mucha paz y tranquilidad, desde donde yo salía a trabajar y mi mujer atendía todas las demandas que tiene vivir en una parcela. Parte de esas obligaciones tienen que ver con el cuidado del jardín. De pronto la persona que nos hacia esa función de jardinería dejo de asistir y quedamos sin jardinero. Y aunque no era común ver gente de color por esa zona, quien llego a ofrecerse para la jardinería fue una persona de color. Braulio era su nombre, venía desde Ecuador y estaba en busca de trabajo. Cuando recién comenzó a visitarnos poco sabia de jardinería así que Soledad (ese es el nombre de mi esposa), le fue enseñando como cuidar el césped, las plantas, a podar y regar. Iba una vez por semana y estaba todo el día en la casa.
Parte importante de los problemas que les mencione al principio tenían que ver con nuestra vida sexual que al principio del matrimonio era normal, pero de a poco nos fuimos dando cuenta, que no nos complacía del todo y que ambos necesitábamos más. Eso nos asustó y pensamos que viviendo en un ambiente más natural, alejados de las tentaciones de la gran ciudad lo podríamos manejar, y así estábamos cuando llego Braulio, tratando de manejar nuestra sexualidad dentro de lo que se considera normal.
Pasaron casi 6 meses desde que conocimos a Braulio. Ya era verano y el trabajo disminuía mucho en la oficina y ese día decidí irme a casa después de almuerzo, era el día que Braulio trabajaba en casa. Cuando llegue estaba sobre una escalera podando los pinos del cierre perimetral.
-Hola patrón como va su día, -me grito desde su altura –
-Bien, -le conteste – con mucho calor –
-Imagínese yo ¡¡¡
-Si tienes razón, tú debes tener más calor que yo.
Estábamos en esa conversación cuando de la casa salía Soledad.
-Hola mi amor, regresaste antes, paso algo
-No nada, solo que había muy poco que hacer y decidí venirme a casa, todo bien por aca
-Sí. Braulio ahí trabajando y la nana no llego hoy, llamo diciendo que no se sentía bien, no vendrá hasta mañana.
-Pobre Braulio, debe estar muerto de calor podando esos pinos, le has dado agua
-Por supuesto mi amor, como crees que no.
-Braulio – le grite – si quieres antes de irte toma una ducha fría para que te refresques.
-Gracias patrón, pero no será mucha confianza ¿?
Soledad me miro algo sorprendida, -Braulio es más criterioso que tu mi amor – me murmuro mirando hacia otro lado. Sentí que había metido la pata así que trate de zafar. -Puedes usar la ducha de la piscina-le grite mientras caminaba hacia la casa.
Deje mis cosas sobre la cama del dormitorio y regrese por el pasillo hacia el estar, en sentido contrario venia Soledad, a contraluz. Pude ver su silueta bajo el delgado vestido, corto, entallado y escotado. No traía corpiño, solo una breve braga que delataba su presencia solo con una delgada línea sobre sus caderas. Sentí como corría la excitación por mi cuerpo, solo mirarla inundaba las cavernas de mi pene.
-te ves muy sensual-le dije
-para ti siempre estoy sensual, no importa lo que lleve
-y eso es malo ¿?
-No. Me agrada.
Para cuando dijo esas palabras ya estaba frente a mí, la tome por las caderas y la estreche contra mi cuerpo y baje una de mis manos hasta sus nalgas. Firmes, del tamaño justo y forma correcta para mí lo más importante en el cuerpo de una mujer, las nalgas junto a las caderas hacen la diferencia entre una mujer atractiva y una que no lo es.
Comencé a besarla suavemente al principio, luego de una forma más apasionada, mi boca buscaba la suya con ímpetu, las lenguas se buscaban dentro de nuestras bocas y mis manos ya corrían por todo su cuerpo.
Sentí como mi pene se fue engrosando a medida que los besos y las caricias se hacían más intensos, Soledad también lo noto y presionaba con sus caderas para sentirlo contra su cuerpo. Pasamos unos minutos en eso y nos olvidamos de todo. Mis manos ya habían levantado el breve vestido de Soledad y le acariciaba las nalgas fuertemente. Estaba absorto en ese menester cuando de pronto mire hacia el extremo del pasillo. Ahí estaba Braulio, absorto mirando la escena, en realidad creo que estaba absorto mirando el culo de mi esposa. La sensación de ser observados me dio una excitación adicional, tanto así…
-Haaaaa, me has calentado a tope.
-Sí , yo también , pero no somos los únicos
-Que ¿??
-Tenemos publico
Soledad se volteo hacia donde estaba Braulio, quien al verse sorprendido de un salto quedo fuera de nuestra vista. Nerviosa se bajó la falda y camino hacia el dormitorio.
-Tu sabias que él estaba ahí, lo viste, porque no me dijiste antes, me vio entera
-Perdón mi amor, cuando lo vi ya estaba encendido
-Y eso que ¿?
-Pues que me éxito verlo ahí, mirándote.
-Te éxito ¿?
-Si me éxito, tu sabes que es así, es lo que más me gustaba cuan íbamos al club swinger. Ver que otros te deseen me éxito, me calienta, lo sabes.
-Si pero habíamos decidido alejarnos de eso, fue una de las razones para salir de la ciudad, … recuerdas.
-Si lo sé. Contéstame, a ti no te pasa nada con esto, no te gusta la idea. Contéstame con la verdad, sé que pasamos difíciles momentos debido a esto, pero dime – de verdad no te gusta-
-Tu sabes que si
Me acerque a ella y la abrace desde atrás – entonces dejémonos llevar – Camine hacia living, ahí estaba Braulio, cabeza abajo como un niño esperando su reprimenda.
-Pasa a darte la ducha, usa este baño – mientras le señalaba el baño de visitas – cuando salió lo esperaba sentado en el sofá – pasa Braulio, te refrescaste -¿?
-Si patrón
-Que te pareció lo que viste en el pasillo?
-No vi nada patrón
-Ja ja ja sé que sí, miraste arto rato, ya pues, te gusto lo que viste. Te gusto el poto de mi mujer?
-No patrón
-Cómo? la encontraste fea
-No no es eso ¡
-Bueno decídete, te gusto el culo o no ¿?
-Si patrón, se veía bonito
-A eso quería saber. Y dime, no te gustaría tocarlo, acariciarlo.??
-Noooo, o sea si pero por supuesto que no
-Jajajajja – me cuesta entenderte. Creo que necesito ayuda – soledad puedes venir ¿?
Me di cuenta que llamar a Soledad puso nervioso a Braulio. -Tranquilo, tranquilo no pasa nada confía en mí – apareció Soledad. Vestía su solera breve y delgada como una exhalación, ceñida a su figura, tanto que su tanga se traslucía y dejaba ver su recorrido sobre el cuerpo de Soledad. Venia frotándose las manos untadas en crema.
-Amor, le dije – Braulio me confunde. Te estuvo mirando en el pasillo y dice que le gusta tu poto pero que no lo quiere tocar. Que crees tu ¿?
-Haber ¡¡¡ me estuviste espiando Braulio? – inquirió Soledad
-No señora, fue sin querer
-Ha. Y dime te gusto lo que viste?
-Bueno como le dije al patrón, se veía muy bonita
-Dame tus manos Braulio,
-Si señora
Soledad tomo las manos de Braulio y las acaricio suavemente – están muy mal tratadas – comento dulcemente. Saco una gran cantidad de crema y comenzó a esparcirla por las morenas manos de nuestro invitado.
-Te calenté? -Le pregunto sin dejar de sobajear sus manos –
-Un poco si
-Solo un poco?
-Bueno, estaba lejos solo vi un poco
-Tus manos son grandes, tus dedos gruesos, Son un buen presagio
-No la entiendo
-Ja ja ja no te preocupes. Te gustaría ver de más cerca?
-Puedo?
-Bueno Braulio eso depende de mi esposo – qué opinas tu mi amor –
-Yo no tengo problema – conteste muy seguro –
Ella se acercó hasta donde estaba sentado nuestro jardinero y le pidió que se senara en el sofa, se paró frente a él y giro dándole la espalda.
Con vos suave y calentona le susurro – bueno Braulio – ahora está mucho más cerca.
Mientras hacía esto comenzó a balancear sus caderas de lado a lado mientras él no le quitaba los ojos de encima.
-Y ahora qué opinas?
-desde acá se ve mucho mejor
-dame tus manos nuevamente Braulio – su tono de voz era evidente – la sole ya estaba muy caliente
Poso las manos del moreno en sus caderas y con ellas comenzó a levantar su ropa, dejando a la vista sus exquisitas nalgas, siempre acompañando todo con un suave vaivén.
El invitado estaba con la boca abierta, de reojo me miraba, seguro preocupado por mi reacción, para darle confianza me senté en el sofá y me dedique a disfrutar de la escena. Soledad manejaba las enormes manos del moreno suertudo. Recorría con ellas su abdomen, sus caderas. Luego subió con ellas hasta sus senos, de tamaño justo, no grandes que cuelguen, pero de buen tamaño y firmes. Ahí creo que Braulio se convenció que esto iba en serio. Pero las manos pasaron de largo y las llevo a su boca, paso su legua por las yemas de sus dedos, los besaba de a uno, succionaba alguno de vez en cuando y la cara de Braulio ya estaba apoyada en las nalgas de mi mujer.
-Ahora dime que tal esta mi culo ¿? – tomo los lados del vestido y lo levanto sacándoselo con un preciso y rápido movimiento.
-Es hermoso, muy hermoso
Soledad dio unos pasos hacia adelante dándole siempre la espalda al moreno me miro ardientemente y me susurro
-¡ Vamos al dormitorio ¡
Avanzo por la habitación, su cuerpo había adquirido una sensualidad exquisita, su pelo castaño caía sobre sus hombros, su tanguita tipo hilo dental se dibujaba sobre sus caderas, bajaba por sus nalguitas y se perdían entre ellas pasando por su maravilloso entrepiernas, (blanco, sin un solo bello, completamente depilado, suave y carnoso) salía por el frente dibujando un diminuto triangulo transparente. Solo vestía este atuendo y un par de chalas que hacían que los músculos de sus piernas se contrajeran mostrándolas contorneadas, y sus nalgas se vieran más firmes aun, dándole a su cola una presencia maravillosa.
Camino hacia el pasillo y se dirigió hacia la habitación. Braulio estaba estático, no sabía que hacer me miraba esperando instrucciones. – vamos Braulio, no podemos defraudarla. Tienes que tirartela como un animal, ella quiere que le des con todo –
-A Ud. no le molesta
-No para nada….al contrario, lo voy a disfrutar
-Solo va a mirar
-No lo sé, al principio si, talvez me entusiasme, pero ojo he, soy bien hombrecito, contigo nada, estamos verdad¡¡
-Sí , me queda claro, que bueno
-Ven anda a la pieza, yo te sigo
Braulio camino tras de ella, tímido pero decidido, yo los seguí dándoles unos pasos de ventaja. Al llegar a la puerta del dormitorio se detuvo, pensé que se había arrepentido pero en realidad contemplaba a
Soledad que se acomodaba en la cama, camino en cuatro sobre ella y bajos sus hombros casi tocando la cama, con eso su nalgas se levantaban apuntando al cielo, dejando ver su hermosura y la curvatura de su espalda la hacía verse muy sensual. Se tendió finalmente, recogiendo una pierna, dejando su entrepierna al descubierto, el pelo le cubría la cara, sus manos acariciaban sus senos, y también sus nalgas. Sinuosamente movía sus caderas dando claras señales de la excitación que se apoderaba de ella.
-Esa mujer necesita mucha pasión, me ayudas a satisfacerla Braulio.
-Sí, yo le ayudo
-Pues bien, anda, dale lo que está pidiendo.
Se paró al borde de la cama y comenzó a desnudarse. Su físico era impresiónate, solo musculatura, nada de grasa. Soledad se incorporó de rodillas al borde de la cama comenzó a acariciar el pecho del mulato, beso sus tetillas, succionando sus pezones. Bajo sus pantalones y lo dejo en ropa interior. Ella se sentó en la cama con sus pies en el suelo y empezó a bajarle los calzoncillos, el pene de Braulio bajo con la prenda y de pronto, ya liberado, salto hacia arriba. Era de verdad grande, unos 25 cm calcule desde mi posición. Para Soledad fue un regalo. Lo cogió con sus manos y lo acaricio suavemente, como si fuera un ave, acaricio su cabeza, el tronco, y las bolas durante varios minutos. De pronto recordó que estaba yo estaba ahí. Me miro solicitando mi permiso para seguir su labor.
-Me gustaría ver como se la chupas, le dije. Adivinando sus deseos.
-Pues mírame mi amor, dijo mientras abría la boca, y metía en ella los 25 cm de carne negra.
Braulio no tardo en empezar a gemir, las mamadas, besos y lamidas de mi mujer lo estaban deleitando. Sus manos acariciaban su cabello, a veces la sostenía por los costados y marcaba el movimiento de succión, atrás y adelante, suavemente y a veces más fuerte. Ella clavaba sus uñas en las nalgas del invitado, le acariciaba las piernas, subía y bajaba con sus manos hacia su pecho, de pronto acariciaba sus propias tetas, sostenía las manos de Braulio y le hacía acariciarla.
De pronto mi mujer se tiro hacia atrás quedando acostada con sus pies aun tocando el suelo. Era el momento de que Braulio le devolviera el favor. Se inclinó sobre ella y comenzó a besar sus tetas, las chupo suavemente, con su fuerte lengua rosaba sus pezones, luego comenzó a bajar hasta su vientre, luego sus piernas y finalmente sus monte de venus. Le lamia los labios vaginales por sobre su tanguita, ya toda mojada a esa altura. Con un dedo le corrió hacia un lado la última defensa para mis cuernos y saco su lengua para pasarla por la conchita de Soledad. Debo decir que el negro no solo tenía la verga grande, su lengua también era enorme, gruesa, larga, y por los gemidos y contorsiones de mi mujer, la utilizaba de una manera genial. La devoro por largo minutos, mientras ella se retorcía, se levantaba un poco para sostener la cabeza del corneador y refregar su cara contra sus labios. Me perdí el momento en que la tanga de Soledad dejo su posición, pero ahora ya no estaban. Braulio la giro sobre la cama dejando el culo
a su merced. Se lo lamia con devoción, la penetraba con la enorme lengua, una y otra vez como si fuera un pene de buen tamaño.
-Esta bueno, pregunte no sé con qué tono.
-Ricooooo, me respondía ella.
-Muy bueno dijo él.
No me interesa tu opinión pensé. Pero me complacía que Soledad lo estuviera disfrutando
-Cuando te vas a unir mi amor, quiero a los dos conmigo.
-De veras pregunte-haciéndome el requerido-
-Tu sabes que sí, ven dame lo tuyo
Aun parado en el umbral de la puerta comencé a desnudarme. Mientras ella tendió a su mandingo sobre la cama y tirándose sobre él, formo un 69 a todo dar. Apoyaba sus manos sobre la piernas del moreno, besando y chupando solo la cabeza del enorme miembro, mientras el sostenía el culo de mi mujer con sus manos, apretándolo, acariciándolo y trajinando sus agujeritos, pasaba su gustosa lengua por cada espacio disponible. Yo ya estaba desnudo, con una gran erección, producto de ver a mi mujer manoseada por otro hombre, de ver como mamaba otra verga, de ver cómo se excitaba con otro, eso me ponía a mil y potenciaba mi virilidad y excitación.
No sabía por dónde incorporarme, si ayudar al moreno a lamer o ponerme en posición para que Soledad chupara dos vergas juntas. Estaba en esa decisión cuando ella decidió por mí.
-Ven acá, dame la tuya tambien, quiero tener a los dos juntos.
Me senté sobre las piernas de Braulio y Soledad comenzó a chupar la dos, recordé las veces que habíamos estado así, y di gracias por volver a vivir ese momento de placer. Ella hacia su mejor esfuerzo, un trabajo de lujo sobre los dos miembros, con equidad los chupaba, lamia y besaba, haciendo que cada uno se sintiera muy bien atendido.
De pronto se incorporó, giro sobre si misma sin desmontarse del moreno, y comenzó a acariciar con su conchita la enorme verga de nuestro invitado. Yo miraba como se movía su culo frente a mí, tenía claro que muy pronto sería mío, en cuanto ella se tragara la verga con su vagina. Así fue, tras breves momentos de refregarse, tomo el tótem del negro con una de sus manos y se lo enterró. Gimió de gusto, talvés con algo de dolor, pero con tres meneos ya lo tenía todo adentro, los 25 cm ya estaban en su zorrita.
Volví a humedecer su agujerito anal, para que estuviera lubricado y coloque mi verga en la entrada, como pidiendo permiso para entrar. De inmediato ella acerco sus caderas a mi vientre en clara señal de autorización. Comencé suavemente y me di cuenta que el camino estaba listo. No era raro con ese nivel de calentura. Empecé a enterrarlo suavemente, en el primer envión hasta la mitad y con el segundo envión llegue hasta donde mis bolas tocaros sus nalga. Soledad gimió fuerte.
-¿Te duele, quieres que lo saque? – pregunte preocupado
-No, no lo saque, te mato si lo haces, dale suave pero dale hasta el fondo mi amor.
No tuvo que pedirlo nuevamente, entraba y salía de su culo, ya entregado por completo. De a poco fui dando más velocidad a mis embestidas, dándole como me gusta. Fuerte y hasta el fondo.
Comenzamos a tomar el ritmo entre los tres, llegando a una conjunción de oro. Mientras la verga del negro salía un poco yo entraba con todo, y cuando yo retrocedía el mandingo entraba hasta en fondo de la conchita de Soledad. Fueron momentos de gloria, de una calentura extrema, sudábamos a mil y los gemidos se mesclaban entre sí. Soledad sabia de estas situaciones, sabia como moverse para sacar partido a la situación, subía y bajaba la espalda cambiando los ángulos de penetración, dando mucha variedad al trio, manteniéndonos a los dos gozando, era una diosa del sexo. Una que había perdido por un tiempo, pero que ahora había recuperado.
Debe haber acabado dos veces puesta en ese sándwich de vergas. En un momento se dejó caer sobre Braulio, en clara señal de extenuación.
-Necesito descansar dijo, mientras se tiraba a un costado de nosotros.
Yo deje mi posición y me tendí a su lado acariciándola suavemente. Braulio quedo donde estaba, tendido de espalda. Luego de unos minutos en los cuales solo murmuramos algunas cosas ella y yo. Interpelamos a nuestro invitado.
-Como estas Braulio – Inquirió mi mujer. ¿Lo disfrutaste como nosotros?
-Si claro, ¡estuvo gustoso, muy gustoso¡, pero me falto acabar – dijo con algo de desilusión –
-Pero Braulio, eso lo podemos remediar de inmediato, deja que te ayude con eso.
Se fue directo al negro falo del corneador y comenzó a chuparlo con ímpetu. No tardó mucho en adquirir su enorme tamaño y estar listo para el combate. Cuando eso paso, mi mujer se lo saco de la boca y recostándose de espaldas. Abrió las piernas y le indico a mulato que se la metiera como ella merecía. No tuvo que pedirlo dos veces, el negro causante de mis cuernos, se fue encima de ella y comenzó a penetrarla muy duro. No tuvo piedad, no empezó suave, desde la primera embestida fue una bestia, un
burro penetrando a la hembra. Se movía con fuerza, dándole muy duro a mi mujer que al principio se resistió un poco a la violencia de las embestidas diciendo -Suave Braulio suave-pero como sus reclamos no fueron escuchados, muy pronto solo gozaba como una perra en celo a la que se la tira una manada de perros calientes.
Fueron unos cinco minutos de fornicación animal, donde Soledad acabo al menos una vez. De pronto el mandingo se incorporó apoyando sus manos en la cama, y se dispuso a dar las ultima estocadas a mi mujer, dos de esas embestidas y su largo gemido denuncio que acababa, la saco desde las entrañas, y Lanzo su chorro de leche sobre el vientre de ella, que lo recibía con sus manos para acariciar sus tetas con la leche del moreno.
En cuanto recupero el aliento, y sin haber olvidados comer un poco del semen del fornicador de turno, me miro con ojos de ternura y me dijo
-Mi amor, tu también mereces lo tuyo. Ven dame por el culo, acaba ahí, sé que te gusta mucho.
-Tu si sabes mis gusto le conteste.
Se puso boca abajo, flectó una pierna hacia su pecho y me dejo ofrecido su exquisito culo a mi plena disposición. Me coloque en posición y me aboque a darle por su agujerito más pequeño, apretado pero generoso, le di hasta el fondo y comencé a bombear con mucha potencia, mis bolas chocaban contra su culo. Ella gemía, yo hacía lo propio y entre esos lamentos de placer, de reojo vi como Braulio nos observaba y parecía disfrutar el momento.
Me vine como un dios, disfrutando a mil. Con mi verga enterrada en el culo de Soledad, y mientras de a poco este salía, mi leche chorreaba desde su culo mojando sus nalgas y piernas.
Descansamos un rato, Braulio se dio una ducha y después se fue. Al despedirse agradeció como quien es invitado a cenar y agradece el fino plato servido.
No volvimos a verlo, solo supimos que había regresado a su país.
Si volveremos a vivir un momento como este solo depende de mi mujer.
Soledad tiene la última palabra.


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